El gobierno de Netanyahu ha decidió cargarse el alto el fuego y volver a retomar su campaña militar genocida. La reanudación de los ataques de Israel sobre Gaza vuelven dos meses después de la tregua firmada con Hamás en la que solamente se llegó a ejecutar la fase uno del acuerdo. El fracaso de las negociaciones para una segunda fase, que pretendía incluir conversaciones sobre el fin de la guerra y el inicio de la reconstrucción de Gaza a cambio de la liberación de todos los rehenes, proviene del único verdadero objetivo del gobierno israelí: la supervivencia política de Netanyahu.
El gobierno de Israel nunca tuvo la intención de continuar con la segunda fase del acuerdo. Incluso logró extender la primera fase del alto el fuego con el objetivo de liberar la mayor cantidad posible de rehenes sin tener que llegar a un compromiso serio de poner fin al genocidio. Netanyahu ha decidido responder al fin de las negociaciones con más genocidio. Una acción que por el momento le asegura su supervivencia política, no solo por la acusaciones en su contra por crímenes de guerra que seguramente quedarán en papel mojado, si no por las acusaciones de corrupción que hay en su contra en Israel.
Las múltiples violaciones por parte de Israel a la fase uno del acuerdo, en las que se incluyen operaciones militares y el bloqueo a la entrada de todo tipo de ayuda humanitaria a Gaza, tenían como intención que Hamás respondiera de alguna forma y se dieran por rotas las negociaciones para la fase dos del acuerdo, algo que nunca pasó.
Uno de los enviados especiales de Trump a la región, Adam Boehler, informó unas semanas antes de la reanudación de los ataques israelíes, que Hamás estaba listo para discutir la renuncia al control de la Franja e incluso su desarme, algo que no sentó bien en el seno del gobierno sionista.
Hamás por su parte continuaba dando señales de su interés por salvar el alto el fuego, esto incluso si suponía la continuación o extensión de la fase uno. El ejemplo de ello se dio cuando Hamás frustró in extremis el fin del alto el fuego mostrando su interés de liberar al israelí-estadounidense Edan Alexander y los restos de otros cuatro secuestrados fallecidos a cambio de una hoja de ruta que suponga el acuerdo para establecer la segunda fase.
A nivel interno las asociaciones de los secuestrados israelíes presionaban al gobierno sionista para que avanzara a la fase dos del acuerdo y con ello poder liberar a todos los rehenes que aún continúan con vida. Pero eso nunca ha sido un objetivo viable para Netanyahu. La utilización de los rehenes y su victimización han sido esenciales para gestionar la guerra y continuar con el genocidio. La liberación de todos los rehenes supondría una amenaza para Netanyahu y posiblemente el fin de su carrera política.
Los aliados de extrema derecha de Netanyahu han sido esenciales para garantizar la estabilidad del gobierno. El alto el fuego suponía una amenaza para la continuidad de la coalición de gobierno. La ultraderecha israelí ha rechazado cualquier tipo de acuerdo que suponga el fin del genocidio, pero las presiones internacionales para el fin del conflicto en Gaza maquillaron un intento de alto el fuego que incluso no amenazaron la continuidad de Netanyahu en el gobierno. El líder israelí prometió en reiteradas ocasiones a la extrema derecha que la guerra se iba a reanudar y que su campaña militar sería aún más sangrienta y cruel para lograr el verdadero objetivo de esta guerra: el desplazamiento masivo de palestinos.
La crisis política que atraviesa Israel no solo se ha visto socavada por la falta de acuerdos para formar un comité de investigación que investigue los fallos de seguridad que ocurrieron en los atentados del 7 de octubre. Netanyahu sigue enfrentando varias acusaciones de corrupción, mientras que el juicio que tiene pendiente continúa posponiéndose debido a la guerra.
Netanyahu ha encontrado la manera de continuar al mando del estado de Israel: responder al genocidio con más genocidio.
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