Ante las muchas solicitudes recibidas al respecto, en el boletín de hoy les ofrecemos una sinopsis del origin story de Fulanito.

Contrario a lo que se puedan imaginar, esta historia no inicia con el envío de un currículo a una dirección de correo electrónico para aplicar a alguna posición que se había anunciado ni con una feria de empleo. No.

Fulanito es un primo de un amigo de la hermana de un trabajador de la empresa, y nos lo recomendaron en un momento de crisis: teníamos muchos papeles en cajas y que necesitábamos alguien que nos metiera el hombro para acomodar el desastre.

Y así Fulanito llegó a nuestras vidas. Le hicimos un contrato de servicios profesionales por seis meses, que fue lo que calculamos que duraría el proceso. El aprendió con tutoriales cómo manejar el ATV y el sistema de facturación de Hacienda. Mes a mes recibíamos facturas y mes a mes le pagábamos sus honorarios.

Pero Fulanito es entrador, conversón y amiguero. Para cuando nos dimos cuenta, usaba la camiseta del uniforme igual que los demás muchachos, porque la compró en la Asociación. Había fotocopiado y emplasticado un badge, con la foto de él, que andaba puesto siempre, aunque no le servía para abrir puertas. No faltaba a una sola capacitación, reunión, salida a comer, carne asada o fiestas. Se hizo una firma en su correo de Hotmail con un título inventado: “Jefatura Departamento de Soporte Documental, coordinación y enlace”. Llegaba de oyente a las clases de inglés.

Iba de metiche a las actividades de voluntariado de la empresa, era jurado de la competencia de decoraciones de Navidad y de Independencia, se encargaba de recoger platas para compañeros que lo necesitaban, organizaba baby showers y cumpleaños y a medio día siempre iba a correr con los del grupo de atletismo.

Pasaron los seis meses y nadie se dio cuenta ni renovamos el contrato. Terminó de acomodar papeles y lo pusimos a ayudar en otras cosas.

Diay, Fulanito se nos fue haciendo uno más de la empresa, porque es muy feo eso de tratar diferente a alguien, de decirle que no en la cara o hacerle la grosería. Además, podía resentirse.

Es muy feo, pero legalmente también es peligroso.

Para cuando nos dimos cuenta, ya era muy tarde. Fulanito, sin estar en planilla, tenía llamadas de atención por llegar tarde y el jefe varias veces había pedido a planillas que le pagaran extras cuando se quedaba tarde trabajando. Lo sentaban con los demás a hacerle evaluaciones de desempeño, le ponían metas, se las medían y le jalaban el aire si no las cumplía. A fin de año, se autorizó a un pago adicional como agradecimiento. O como dijo Fulanito “¡Tan bellos! ¡Gracias por mi aguinaldo!”

No tuvimos corazón para dejarlo sin ingresos durante las semanas que todos nos fuimos de vacaciones. Cuando empezamos a revisar, nos dimos cuenta que Fulanito no se registró como trabajador independiente  (“Es que él dice que él tiene seguro voluntario”) y tampoco tenía póliza de riesgos del trabajo, que en alguien tan dulce para las tortas, es indispensable. Si le hubiera pasado algo en un paseo o en una actividad o en la empresa misma, los responsables hubiéramos sido nosotros.

Llegó la opinión de Legal recordándonos que, en temas laborales, se impone el principio realidad: lo que importa es lo que ocurre en el día a día, precisamente lo que descuidamos. Y que era claro que Fulanito tenía todo para ser considerado un trabajador común y corriente con derecho a todos los beneficios:

  • Recibía un salario mensual. Sí, la misma suma todos los meses, le decíamos Todas sus facturas estaban emitidas a nombre de la empresa. Si se saltaba un número, era que la había anulado por alguna equivocación.
  • Prestaba el servicio de forma personal. Sin duda. Si Fulanito se enfermaba o tenía mandados, ese día no se movía nada en el Departamento de Soporte Documental, coordinación y enlace.
  • Había una relación de subordinación. Era evidente. Si hasta se le había amonestado…

No podíamos engañarnos ni esquivar la responsabilidad. Fulanito no ofrecía sus servicios en el mercado a varios clientes, como lo haría un técnico, un consultor o un profesional liberal. Fulanito no tenía organizado un negocio de archivo de papeles, apoyo documental o nada parecido. No asumía ningún riesgo financiero en su operación, porque todo se lo daba la empresa. Le pagamos vacaciones, aguinaldo y se le trataba igual que a cualquier otro. Todos sus compañeros hubieran dicho, sin dudarlo, que él era uno más, sin diferencia alguna.

Había que apechugar. Ya la contingencia estaba creada. Así que lo pusimos a firmar un contrato laboral por tiempo indefinido, cumplimos con todos los registros en la CCSS y ante el INS, pagamos las multas y cuotas pendientes, le dimos copia de las políticas y no lo entrenamos porque ya Fulanito se sabía las políticas de cabo a rabo.

Desde entonces Fulanito es empleado regular de la empresa. Él lo disfruta muchísimo y nosotros, pues, lo padecemos pacientemente.

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