El mito de Sísifo que es descrito en uno de sus libros por Albert Camus plantea una historia de un hombre que fue condenado por los dioses por haberlos engañado, debido a esto su castigo sería empujar una gran roca a lo alto de una montaña para luego solo verla rodar hacia abajo y tener que volver a empezar. Esta labor sin fin simboliza el absurdo del ser humano de buscar un significado a su existencia a través de la repetición y el esfuerzo que se convierte en una labor inútil para regresar a su mismo punto de partida.
Por su parte, el concepto del eterno retorno, planteado por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, menciona la repetición infinita de los ciclos, como algo que ocurre una y otra vez sin llegar nunca a su terminación, por cuanto desde una implicación ética se debería convivir con la idea de que se debe asumir una responsabilidad por cada acto que se realiza y que se deben evaluar las elecciones para poder actuar responsablemente en caso de que se repita nuevamente el evento.
En los conflictos modernos el mito de Sísifo se ve reflejado en la naturaleza cíclica de los enfrentamientos, principalmente en los contextos actuales de guerras híbridas, donde actores estatales y no estatales utilizan múltiples estrategias entre enfrentamientos militares formales, hasta ciberataques y desinformación a través de la propaganda, todo esto con la finalidad de alcanzar algún tipo de ventaja, sin embargo, las acciones no logran un resultado que pueda ser definitivo y esto lleva a un ciclo interminable de tensiones y enfrentamientos, como la piedra que sube y baja de la montaña, empujada por Sísifo.
En el caso del conflicto entre palestinos e israelíes, la repetición constante de eventos es evidente. Con cada negociación, tales como los Acuerdos de Oslo, Camp David, entre otros, así como los ceses al fuego, se cree que finalmente se va a llegar a un final a la violencia, cuando de un momento a otro la situación se corta por lo delgado y se llega a nuevas confrontaciones. Es entonces donde parece que los actores del conflicto están atrapados en una lucha interminable y absurda, por cuanto no se concilian los objetivos de los palestinos entre resistir y encontrar justicia, ni tampoco la seguridad y soberanía para Israel, por lo que nuevamente la piedra sube y baja.
Ante este laberinto, Camus señala que no todo es negativo y existe una salida a esta trampa. Esta, se enfocaría en la resiliencia y en la capacidad de ambos pueblos a adaptarse y perseverar pese a las adversidades para llegar a un punto intermedio de no enfrentamiento.
Por su parte el concepto del eterno retorno donde se repite interminablemente el ciclo sin una solución, el desafío más importante está en aceptar esta repetición para transformar el ciclo de algo negativo a algo que sea más constructivo. El conflicto por sí mismo está arraigado en narrativas religiosas, culturales, políticas que parece construir solamente caminos de hostilidades donde la violencia, la negociación y la reconstrucción es una constante, pero se debe aspirar a algo más.
Ante esto, ambos conceptos coincidirían en la necesidad de impulsar un esfuerzo resiliente para resolver las diferencias y llegar a un acuerdo en el cual no necesariamente se logrará borrar todo lo que ha pasado en décadas de confrontaciones, pero sí pavimentar el camino hacia el futuro. Para esto el ciclo no se romperá, sino que se transformará.
Se debe crear un discurso que reconozca las pérdidas y aspiraciones comunes, entendiendo que para ambos la situación no ha sido totalmente un “lecho de rosas” y a partir de eso plantear iniciativas de educación conjuntas que desafíen las divisiones históricas y se sobrepongan ante narrativas prejuiciadas y discursos de odio.
Por otra parte, la cooperación en diferentes aspectos de subsistencia de los pueblos puede construir la confianza entre los grupos y formar la dinámica de enfrentamiento hacia una de mayores vínculos. Entendiendo como principio que ambos tienen derecho al lugar y que ambos tienen vínculos inquebrantables que los liga en el territorio, la negación del otro no es la respuesta.
Por último, el establecimiento de modelos alternativos de resolución nacional. En el caso palestino, por ejemplo, debido a las complejidades territoriales, forjar un Estado confederal que sea más realista a su circunstancia para que además puedan superar las diferencias internas que impiden que tengan la institucionalidad necesaria para levantar un Estado como corresponde, con la menor intervención israelí posible, sin renunciar a su derecho de seguridad.
El mito de Sísifo y la teoría del eterno retorno de Nietzsche plantean marcos para comprender la naturaleza cíclica y compleja de los conflictos, enfocado en este caso en el palestino – israelí, la respuesta ante el absurdo de lo interminables que pueden ser algunos conflictos, pero como lo esencial está en transformar estos ciclos destructivos hacia un proceso de transformación hacia un cambio.
La idea es lograr encontrar el sentido y propósito a los esfuerzos constantes, como algo más que una carga histórica, convirtiendo lo absurdo en un esfuerzo por la coexistencia y la paz, desafiando las narrativas que promueven el odio y la división, no es una tarea sencilla, pero sí un cambio elemental.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.