Para la mayoría de los ticos, el inteligente es alguien “jugado”, alguien que se enriquece sirviéndose de lo que la ley le permita hacer, o no, sin importar si esto le genera un daño a los demás y al ambiente. Esa definición de "inteligencia", en realidad, está muy lejos de la que nos propone el historiador italiano Carlo Maria Cipolla, en su ingenioso y divertido libro Allegro ma non troppo.

Cipolla desarrolla una teoría de la estupidez dividiendo a la humanidad en cuatro grupos: los inteligentes, cuyos actos son beneficiosos para ellos mismos y la colectividad; los incautos, que actúan dañándose a sí mismos y beneficiando a los demás; los malvados, que hacen daño a los demás en beneficio propio y los estúpidos, que se perjudican a sí mismos y perjudican también a los demás.

Un malvado perfecto es aquel que, con sus acciones, causa a otros pérdidas equivalentes a sus ganancias. Un ejemplo de esto sería el ladrón que roba una billetera sin forcejeo: uno pierde el dinero y el otro se lo gana. No hay daños colaterales. Desafortunadamente, la mayor parte de los malvados no son perfectos, sino más bien malvados estúpidos, cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás y a su entorno.

Un malvado estúpido y unos “monitos”

Las recientes declaraciones de nuestro presidente, Rodrigo Chaves, en relación con una tala irregular de árboles centenarios en una propiedad ubicada en Manzanillo, en el Caribe Sur, lo han dejado todo claro: estamos tratando con un malvado estúpido, según la definición de Cipolla.

En su visión mezquina y estrecha del mundo, Chaves afirmó que no hay que dejarle el Caribe Sur sólo a los “monitos”. Esta es una posible traducción simultánea de semejante estupidez: “Considero más importante que un carajo X se embolse una plata, a que sacrifiquemos los árboles centenarios, con todo y los monos que pasaban por ahí. De todos modos, hay muchos monos (y animales y plantas, cuyos nombres no conozco ni me interesan) en el refugio que está al lado de esa propiedad”. Y tras decir esto, con toda seguridad, agregaría: “¿Saben qué? Ya me acordé de otro animal: el jaguar… grrrrr”.

Sin embargo, al presidente le salió el tiro por la culata: este 24 de mayo, la Fiscalía Adjunta Agrario Ambiental indicó que el permiso de tala de 122 árboles en la propiedad en cuestión fue otorgado por el MINAE (o sea, por el Poder Ejecutivo), a pesar de que formaba parte de un territorio que debió ser devuelto al Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo. La citada propiedad, que tiene 3,5 hectáreas de superficie, es una pequeña parte de las 188 hectáreas que debieron ser reintegradas antes de julio de 2020 al refugio debido a una sentencia de la Sala Constitucional. ¿Cómo se le pasó ese detalle al MINAE?

Así estamos. Habrá que esperar a que concluyan las investigaciones para sentar responsabilidades; sin embargo, el daño a árboles centenarios y a la biodiversidad de la zona, es irreparable. No olvidemos que el Caribe Sur alberga una tercera parte de las especies conocidas de mamíferos del país, muchos de ellos amenazados de extinción por las actividades humanas.

¿Será posible que el esperado Plan Regulador Costero de Talamanca nos proteja de esta dinámica utilitaria, malvada y estúpida?

En primer lugar, ese plan no está ni cerca de aprobarse. En diciembre pasado, la Sala IV anuló la audiencia pública en la que la Municipalidad de Talamanca había presentado su propuesta de plan regulador costero, ya que no se había realizado una debida consulta previa con los habitantes indígenas de Kéköldi, que podrían estar impactados indirectamente por el plan.

Por otro lado, la Municipalidad de Talamanca deberá solventar una serie de irregularidades que fueron señaladas por Delfino.cr, en un informe especial publicado en julio de 2023. Son muchas las irregularidades. Acá destaco algunas: falta la demarcación de al menos 18 humedales, no se aborda la necesidad de mejorar el abastecimiento de agua potable y la gestión de residuos y, como se mencionó antes, no se delimita adecuadamente el Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo.

Un desarrollo inteligente

Todo parece indicar que no solo nuestro presidente encaja como anillo al dedo en la categoría de malvado estúpido, sino que también encajan los desarrolladores del Caribe Sur que insisten en destruir el bosque, en tumbar árboles, en generar un daño infinitamente mayor al beneficio económico que reciben. Según la revista internacional Travel & Leisure, las cinco primeras razones para vacacionar en Costa Rica están asociadas a su belleza natural, su biodiversidad, y sus volcanes. ¿Qué es lo que aún no han entendido?

Tengamos o no planes reguladores, leyes justas y procesos transparentes, debemos ser conscientes de que los beneficios que nos traerá cuidar nuestra biodiversidad son únicos, incontables y duraderos, comparados con el de llenarle la billetera a un poco de vivazos. Existen condiciones idóneas para llevar a cabo un desarrollo inteligente del Caribe Sur. Aprovechémoslas y, sobre todo, no permitamos que se imponga la estupidez que desprecia y banaliza a nuestro más preciado recurso: la biodiversidad.

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