Las mujeres “maduran primero”

No es un secreto que hay una anulación y un cruel arrebato del juego de las niñas a corta edad. Cuando ya son suficientemente “grandes” no les conceden confianza en su juicio o inteligencia (ojalá), pero sí les entregan la carga del cuido, principalmente con sus figuras masculinas: hermanos, padres, compañeros de clase. Siempre estamos pendientes de sus tareas, sus notas, su desorden, su ropa, su alimento (exceptuando los casos más macabros de explotación infantil) y todas las formas de cuidado que, desde lo hetero normado, se les zampa de una cucharada.

Y encima, no solo esto es convenientemente ignorado, sino que de las mujeres y las niñas se espera lo perfecto, incondicional e ilimitado, así como esperamos lo mismo de la naturaleza a la cual le succionamos el recurso y aún así nos quejamos; aún así las niñas super heroínas son “mandonas, intensas y creídas”.

Por supuesto, la historia con los niños es otra: aún juegan (tengan 13 años o 55). Con lo que las niñas juegan en su niñez no se manifiesta tanto siendo adultas como sí los hombres tienen el permiso social de seguir jugando cartas, futbol, videojuegos, entre otros.

¿Están seguros que las mujeres “maduran primero” o más bien nosotros las arrancamos de donde estén para que se cumplan las escrituras del género?

¿Están seguros que los hombres “maduran después”?

Barbie humana-humanidad barbie

Barbie como muñeca-marca fue más una excusa y consecuencia de nuestro sistema de pensamiento que un plan maquiavélico de una empresa para dominarnos patriarcalmente. Margot Robbins menciona “ (…) la película no es tanto de las barbies, pero sí de nosotras y nosotros”. Y Barbie nos expone una necesidad de idealizar y aprender a desear cierta clase y cierta vida: Barbie sigue tiene su propia casa, propio carro, ropa, ausencia de hambre, oportunidades y sus sueños intocables. Y no hay discusión.

La promesa capitalista nos sostiene, ¿o la sostenemos?

¿Barbie es un producto o es más bien un retrato?

Barbie no creó precisamente de sus manos un mundo individualista, capitalista y emocionalmente utópico, fuimos nosotres. Si Barbie se asocia con lo blanco, delgado, clase alta, “realización personal” sé lo que quieras ser, binario, hetero normado, es porque así han narrado al mundo los grupos de poder; los hombres de poder.

¿Marketing vacío?

No lo sé. Pero puedo asegurar que necesitábamos que esta discusión se tornara taquillera, enfocar lo que realmente urge en lo masivo. Las compañías (los países, empresas), ergo, la humanidad merecemos derecho a la expansión de nuestra propia narrativa, así como hacerse responsable de lo destruido.

¿Cómo sería estar en Barbie Land?

Con todo y que Barbie Land sea un espacio ficticio-fantasioso, light rosa —casi paródico— e improbable con nuestra civilización, es un lugar en el que las mujeres no se tienen que disculpar por su éxito o sus dones, donde ningún hombre nos toca sin consentimiento, donde el acoso callejero no existe, donde sus identidades y apegos están “seguros”, donde no tienen tareas de cuido recargadas y pueden “ser lo que quieran ser”, un mundo sin explotación de las mujeres, donde son un ser autónomo pero actúan en comunidad *no desde el punto de vista de las comunidades ancestrales, tribales y originarias* pero actúan en comunidad. Un mundo fácil de imaginar pero ¿difícil de pedir?

¿Agradecerle a Barbie?

Por un lado, fue un portal para que las niñas imaginaran, jugaran fuera de la realidad que las esperaba con cruces, ficios y tareas. Por otro, nos estableció un estándar contaminado de todo lo que hoy nos duele y seguimos sanando.

Barbie o no, esta discusión es una emergencia. Greta nos puso en evidencia de una forma muy ingeniosa y explícita. Y a quien le arda le pregunto:

¿Alguien con su sano juicio preferiría vivir como un Ken en Barbie Land o como una mujer en el mundo real?

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