Las verdades a medias y de las presiones, de lado y lado de las polémicas cotidianas, hacen que lo que se lee y escucha se vuelva turbio y dudoso. Se pierde tiempo verificando la fidelidad de las afirmaciones cándidas, a menudo bajo sesgos e intereses creados. El calentamiento global antropogénico (CGA) no es una excepción; el tema se ha vuelto virulento y enfrenta a “calientólogos” catastrofistas y negacionistas miopes.

Recientemente me cayó por ahí este video; en síntesis, afirma que la ciencia del clima está en crisis de credibilidad y que su relato colapsó. Para sustentar el argumento se refiere al artículo Shaw y Stevens de The other climate crisis(La otra crisis climática). Para acceder a estas publicciones científicas hay que pagar una suscripción cuantiosa; afortunadamente conseguí una copiecita por ahí y cuya fuente me reservo para no delatarla; aquí se ofrece un resumen ejecutivo accesible.

El problema de este tipo de videos es que sus "creadores de contenido" o influencers, como se les llama ahora, es visto por montones de gente, en su mayoría y desafortunadamente medio-informados, con opinión maleable y sin opciones de acceso a información fidedigna. El video ha sido visto, hasta la fecha, más de 192.000 veces… Gran cantidad de documentos semejantes pululan en las redes sociales. Lo que la autora del video afirma sobre los modelos climatológicos no es nuevo; son limitaciones conocidas. Aunque la ciencia es imperfecta, es la manera de reducir las incertidumbres del conocimiento y acercarse a la verdad. El problema surge cuando la intención es “guiar” al público para que solo oiga lo que conviene que oiga y bajo el sesgo de la confirmación.

Del artículo científico se desprende que la evolución del CGA ha excedido la capacidad predictiva de los modelos disponibles y por ello requieren cambios. Nada que debiera alimentar a negacionistas y catastrofistas, quienes rara vez se guían por argumentos racionales más allá de lo ideológico. Es el problema, cuando se entra al mundo del engaño apoyado en discursos dirigidos para alimentar enfrentamientos entre bandos. Shaw y Stevens no revelan lo desconocido; mencionan cosas que se conocen; la insuficiencia y limitaciones de los modelos se saben desde hace tiempo. Puesto que nadie posee la verdad absoluta, es función de la ciencia encaminarse a comprender y resolver lo que está a su alcance. También es claro que la comunicación social, del clima y del riesgo, todavía es deficitaria; la brecha entre ciencia y comunicadores como la influencer sigue siendo muy grande. Esa persona no solo no entendió el contenido especializado, sino que solo captó algunas de las brechas del conocimiento que los autores señalaron transparentemente, pero ignoró, a propósito, las vías señaladas para llenar los vacíos.

Cuando de una forma u otra hemos evaluado el riesgo aplicando modelos y simulaciones, entre otros insumos, si los resultados no encajan con lo supuesto algunos aprovechan la oportunidad para vociferar las supuestas equivocaciones y etiquetarnos de negacionistas… o de catastrofistas. Pero los resultados no son más que la revelación de cosas que se saben, y de otras que no se saben. El dilema lo tienen el público y los tomadores de decisiones al lidiar con verdades a medias y presiones desde ambos extremos. Entonces, ¿qué puede hacerse ante este escenario? tan solo intentar comprender las diferencias e incertidumbres y solventarlas racionalmente.

Para entender el mensaje del artículo me tocó desempolvar lo que aprendí sobre termodinámica. Ciertamente, este tipo de textos no es de divulgación popular y su prosa no apasiona. Antes de que hubiese caído en manos de la influencer para criticarlo, se requería su “traducción” hacia un lenguaje menos especializado.

Entre los puntos esenciales, Shaw y Stevens concuerdan con el consenso general observado en otras fuentes. Las observaciones confirman que el planeta se calienta, los continentes más que los océanos y el Ártico más que otras regiones; todo predicho gracias al “enfoque estándar” de la ciencia climática. Sin embargo, conforme aumenta el calentamiento global surgen discrepancias entre las señales del clima real y las predicciones, especialmente en escalas regionales y locales. Esto impulsa al debate filosófico de si hay “crisis” en el paradigma dominante, con las consecuencias científicas y políticas respectivas.

