La democracia solo subsiste con una cultura que haga que el pueblo la defienda y promueva. Las noticias que nos ofrece la última edición de Latinobarómetro sobre la situación de la democracia en nuestra región y en nuestro país deben merecer la atención de los costarricenses y nos llaman en su auxilio.

Tradicionalmente hemos ocupado uno de los primeros lugares por el apoyo de nuestros ciudadanos a la democracia. Ante la pregunta de si la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, en 18 de las 20 mediciones de Latinobarómetro que se efectuaron desde 1995 a 2020 estuvimos en el primero o el segundo lugar junto con Uruguay. Las únicas excepciones habían ocurrido en 2013 y 2015.

Pero en la medición de 2022 dada a conocer hace muy pocos días por la Corporación Latinobarómetro en el “Informe 2023 La Recesión Democrática de América Latina” en la respuesta a esa pregunta “Los países con mayor disminución de apoyo a la democracia son Venezuela (-12%), Costa Rica (-11%) y Guatemala y México (-8%). Se puede decir que esta caída es abrupta, especialmente para un país como Costa Rica que ha estado históricamente entre los más democráticos de la región. Este país acusa así recibo de un problema a nivel de su democracia”.

Con relación a la pregunta de si “Da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático” … “En 12 países aumenta esta indiferencia entre 2020 y 2023, siendo Costa Rica y Guatemala los que registran la mayor alza (10%) … Nuevamente Costa Rica aparece con datos negativos”.

América Latina está representada en estos estudios por Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En Nicaragua no se realizó la encuesta en estos últimos informes por la inseguridad en que estarían los encuestadores ante las medidas dictatoriales contra los derechos humanos que se dan en esa hermana nación.

Los datos de 2022 para esas naciones y el conjunto de la región refuerzan la tendencia recesiva de la democracia que se viene dando después de 2010.

El Latinobarómetro nos indica en este informe:

En 2023 solo el 48% apoya la democracia en la región, lo que significa una disminución de 15 puntos porcentuales desde el 63% de 2010. El autoritarismo se ha ido validando poco a poco, en la medida que no se le condena, ni se sabe bien cuál es el umbral donde un país deja de ser democrático… Al observar los datos desde 1995, el año 2010 es el segundo con mayor apoyo a la democracia obtenido desde 1995. El primero fue en 1997 y 1998 con 65%. El declive a partir de 2010 ha sido sistemático durante más de una década.”

Entre 1995 y 2020 solo Uruguay y Chile pierden menos apoyo a la democracia que Costa Rica. Ahora como he señalado la situación es drásticamente distinta entre los reportes de 2020 (medición de 2019) y de 2023 (medición de 2022). En estos últimos 3 años mientras la región solo pierde un punto porcentual de apoyo a la democracia y queda esa respuesta con un 48% de opiniones favorables, en Costa Rica se cae del segundo lugar con 67% de apoyo, al quinto con solo 56% de respuestas favorables.

¿Es esta disminución en el aprecio de la democracia solo un conjunto de opiniones que responden a la variabilidad, a los vaivenes propios de la opinión pública?

Desdichadamente la respuesta debe ser negativa.

También aumenta en nuestro país el apoyo al autoritarismo en 5 puntos porcentuales. Más de la mitad, un 56% de los consultados, están no muy satisfechos o nada satisfechos con la democracia. Hay todo un 43% que está de acuerdo o muy de acuerdo con un gobierno no democrático que resolviera los problemas. Un 37% está de acuerdo con que en caso de dificultades un gobierno controle las comunicaciones. Un 79% está en desacuerdo o muy en desacuerdo con que los partidos políticos funcionan bien.

¿Es importante el apoyo de los ciudadanos a la democracia, o basta con una institucionalidad constitucional del estado de derecho que haya venido operando para preservar la democracia?

Daron Acemoğlu y James A Robinson en su obra El Pasillo Estrecho con argumentos razonables y acudiendo a las experiencias históricas nos dicen que no. Y nosotros lo hemos vivido y lo estamos sufriendo en nuestro continente. En los ochenta Venezuela era con Colombia y Costa Rica las tres democracias que operaban en América Latina. Bastaron pocos años de gobierno legítimamente electo de Hugo Chaves para que se cambiara la Constitución, se controlara por el ejecutivo a los otros poderes del estado, se arrebatara a sus dueños medios de comunicación, se limitara y manipulara a partidos y políticos. La sociedad dejó de controlar al Estado y se cayó en un populismo autoritario.

Lo mismo hemos visto ocurrir en nuestra propia frontera a partir de 2007 con el gobierno inicialmente legítimamente electo de Daniel Ortega. Está ocurriendo en Bolivia con los encarcelamientos de la expresidenta Jeanine Añez, el gobernador Luis Fernando Camacho, y otros más, además de la injerencia indebida en los procesos judiciales. Se da con los excesos arbitrarios contra la independencia de poderes y los derechos humanos y el intento de presentarse como candidato contra la disposición constitucional del presidente Bukele de El Salvador.

La democracia es frágil.

Para sobrevivir la democracia liberal requiere una sociedad que la preserve. Como dicen Acemoğlu y Robinson “La libertad necesita una sociedad activa, que participe en política, que proteste cuando sea necesario, y que saque al gobierno del poder cuando viole el estado de derecho”.

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