La exploración y explotación de hidrocarburos en Costa Rica son temas que se las traen. Están ahí, latentes, hasta que cobran relevancia, como ha ocurrido durante los últimos meses. En febrero de este año, la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP) presentó una Propuesta para una política energética equilibrada, que apunta hacia una Costa Rica dotada de suministros nacionales de energía renovable y no renovable. Poco después, el presidente Rodrigo Chaves manifestó la posibilidad de autorizar la exploración de gas natural.
En este contexto, la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED) convocó, el pasado 1 de noviembre, a cuatro figuras destacadas y conocedoras de este tema, al conversatorio Diálogo acerca de los combustibles fósiles, una mirada a la situación de Costa Rica y el mundo. En el conversatorio estuvieron presentes Christiana Figueres, Mihaela Dobrinescu, Carlos Roldán y Roberto Artavia. El panel contó con la acertada moderación de Eduardo Ulibarri.
Vale la pena escuchar las dos horas y media de conversación, que discurrieron con respeto y elocuencia. Es una buena base para formarse una opinión en relación con este tema crítico y estratégico. Dos de los participantes estaban a favor de la exploración y explotación petrolera en Costa Rica. Los otros dos estaban en contra. Rescato algunas ideas clave, que surgen a partir de esa conversación y comento los argumentos que considero de mayor peso en ambos grupos.
A favor
Mihaela Dobrinescu y Carlos Roldán argumentan que usar hidrocarburos extraídos de suelo costarricense ayudará durante la transición energética, hacia una Costa Rica libre de carbono al 2050. Carlos Roldán sostiene que una buena parte de la flotilla vehicular podría funcionar con gas natural extraído por la Refinería Costarricense de Petróleo (Recope). Así, el país emitiría un poco menos de gases de efecto invernadero, lograría reducir significativamente su factura de pagos y todos ganaríamos al tener un costo más bajo por el combustible que necesitamos.
Estos argumentos no toman en cuenta las enormes dificultades que tiene el país para llevar a cabo proyectos de infraestructura más sencillos, como la construcción de carreteras. Así, se le estaría encargado una responsabilidad titánica a Recope y al Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE), ya que este último tendría que conseguir el expertise para realizar los procesos de supervisión y fiscalización necesarios para esta industria de alto riesgo, altamente especializada. La apuesta por el oro negro es demasiado alta.
En contra
Christiana Figueres y Roberto Artavia nos recuerdan que el boom de la industria petrolera ocurrió hace más de 50 años. Ya nos dejó el tren. ¿Por qué vamos a devolvernos a esa tecnología si Costa Rica siempre ha ido a la vanguardia en temas ambientales? Christiana Figueres lo ilustró, con gran claridad, a partir de la siguiente analogía: “La edad de piedra no se terminó porque faltaran piedras. La edad de piedra se terminó porque descubrimos los metales, que son mucho superiores a las piedras, y la edad del petróleo no se acabará porque se acabe el petróleo”.
Por lo tanto, se trata de tomar una decisión estratégica como país en relación con la posibilidad de permanecer en la edad del oro negro o de reaccionar como el país de avanzada que hemos sido en lo ambiental, lo social, la innovación y en la conformación de una sólida marca país que nos representa internacionalmente. Si decidimos ir hacia atrás y promover la industria del petróleo, abriremos una enorme caja de Pandora, ya que esta industria se asocia directamente con la pérdida de biodiversidad.
La iniciativa de la AED por promover un diálogo en relación con este tema es encomiable. Ojalá sea el inicio de varias conversaciones sobre este y otros temas complejos, como la minería, que también se incluye en la categoría de “temas sobre los que no queremos hablar”.
El oro negro es una tecnología del pasado y, a estas alturas, Costa Rica no debe mirar hacia atrás. Nuestro oro es verde, no negro.
La ruta
Favorecer la exploración y explotación del gas y petróleo en Costa Rica tendrá efectos negativos, tanto a nivel nacional como internacional. En el país podría haber reacciones radicales entre quienes estén a favor y en contra, que no convienen en un contexto que ya de por sí está bastante polarizado. Darle esta tarea a Recope supone un riesgo grande para el país, considerando que nunca ha realizado explotación petrolera y que tiene más de 30 años de no realizar trabajos de exploración.
Además, seríamos el blanco de críticas internacionales como consecuencia de nuestro doble discurso. Un doble discurso que quedaría al descubierto debido a que varios países y organismos internacionales han confiado, justamente, en el discurso oficial: el que está en nuestro Plan Nacional de Desarrollo y propone el cambio climático como un eje transversal de todo lo que hacemos.
¿Cómo justificaríamos esta nueva orientación, o tal vez habría que decir, desorientación, precisamente ahora, que hemos sido designados sede de la próxima cumbre de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP)? ¿Qué explicación podríamos ofrecerle al Fondo Monetario Internacional, que nos brindó el primer crédito para resiliencia en infraestructura ante el cambio climático? No deberíamos poner en riesgo nuestra credibilidad y nuestra palabra.
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