Incluso antes de nacer, nuestro cuerpo ya ha experimentado múltiples procesos de adaptación a los cambios para crear las condiciones fisiológicas necesarias para sobrevivir a un nuevo entorno, trascender la vida intrauterina.

Es así como podemos decir que nuestro sistema se encuentra naturalmente equipado con recursos que le permiten ir enfrentando los cambios de la vida y desarrollar procesos adaptativos que le permiten evolucionar.

Durante el desarrollo vivimos experiencias que estimulan la creación de nuevas conexiones neuronales que nos hacen cambiar. Eso incluye tanto experiencias agradables que son recordadas con alegría y que podemos contar con naturalidad, como aquellas amenazantes que quedan grabadas en los niveles medio e inferior de nuestro sistema límbico y resultan inaccesibles a nuestra voluntad consciente.

Este escenario para el cambio involucra al menos los siguientes elementos: un sistema natural para adaptarnos, recursos individuales, recursos comunes y un entorno que emite permanentemente información hacia nuestros sistemas, tanto agradable como amenazante. Con esta coyuntura, tenemos la capacidad de conducir nuestros procesos de cambio hacia el bienestar integral.

Comparto algunas consideraciones para enfrentar los procesos individuales de cambio.

  1. El cambio “amenaza” el sistema. Adaptarnos al cambio implica adoptar nuevas formas, habilidades y comportamientos, al mismo tiempo que se abandonan los antiguos. Esto puede generar presiones internas, dolor y resistencia, a pesar de ello, el sistema sigue construyendo nuevas conexiones para adaptarse al cambio.
  2. Poseemos recursos internos y del entorno sin utilizar. Identifíquelos en una lista y reflexione cómo esos recursos pueden potenciar su proceso de cambio y desarrollo.
  3. Perseverar a pesar de los retrocesos. Volver al propósito, preguntarnos porqué es necesario el cambio y si queremos cambiar para nuestro bienestar o para satisfacer las expectativas de los demás.
  4. Generar nuevas conexiones para el cambio es un proceso. Haga una lista de las habilidades y el conocimiento necesarios para abordar la transición y concrete pequeñas tareas de forma consistente.

Reconocer nuestra capacidad natural para adaptarnos y las resistencias de nuestro sistema para cambiar, resulta esencial para desarrollar un proceso de transición saludable. Nos permite reconectar con nuestras fortalezas, aprovechar los recursos del entorno, y desarrollar aprendizajes significativos que trasciendan la experiencia particular y provocan estados de bienestar integral.

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