Vine buscando paz y naturaleza. Me mudé de San Pedro de Montes de Oca al Pacífico Sur, atraído por la promesa de una vida más sana, lejos del bullicio de la capital. Mi trabajo remoto me lo permitía. Lo que encontré fue una comunidad hermosa, sí, pero también una que agoniza, atrapada entre el turismo desordenado, el abandono institucional y una desigualdad explosiva.

El pasado fin de semana, esa realidad estalló ante mis ojos en la autopista Interamericana, en un tramo que todos usamos diariamente.

El minuto en que la violencia se hizo tangible

Todo ocurrió en un instante. Un pick-up nos rebasó, frenó bruscamente frente a un sedán (un Hyundai Elantra) y, de inmediato, dos hombres se bajaron y comenzaron a disparar. El conductor del Elantra no tuvo tiempo ni de reaccionar; el vehículo simplemente se desvió y cayó a la zanja.

Yo desperté con el sonido de las detonaciones. Los perros que viajaban con nosotros, aterrorizados, ladraban desesperados. Lo único que pudimos hacer fue retroceder para alejarnos del tiroteo y orillarnos mientras las balas seguían resonando.

Cuando la situación pareció calmarse, avanzamos para salir de ahí. Fue entonces cuando vimos al ocupante del Elantra salir tambaleándose, herido de bala.

Sin dudarlo, nos detuvimos a auxiliarlo. Lo que sucedió después fue, francamente, tan desconcertante como el tiroteo en sí: la reacción de la Fuerza Pública.

La indiferencia del protocolo

Llamamos a la patrulla. Cuando llegaron, explicamos la situación con el herido. Lo único que hicieron fue encender las luces. No brindaron apoyo para sostener al muchacho ni aplicaron maniobras de primeros auxilios. Nos indicaron que “el protocolo” les impedía trasladarlo al hospital.

Ver esa falta de humanidad y de criterio fue profundamente descorazonador. Cuando una vida está en riesgo, el sentido común debería prevalecer sobre cualquier lineamiento burocrático.

Ante su inacción, decidimos llevar al herido al hospital por nuestros propios medios. Ya que la ambulancia tardaba en llegar mas de 30 minutos. Afortunadamente, el personal médico actuó con rapidez, y el muchacho fue atendido a tiempo y se encuentra bien.

La conexión ineludible: turismo desordenado y desigualdad

El incidente en la carretera no fue un evento aislado; es un síntoma visible de algo mucho más profundo que está ocurriendo en el sur. Las tensiones que se viven aquí son palpables:

  1. La gentrificación expulsora: la mayoría de los alquileres son de corta estancia y a precios inalcanzables. Esto está desplazando a la población local, dejándola sin opciones habitacionales. Cuando se expulsa a los jóvenes de sus comunidades y se les cierran las oportunidades, algunos son empujados hacia el único sustento que parece quedarles: actividades relacionadas con el narcotráfico. La cercanía de Ciudad Cortés con los manglares del Térraba, lamentablemente, facilita los movimientos ilegales.
  2. El abandono institucional: en Ojochal, especialmente en la montaña y la fila costera, se evidencia una alarmante falta de supervisión municipal. Se construye sin control en pendientes inadecuadas, devastando el entorno natural. Este desarrollo desordenado no solo daña el paisaje que venimos a buscar, sino que refleja una claudicación de la autoridad en proteger el territorio.
  3. Pérdida de identidad: también preocupa la actitud de algunos extranjeros que se comportan como dueños de playas y recursos. Hay zonas donde apenas se escucha el español. La identidad local se está erosionando, y con ella, el sentido de comunidad, ese tejido social que siempre ha sido nuestra mayor protección.

Todas estas presiones (económicas, sociales y ambientales) crean una olla a presión.

Busqué naturaleza y paz, pero hoy veo una comunidad atrapada por la inacción institucional, la desigualdad y el descontrol turístico, factores que alimentan la violencia. La tranquilidad del Pacífico Sur no se logrará solo con más patrullas, sino con una estrategia integral que regule la gentrificación, ofrezca oportunidades a la juventud y priorice la vida y la dignidad sobre protocolos e intereses económicos desmedidos.

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