El chulo procesal termina su relación laboral, por cualquier motivo y recibe el pago correcto de sus prestaciones. No es raro que sea él quien renuncia. Tampoco es raro que, durante el tiempo que trabajó, haya sido tratado bien, con permisos y sin deducciones para atender sus asuntos personales, flexibilidad en sus horarios, salario justo, beneficios, etc.

El chulo procesal, a pesar de saber que todo se hizo en regla, decide que merecía más de lo que por ley corresponde o se entera de algún mito urbano donde alguien puso una demanda laboral y le pagaron un montón de plata.  Nada pierde con intentarlo. Busca a la defensa pública o a un abogado privado.

“Me deben como 5 mil horas extra” – a pesar de que nunca trabajó extras o que las que trabajó, se las pagaron. Aunque las supuestas cinco mil horas extra impliquen que trabajó más tiempo de lo que duró la relación laboral o que trabajó todos los sábados, domingos, feriados, no tuvo vacaciones ni se incapacitó nunca “Algo se saca de ahí ¿verdad?”

“El carro era de uso discrecional”- Mentira. Era un carro de la empresa, que solo se usaba para cosas de la empresa, con un uso regulado por una política – “Diay, es que yo aprovechaba para hacer mis cosas, llevar a los chiquillos o a mi esposa. ¿Quién se iba a dar cuenta? Con eso del carro discrecional es 50% más de salario, ¿verdad? Y ¿ajustan la liquidación?”

“A mí me contrataron de asistente de bodega, pero yo hacía funciones de Gerente de Logística, pero me seguían pagando como asistente de bodega. Me deben esa diferencia de salario y los ajustes de vacaciones, aguinaldo y la liquidación”

“De testigos, mi hermanillo, que ese me ayuda en lo que sea. Y dos ex compañeros de oficina”- dos ex compañeros que salieron en malos términos con la empresa, amenazando con vengarse.  Y si al chulo procesal lo ponen a declarar, es posible que mienta. Igual que los testigos.

“¿Esas diferencias de salarios no había que reportarlas a la CCSS? ¿Los denuncio? ¿Podemos pedir salarios caídos? ¿Intereses? ¿Que ellos le paguen a mi abogado?¿Podemos demandar además personalmente a mi jefe? ¿Pedir que le embarguen la casa y el carro?”-  El abogado sugiere que llamen a confesional al apoderado de la empresa, con quien el chulo procesal nunca interactuaba y que no sabe nada del tema “Por joder. Por poner presión”

La demanda queda con un reclamo por una suma enorme. Digamos, ciento cincuenta millones de colones. Tal vez un poco más.

“De por sí ellos tienen plata”

Y empieza el proceso, que durará muchos meses, con intereses acumulándose. La empresa debe recurrir a su propio abogado, plantea su respuesta y se defiende, ofreciendo la prueba con la que cuenta, que muchas veces es la que hay y difícilmente es perfecta.

La empresa sabe que el sistema protege a la parte más débil de la relación laboral, que es el trabajador. Y que el chulo procesal abusa de esa protección. Sabe que no hay certeza que de aquí al día del juicio aun cuente con los testigos, porque la gente se va, se olvida, pierde interés.  Sabe que es un albur.

El día de la audiencia, antes de entrar a analizar la prueba, se abre la posibilidad de conciliar. Y no es algo a descartar. Los jueces y los abogados se lo repiten: con un juicio nunca se sabe qué pasará. No se puede garantizar nada. La decisión le corresponde a un tercero.  Es motivo suficiente para tratar de cerrar esto de una vez, aunque el chulo procesal no tenga derecho a nada. No vale la pena correr riesgos.

Se llega a una conciliación de menos del 5% de lo que pretendía el chulo procesal originalmente. Si el chulo procesal tiene abogado privado, es probable que sea un poquito más porque el abogado procurará garantizar sus honorarios y al chulo procesal le tocará el resto.

Es injusto. No tiene derecho. Es casi una extorsión. Es injusto. Y, sin embargo, muchas veces es mejor pagarle y terminar con esto.  ¡Qué cólera!

El chulo se lleva sus dos millones de colones —muy lejos de los 150 que pretendía— pero va contento. No le costó nada y ahí van en su bolsa o en su cuenta de banco. Y así, hasta que consiga otro trabajo donde algún día renuncie y pueda volver a hacer lo mismo.

Son excepciones, los chulos procesales. La mayoría de la gente que acude a los tribunales laborales lo hace porque no tiene otro remedio, porque es la única forma de exigir sus derechos. Pero entre ellos, se cuela el chulo.

Y sí. Todo esto deja un mal sabor de boca. Uno muy amargo.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.