Aún puedo respirar el humo que llega desde Los Ángeles. Una tragedia que huele a tristeza, a desolación y… a todo lo malo. A unos cincuenta kilómetros de mi residencia se han quemado miles de casas, animales silvestres y también domésticos, al igual que cuantiosas vidas humanas. Hoy queda reconocer que hemos hecho las cosas mal. La naturaleza está cobrando su deuda: el desequilibrio es grave.
Según un estudio publicado por la iniciativa World Weather Attribution (WWA) —un grupo de científicos que busca responder la pregunta de cuál es el rol del cambio climático en este tipo de eventos lo más pronto posible— asegura que el calentamiento del planeta sí aumentó la probabilidad de que se dieran Palisades y Eaton, los dos incendios que incendiaron a Los Ángeles, en los que al menos 28 personas murieron y más de 16.000 inmuebles se perdieron.
De aquellas majestuosas mansiones privilegiadas del mundo, y otras no tanto, quedan solo cenizas. El fuego ha arrasado con todo. Urbanizaciones magnificentes quedaron en ruinas: ahora son cicatrices irreparables e incomprensibles.
En la novela Lalia, la escritora costarricense Anacristina Rossi cuenta la historia de una catástrofe debido al cambio climático. En el transcurso de los tres capítulos se presenta el problema —y el abuso— con el que nos enfrentamos como especie ante los daños causados al medio ambiente. Sin embargo, en el fondo, aunque ella lo escriba como ficción, es una realidad muy cercana para todos los habitantes del planeta.
La autora revalida que ese caos —lo apocalíptico— es en respuesta a un planeta malherido. “Los glaciares se derritieron completamente, pero la bendita era glacial nunca llegó. Por eso, cuando todos volvieron a toser y toser la segunda noche y los oí hundiéndose en esa especie de asma pegajosa y terrible, jalando un aire que no los sustentaba y saliendo a la calle y saliendo al jardín buscando un oxígeno que no era suficiente, ya sabíamos que la humanidad había empujado al límite el sobrecalentamiento, y no había vuelta atrás. Lalia era la única que podía respirar ese aire y no tuvo previo aviso de que fuera a sucederle”.
Lalia sobreviviente y protagonista de la novela, no se rinde: ella es sinónimo de esperanza. En consecuencia la reconstrucción del planeta podría ser lenta pero viable. Es una novela que recién leí y coincidió durante la tragedia en Los Ángeles, lo que me afectó bastante. Sin embargo, y por el poder que tiene la buena literatura de hacernos reflexionar y mover las emociones mas profundas, quizá deberíamos de inquietarnos más ante la furia de la naturaleza. Llegar a un acuerdo importante: ¡más respeto por ella, por favor!. Recordemos que la naturaleza está imponiendo su poder, un poder que siempre ha tenido.
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