En el más reciente reporte del IPCC (principal órgano internacional creado por las Naciones Unidas para ofrecer una visión científica clara del estado de los conocimientos sobre el cambio climático y sus posibles repercusiones) se confirmó la responsabilidad de los seres humanos sobre el deterioro y los cambios irreversibles en nuestro planeta. Nada nuevo ahí. Sin embargo, la severidad y la rapidez en que avanza el deterioro sí sorprendió en sus detalles. Paralelamente, las noticias globalmente levantan la alarma por distintos eventos climáticos extremos. Nuestro país no es la excepción, lluvias extremas, inundaciones, infraestructura afectada nos han acompañado los últimos meses.

Ya pasó el momento de cuestionar si es real o no, si debemos actuar o no, o quién debe actuar. Para los países en desarrollo, con recursos tan limitados, es una situación compleja. Seguimos en una posición desigual e injusta para hacer frente a un contexto cada vez más crudo en su impacto. Por lo tanto, no busco una posición idealista al respecto, sino una realista, y pasar del discurso de riesgos o de responsabilidades a uno estratégico y de oportunidad.

Hablar del cambio climático no es fácil, hay muchos puntos de vista e intereses comunes y particulares. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pactos y acuerdos mundiales no han logrado encaminarnos hacia una ruta de recuperación. Este es un tema vasto, por lo que me gustaría enfocarme en tres ideas que considero importantes en cualquier discusión relacionada con cambio climático y sobre todo cuando se toman medidas y decisiones sobre el tema.

Para empezar, la lucha contra el cambio climático debería trascender ideologías y colores políticos. La urgencia de acción debe llevarnos a hacer un esfuerzo por desligar las ideologías de las decisiones y acciones contra el cambio climático. No es momento para que las dinámicas políticas dominen la agenda que debe llevar a modelos país más responsables. El cambio climático no debería ser algo que siga dividiendo, por lo que no debe asociarse a la agenda de partidos políticos particulares. Las estrategias, políticas públicas, acuerdos, acciones, deben ser una agenda independiente de la cual todos nos apropiemos.

Esta década ha sido determinada por las Naciones Unidas como “la década de la acción”, la cual exige acelerar las soluciones dirigidas a los principales desafíos del mundo. Esto debería reflejarse en una conversación país continua y compartida que nos permita profundizar y madurar las implicaciones del cambio climático para nuestro contexto y su relación con otros temas también nos impactan día a día. En el país, contamos con personas de renombre mundial en la lucha contra el cambio climático, en ellas encontramos voces que debemos escuchar, que su guía es invaluable, pero que deben dejar de estar solas.

A menos de 6 meses de las elecciones presidenciales en Costa Rica, nos encontramos con una campaña dominada por una discusión alrededor de la recuperación económica. Un panorama multipartidista y sumamente dividido eleva la necesidad de una ciudadanía con una visión clara de las prioridades y sobre todo de los temas que no pueden dejarse de lado por una visión cortoplacista. Si el cambio climático no va a estar en la mesa de discusión previa a la elección, es nuestro deber exigir su relevancia sin importar quiénes queden electos. Eso no debe ser negociable.

Esto me lleva a mi segundo punto, una voz común no debe simplificarse a un solo actuar. En esta lucha hay distintos roles, y es importante entender cuál o cuáles jugamos cada uno de nosotros y cuáles tienen los demás. Más allá de un asunto de responsabilidades, que es una discusión sobre el pasado, enfoquémonos en el impacto potencial del rol que tenemos. Hablar desde la posibilidad, desde la oportunidad y desde la esperanza.

Al analizar roles, podemos identificar tres niveles:

  • Acciones a nivel mundial para garantizar un mayor liderazgo, más recursos y soluciones más efectivas con respecto a los objetivos globales.
  • Acciones a nivel local, que incluyan las transiciones necesarias en las políticas, los presupuestos, las instituciones y los marcos reguladores de los gobiernos, las ciudades y las autoridades locales. Resalto el papel fundamental de las municipalidades que deben ser capaces de trazar una ruta de acción apegada a la realidad de cada contexto que lleve los recursos y estrategias país a su máximo impacto, así como la responsabilidad del gobierno de dictar y reformar políticas públicas que eliminen incongruencias en un discurso de desarrollo sostenible y de las mejores oportunidades de evolución a modelos responsables al sector productivo.
  • Acciones por parte de las personas, la sociedad civil, los medios de comunicación, el sector privado, los sindicatos, los círculos académicos, entre otros. Aquí entran las decisiones y el modelo de vida que sigue la ciudadanía, pero también las empresas que por una búsqueda de colaboración a la lucha común también tienen que buscar oportunidades de desarrollo económico en los cambios de mercados y tendencias que un nuevo paradigma sostenible y regenerativo exige.

Entender nuestro papel no es impulsar el individualismo o un accionar aislado. Lo que hagamos nos afecta a todos por lo que nos corresponde a todos actuar según nuestro papel, pero también exigir el actuar de los otros. Visibilizar, señalar con respeto y exigir cuando sea necesario.

En esta idea de encadenamiento está el tercer punto que me gustaría poner en la mesa. Si bien el cambio climático afecta a todas las naciones, también se debe resaltar que hay y siempre van a existir ganadores y perdedores. Los impactos del cambio climático y la vulnerabilidad de las comunidades varían ampliamente, pero se sabe con certeza que la variabilidad climática actúa sinérgicamente con las vulnerabilidades ya existentes. Por esta razón, hablar de acciones para responder al cambio climático debe ser siempre bajo una mirada de inclusión y equidad.

Ante un panorama tan sombrío como lo es el cambio climático, y en un país de gran vulnerabilidad y con recursos tan limitados es importante no caer en inacción. La inacción resultará más costosa que las acciones de mitigación y adaptación juntas. No solo en términos económicos, sino sociales también. Costa Rica tiene una huella de carbono poco significativa a nivel global (de alrededor de 0,002%) y gracias a buenas acciones históricas, el país tiene una voz fuerte como uno de los países que lidera las acciones contra el cambio climático.

El país tiene muchas incongruencias y espacio para mejorar. Pero en esta imagen país, hay una gran oportunidad. Una oportunidad para responder responsablemente al cambio climático, con acciones equitativas, con oportunidades de negocio para el sector privado, con desarrollo que disminuye brechas económicas, y con una estructura que de mejores herramientas y oportunidades a todas las personas para adaptarse y responder a los impactos climáticos cada vez más crudos.

Dentro de la complejidad del tema de cambio climático, concluyo con un mensaje positivo. Sin dejar de ser conscientes y realistas me gusta enfocarme en la idea de oportunidad. El desafío más grande de la historia es un espacio para la evolución, para el cambio y para encontrar espacio para el desarrollo. Una oportunidad como país para que su voz e imagen se reflejen en acciones honestas, una oportunidad para actores locales y sector privado para encontrar desarrollo en modelos más responsables, y una oportunidad como ciudadanía de unirnos en un objetivo común.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.