Que si un contacto de los Estados Unidos tiene un nombre o apellido latino, es que habla español o es emigrante.
Que si una compañera hace o deja de hacer algo, es mejor no preguntarle porque “puede ser peor”, “se enoja”, “arma un alboroto”.
Que si anda un chisme de que un compañero una vez, en algún lugar, acosó a alguien; por algo será.
Que las gerencias o jefaturas conocen mejor las necesidades de trabajadores que los mismos trabajadores y por eso deciden por ellos.
Que alguien que no terminó el colegio es ignorante o tonta.
Que una persona tatuada es una persona peligrosa o un delincuente.
Que si un compañero viene de tal país, es difícil, pesado, creído, vago o violento.
Que cuando hay un grupo de trabajo de solo mujeres, hay que meter un gallo al gallinero para mantener el orden y que todo fluya.
Que los abogados atrasan todo, que a los ingenieros no les gusta leer, que el departamento de gestión humana solo defiende al patrono, que todos los de cómputo son geeks.
Que al patrono no le interesa el bienestar del trabajador.
Que a Kimberly la mataron por celos o por ser infiel. A Kimberly la mató un hombre que de verdad creyó que ella era suya.
Cuando estamos en presencia de un prejuicio. Reconocerlo es el primer paso para trabajarlo y eliminarlo. Y de paso, ahorrarse demandas por discriminación y cumplir artículo 404 del Código de Trabajo:
Se prohíbe toda discriminación en el trabajo por razones de edad, etnia, sexo, religión, raza, orientación sexual, estado civil, opinión política, ascendencia nacional, origen social, filiación, condición de salud, discapacidad, afiliación sindical, situación económica o cualquier otra forma análoga de discriminación.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.