No es secreto que la figura de nuestro actual presidente acapara mucho la atención, siendo esa entre otras cosas, su clara intención. Desde la campaña electoral se ha cuestionado la imparcialidad de los medios que publican notas críticas hacia su persona. No niego que algunos de esos medios tienen una clara línea editorial, por no decir ideológica, pero siento la necesidad de explicar por qué yo no aplaudo la actual gestión del presidente hasta el día de hoy, siendo el caso que no tengo motivos para defender intereses particulares. Quisiera que este texto sea tomado como una respuesta indirecta a un artículo, al que prefiero no citar, que llamaba a criticar este gobierno con “patriotismo”, siendo eso, creo yo, una apología disimulada (y mejor no me meto con el concepto de patriotismo).

Entre los bombásticos discursos de Chaves y su séquito argumentan que Costa Rica estaba tomada por una élite (a mi criterio existen en este país varias élites a nivel económico, político e ideológico), lo cual, con sus matices, yo comparto. Sin embargo, la credibilidad de ese discurso se ha desinflado con decisiones tan cuestionables como favorecer a una concesionaria que administra un puerto o a los importadores de arroz (haciendo al país todavía más dependiente en materia alimentaria). Claro que las primeras dudas surgieron mucho antes. Cierta persona me cuestionaba por qué tenía yo mis reticencias respecto al actual mandatario poniendo como justificante su problemático pasado, si bien hay asuntos más públicos y de fondo, como su financiamiento electoral al margen de lo legal. El pueblo costarricense, no en menor medida motivado por la desesperación, le perdonó a Chaves conductas que en otros tiempos habrían sido condenatorias (en corto, escándalos de acoso sexual, misoginia e infidelidades). Sin embargo, eso daba para las primeras sospechas de algo que se ha venido manifestando de poco a poco, un carácter medio autoritario, inmaduro, falto de tacto y desconocedor de las leyes costarricenses. Esto último se vio desde la campaña proponiendo hacer referéndums sobre temas que por la Constitución Política no están sujetos a eso, hasta el intento de emitir decretos que atentaban contra las leyes o contra la calidad de los servicios profesionales, siendo uno muy llamativo el que trataba de pasar por encima de la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología (he estado al tanto de las crecientes críticas y dudas respecto a las vacunas contra el SARS-CoV-2 pero recordemos que ese órgano es autónomo precisamente para evitar un manoseo político en materia de salud pública). Luego llegaron algunos cuantos circos políticos (el tema del troll Piero Calandrelli y los insultos al diputado Ariel Robles), los enfrentamientos con la prensa casi como si fueran un fin en sí, un nombramiento a dedo de la exministra de salud en un puesto inventado que se cayó por su propio peso hasta llegar al exabrupto de hace unos días, cuando el presidente, frustrado por el predecible colapso de los proyectos de ley de su partido, por sus roces con la Constitución Política y las leyes, decidió retirarlos de la agenda legislativa. Recordemos como empezó la actual legislatura, con un periodo de sesiones extraordinarias desperdiciado por la famélica convocatoria de proyectos de ley de parte del ejecutivo. En medio de todo esto hay asuntos más complejos, como la negativa del gobierno a pagar su deuda con la CCSS, argumentando que la deuda (supuestamente) no está estructurada y desglosada, su intento de destituir a toda la junta directiva y la incomprensible “ruta de la educación”.

El actual gobierno ha acumulado causas y causas en la fiscalía, siendo probable que la mayoría no lleguen a nada. Pero al menos yo tengo claro que la así llamada corrupción (yo la llamaría más una mezcla de cohecho propio y tráfico de influencias normalizado) no se puede combatir incurriendo en lo mismo. Desgastarse peleando con la prensa resta tiempo y energía para asuntos probablemente más importantes. No tiene sentido criticar a medios parcializados si se dicen mentiras o medias verdades obvias que están al alcance de la mano de cualquiera (en este sentido creo que se está haciendo una siniestra apuesta por sectores de la sociedad poco educados que tienen jornadas laborales extenuantes sin tiempo para otra cosa que ver la televisión y redes sociales). La cereza del pastel es la escisión de sus seguidores en dos partidos, Pueblo Soberano y Aquí Costa Rica Manda (este último creo que tiene mejor prospecto). Así que lo siento, pero no, no soy chavista y pienso que el país podría y debería tener una mejor gestión.

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