¿Para qué creamos hábitos?

Cada persona tiene sus propias conductas habituales, que son prácticas rutinarias de comportamientos que enriquecen de alguna manera su bienestar, el de su comunidad o el de la biósfera. Desde la Grecia antigua, los estoicos describían y razonaban acerca de sus hábitos. Hace 35 años se publicó el famoso libro de Steven Covey, Los siete hábitos de la gente altamente eficaz. Hace cinco, James Clear publicó Hábitos atómicos. La cantidad de fuentes para aprender a crear hábitos es abundante.

No pretenderemos, en un artículo de opinión, ayudarle a una persona a transformar sus vicios degradantes en virtuosos hábitos. Sí es importante señalar que cada persona conoce bien sus vicios. También es pertinente indicar que todo vicio puede transformarse en un hábito virtuoso que impulse el bienestar de la persona y más allá.

Vale la pena mencionar que las comunidades y organizaciones humanas también pueden crear hábitos de bienestar. Incluso el Estado puede configurar la aspiración de una conducta en una ley, de manera que la nación entera deba comportarse de una determinada manera para su propio bien. Llama la atención pensar que la abolición del ejército, que está por cumplir 75 años, es una norma constitucional que se convirtió en el hábito colectivo de ser una cultura desmilitarizada que ha trascendido múltiples generaciones.

Todas las personas y organizaciones tenemos disciplina en mayor o menor medida, pero no todas la empleamos en crear hábitos. No creemos que haya personas indisciplinadas, sino que hay personas que no crean hábitos de bienestar. Esta es una buena práctica que ofrece múltiples beneficios. Crear hábitos permite transformar un anhelo, interés o meta en un comportamiento que se repite de manera rutinaria sin necesidad de pensar o decidir si se hace o no.

La creación de hábitos es la sucesión de fases de acción orientada hacia la eficacia. De alguna forma, es la automatización de prácticas que estimulan el bienestar y desarrollan a las personas. Para transformar una idea en un hábito, sugerimos estas pautas:

  • Identificar un comportamiento que nos gustaría realizar de manera habitual.
  • Preguntarse para qué querríamos comportarnos de esa forma.
  • Invertir voluntad en hacerlo una vez.
  • Emplear disciplina en repetirlo suficientes veces.
  • Crear conciencia acerca de los beneficios resultantes.
  • Elegir actitudes que refuercen la práctica del hábito.

Esta secuencia de decisiones emerge del espíritu emprendedor que cada persona posee. Nos ayuda a operar desde nuestro sentido de propósito. Nos orienta hacia el bienestar. Nos ofrece valiosa retroalimentación sobre nuestra capacidad de transformarnos en procura de nuestros sueños.

Antes de lanzarse a crear hábitos, tiene sentido crear un inventario de hábitos que vemos en nosotros mismos y en otras personas. Hay quienes sugieren, además, que se debe iniciar creando un hábito a la vez. Según de lo que se trate, podrían incorporarse varios hábitos de manera simultánea. Por ejemplo, horas de sueño, ayuno intermitente, hidratación y ejercicio físico podrían desarrollarse de manera simultánea siempre que tengamos claro para qué lo queremos hacer.

Como nación, es fundamental que también levantemos un inventario de los hábitos que nos han transformado en una cultura virtuosa. Igualmente, revisar cuáles buenas prácticas existen allá afuera para adoptarlas y diseñar las condiciones para el florecimiento continuo de la nación costarricense.

¿Cuáles otros ejemplos podríamos imaginar de hábitos que han hecho florecer la cultura costarricense de una manera intencional?

Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en Facebook, LinkedIn, Twitter y a nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.