Oportunidades

Llegó la hora de vencer el escepticismo con respecto a la viabilidad y factibilidad técnico-económica, en Costa Rica, de las energías eólica y solar. Sin embargo y para ello, es necesario aclarar y superar sus desafíos, para que en realidad sean renovables y sostenibles. Aprovechar estos tipos de energía es una meta muy alentadora e idealista desde el punto de vista ambiental y futurista, de cara al panorama de nuestro desarrollo. Para enfrentar los desafíos deben aclararse, primero, varios aspectos de sus realidades ineludibles, pues al final somos los consumidores los que terminaremos pagando las inversiones con nuestras tarifas e impuestos.

Nuestro modelo de desarrollo eléctrico ha estado centrado en la hidroelectricidad, la geotermia y, en décadas recientes, la generación eólica. Además, siempre ha sido necesario y lo seguirá siendo por un tiempo, respaldar la generación renovable con generación a base de los derivados del petróleo durante situaciones climáticas adversas o por atrasos en el desarrollo de generación nueva. Por razones comprensibles, el desarrollo de la hidroelectricidad y de la geotermia se ha vuelto complejo y, en algunos casos, poco competitivo desde el punto de vista económico.

Realidades

Uno de los asuntos que debe aclarase antes de instalar cualquiera de esas fuentes de energía, es que se necesita de la minería intensiva para disponer de metales (acero, cobre, estaño, selenio, cadmio, litio, tierras raras), no-metales (agregados, vidrio, cemento), plásticos, etc. Algunos de esos materiales se encuentran disponibles en el subsuelo costarricense y no debe descartarse la posibilidad de que, para reducir los costos y la fuga de divisas, se contemple la posibilidad de recuperarlos de manera ambientalmente sostenible.

La experiencia adquirida indica que, por ejemplo, las eólicas en la cordillera volcánica de Guanacaste tienen factores de planta cercanos a 0,60, valor incluso mayor que algunas de las plantas hidroeléctricas que operan a filo de agua. El precio de esta fuente de energía, haciendo uso de las tecnologías más modernas, se podría encontrar entre 1.600 y 1800 dólares/kW instalado, con un plazo de construcción de alrededor de 18 a 24 meses. Obviamente presentan más variabilidad horaria que las hidráulicas, cuya fluctuación de flujos es más lenta, aunque el precio de estas últimas está entre 3500 y 4000 dólares/kW; con suerte, construirlas se toma entre 4 y 5 años aunque tienen la gran ventaja de almacenar agua en mayor o menor grado.

Las solares (fotovoltaicas) tienen un factor de planta más bajo (alrededor de 0,25) pues funcionan entre 6 y 8 horas al día, aunque siempre en horarios de demanda elevada. Su precio es cada vez más bajo (aproximadamente 700 dólares/kW) y se construyen en menos de 1 año.

Entonces, la optimización del sistema requiere la posibilidad de combinar todas las fuentes de energía renovable de la mejor forma posible para sacar provecho de sus fortalezas y mitigar sus debilidades. En el caso de Costa Rica existe cierta capacidad de embalsamiento de agua (de todos los tamaños), por lo que el sistema eléctrico tiene capacidad para absorber infraestructura de generación adicional sin grandes inversiones en el sistema de transmisión, en el orden de 1000 MW de energía solar y eólica, instalables rápidamente y a precios relativamente competitivos.

De esta manera, si se instalara una potencia relativamente elevada de energía solar, los embalses con regulación horaria podrían cambiar su participación en el sistema interconectado para que, en vez de operar durante el día, operen al inicio y final del día (primera y última de las horas pico de demanda). Las variaciones horarias de la generación solar, en días muy nublados tendrían que coordinase con la operación de los embalses de regulación semanal (Pirrís, Cachí, Reventazón). La solución consiste en combinar adecuadamente todos los recursos energéticos sin necesidad de tener que utilizar baterías, las cuales encarecen los sistemas y además, requieren de mantenimiento intensivo, tienen una vida útil corta, su capacidad de acumulación todavía no supera algunas horas y no hay aún una política adecuada de economía circular en nuestro país.

Desafíos

La instalación de la energía fotovoltaica necesita de más o menos 1 a 1,5 ha por MW en áreas planas (i.e. Guanacaste). Entonces, 500 MW requieren de alrededor de 500 a 750 ha (5 a 7.5  km2). En el sector plano de Guanacaste, cuya extensión total puede encontrarse en alrededor de 2000 km2, al menos una proporción menor está subutilizada, por lo que claramente es favorable a la instalación de la energía solar. Cuando la actividad agropecuaria es intensa, como por ejemplo en las plantaciones de caña, hortalizas, frutas, ganadería intensiva, o turismo, es posible que la relación beneficio/costo no sea tan favorable.

El ICE ha integrado, en los últimos años, la energía eólica, la cual actualmente representa cerca de 12% de la capacidad instalada (alrededor de 400 MW). Ahora puede comenzarse a abrir los espacios para integrar, también, la solar y en ambos casos, en mayor escala. De forma aproximada, se estima que existe un potencial económicamente factible de más de 2000 MW, complementarios con la hidráulica y geotérmica existentes, y las que se puedan adicionar en el futuro. En cuanto a la eólica, ya hay una lista de más de 600 MW elegibles, de los cuales el ICE acaba de adjudicar 80 MW. Todas estas obras requieren de sistemas de transmisión, distribución y subestaciones que garanticen el funcionamiento adecuado del sistema en su conjunto. También será necesario seguir complementando la producción con respaldo térmico, pues no existe suficiente almacenamiento hidráulico para absorber el efecto de la variabilidad climática. Eventualmente, se requerirán tecnologías nuevas para el almacenamiento, como por ejemplo las baterías, cuando su costo, capacidad y economía circular lo permitan.

Queda por incluir, en el análisis, la relación de estos proyectos y sus sitios, su relación con las áreas protegidas, sus impactos ambientales y externalidades respectivas, y su vulnerabilidad ante las amenazas naturales.

Estos proyectos deben promoverse como las fuentes realmente alternas de energía que son. No deben ser excluyentes con respecto a las otras, que ya han demostrado sus cualidades, estabilidad y beneficios (i.e. hidroeléctrica y geotérmica) y que todavía no han agotado su potencial para apoyar y contribuir con el desarrollo sostenible de Costa Rica y su transición energética inteligente.

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