La Primera Ley de la Termodinámica y la teoría de la Radiación del Cuerpo Negro siguen siendo las bases para entender la transferencia y conservación de la energía, pero sus predicciones enfrentan discrepancias entre lo esperado y observado. El “enfoque estándar” ha permitido predecir procesos atmosféricos y oceánicos, pero el paradigma limita su relación recíproca, el acoplamiento entre escalas y la capacidad para explicar otros procesos más complejos. El desarrollo de una jerarquía teórica, para resolver el sistema atmósfera-océano-tierra mediante la aplicación de modelos intermedios simples, puede ayudar a cerrar ese vacío.

El “determinismo a gran escala” es uno de los soportes básicos del enfoque estándar, pero limita la percepción de inestabilidades de escala pequeña que influyen en la circulación tropical (e.g. generación de cúmulos de nubes organizados) y alteran el balance energético global. Los modelos climáticos nuevos, con resolución kilométrica (very large ensembles) y machine learning permiten cuantificar otros procesos, escalas, su influencia en el balance energético, la interacción entre humedad, agitación, calentamiento y temperatura, explicar por qué los eventos extremos (e.g. olas de calor) aumentan más rápidamente que el promedio, y permiten anticipar otros menos frecuentes, pero de alto impacto, conocidos como “cisnes grises”. La dificultad es que necesitan de una densidad muy elevada de datos y gran capacidad informática, pero resolverán varias incógnitas que mejorarán el aprendizaje acerca del sistema climático y la inmensidad y complejidad de sus variables.

Todavía no está claro si las discrepancias de los modelos regionales persistirán, pero si lo hacen y se acumulan los climatólogos deberán revisar los paradigmas predominantes. Shaw y Stevens argumentan que descifrar esas discrepancias, cuando surgen a través de observaciones cada vez más completas, es el camino para comprender el CGA. Será necesario un énfasis renovador del método y probar hipótesis que anticipen esos cambios en un mundo más cálido. El desafío es identificar cuál parte de la física climática falta en el enfoque estándar para atender los cambios e incorporarlos. Los “enfoques computacionales disruptivos” podrían desempeñar un papel importante, aplicados en computadoras de alto rendimiento que permitan desarrollar acoplamientos a escalas que actualmente no son posibles. El aprendizaje automático proporcionará información adicional cuando se incorporen las observaciones reales.

Por lo tanto y definitivamente no hay tal crisis en el conocimiento, sino el señalamiento de oportunidades adicionales para seguir adelante; la ciencia va por buen camino, aunque el desempeño de la gestión del riesgo esté rezagado. La recomendación es evitar los extremos del catastrofismo ciego y de la descalificación negacionista. Hay oportunidades para avanzar sin excusas y sin poner todo en tela de juicio para propiciar la confusión e inacción. La idea de que es necesario reducir las emisiones de gases, vapores y partículas de efecto invernadero (GVP-EI) para mitigar el CGA y sus efectos e impactos es sólida y basada en el consenso de la ciencia climática, sus predicciones y atribuciones. El asunto es acoplar esa posición elemental a la ejecución de políticas públicas, las prioridades de cada país y las obligaciones ineludibles de los países más contaminantes.

Los autores también advierten cautela a los "calientólogos", pues los escenarios, aunque siguen (y seguirán) indicando peligros, tienden a morigerarse. Además, aconsejan a los tomadores de decisiones políticas a proceder, sin retraso, a ejecutar acciones de renovación energética y económica y establecer balances con los otros factores del riesgo y su gestión.

Con crisis o sin crisis la ciencia intenta comprender cómo responden las temperaturas globales al aumento de la concentración de GVP-EI; para ello deberá revisar la aplicabilidad de hipótesis, teorías y leyes de la física climática. La evolución del CGA se ha descrito con éxito relativo hasta la fecha. Las discrepancias no descalifican el proceso ni ponen en duda la necesidad de aplicar políticas para reducir las emisiones. Es fundamental comprender y resolver los vacíos en escalas regionales y locales para mejorar su integración al sistema global y más importante aún, guiar los esfuerzos para la gestión del riesgo lo cual, al fin y al cabo, es prioritario. Recuérdese que, hasta la fecha, no son los “cambios” en el clima los que generan los mayores peligros y daños, sino la variabilidad climática cuando se mezcla con el exceso y crecimiento continuo de la vulnerabilidad humana.

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