Ray Bradbury escribió, hace mucho, un cuento maravilloso sobre un hombre que viaja en el tiempo y participa en un safari para cazar dinosaurios. El hombre, tras ignorar una reglamentación básica, se sale de la ruta y maja de forma accidental una mariposa. Ese acto aparentemente trivial termina suscitando catástrofes futuras tales como la ruina de algunos idiomas y el ascenso de un dictador. El aleteo de una mariposa, así, no solo provoca un huracán en Oceanía, sino también el colapso de un sistema democrático y quien quita y hasta una presa en la Florencio del Castillo.
Hoy, cuando estamos abochornados de discusiones políticas, corremos el riesgo de majar una mariposa en cada like, en cada mensaje de Whatsapp, en cada proceso electoral y en cada clickbait. Y resulta particularmente complicado mantener cierto nivel de cordura en medio de tanta información calamitosa y crucialmente banal. Que si los iraníes ya atacaron Israel. Que si la "ultraderecha” en Reino Unido. Que si Maduro o Corina. Que si la bolsa de Tokio se cae a pedazos. Que si "jaguar or not jaguar". Que si dólares o colones. Que si agua contaminada. Que si el gusano barrenador. Que si tormenta tropical.
A lo largo de siglos hemos echado mano de sistemas políticos o religiosos para tratar de entendernos en el mundo y en función de nuestros semejantes. Discursos van, discursos vienen. Sermones van, sermones vienen. Titulares van, titulares vienen. Y de seguro nunca nada ha sido tan sobrecogedoramente contundente como el testimonio del otro, la escucha respetuosa de las necesidades del otro. La democracia, en rigor, va de eso y por esa razón algunos estiman que se trata de un verdadero culmen en el devenir humano. El motor de la Historia (al menos la Historia en Occidente), según los hegelianos, no es otro que la búsqueda del reconocimiento de los individuos en su totalidad y en su particularidad como sujetos de derechos.
Hace unos días, en el programa radial La Telaraña Jurgen Ureña conversó con el médico Eduardo Ruíz y la cineasta Kim Picado acerca de un tema que, de cierto modo, se relaciona con todo lo anterior: el consentimiento. Kim se ha destacado como coordinadora de intimidad en diferentes producciones cinematográficas y su labor, de hecho, parte de la necesidad de asegurar que las escenas de sexo o desnudez en una película se lleven a cabo sin comprometer la dignidad y las sensibilidades de quienes las interpretan. Eduardo, por su lado, ha desarrollado un notable trabajo en el campo de la sexología científica, tanto en el ámbito de la reflexión y la divulgación como en la consulta médica particular.
Una consideración cruzó de arriba abajo la conversación entre Jurgen, Kim y Eduardo: todo pareciera indicar que, pese a todo, como dijo Norbert Elias, las costumbres de la sociedad han ido dulcificándose desde la Edad Media hasta nuestros días. Es decir, somos menos violentos que hace unos siglos.
Sé que una afirmación como esta entraña una alta dosis de temeridad. No hace falta realizar un inventario de tragedias para recordar que en no pocas ocasiones el mundo actual se nos antoja atroz. Sin embargo, no puede negarse que, en el marco de las repúblicas democráticas, se han establecido una serie de mecanismos que permiten una cierta regulación de nuestras pulsiones de violencia y una cierta garantía de nuestra dignidad humana.
Hoy nos complace que las personas cuenten con herramientas para evitar que alguien se aproveche de una posición de poder para violentarlas. Nos complace, también, que las tasas de matrimonio infantil a nivel mundial desciendan. Y nos complace, al menos en nuestro país, saber que tenemos un sistema electoral confiable e independiente. Pero, claro, como dijo Leszek Kolawosky, no se pueden dar por imposibles ciertas regresiones culturales, cierta degeneración del espíritu humano. O sea, no podemos descartar que alguna negligencia insignificante, acaso majar una mariposa, nos eche para atrás un buen puño de años.
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Nota
El médico Eduardo Ruíz participó en otro episodio de La Telaraña donde conversó sobre sexualidad con la artista visual Elizabeth Argüello. Puede escucharlo acá y puede leer un comentario al respecto escrito por Emma Tristán en este enlace.
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