La pandemia por COVID-19 evidenció el peso de las enfermedades infecciosas en el mundo. Aunque predominan las muertes por enfermedades no transmisibles, cerca del 15% de los fallecimientos globales todavía se deben a infecciones como las respiratorias, diarreicas, tuberculosis, VIH y malaria. Este impacto es mayor en países de ingresos medios y bajos, donde la falta de inversión en salud pública, infraestructura sanitaria y acceso a medicamentos antimicrobianos agrava la situación.
Desde los años cuarenta, los antimicrobianos transformaron la medicina, pero su uso indiscriminado en humanos, animales y agricultura ha impulsado la resistencia a los antimicrobianos (RAM), hoy considerada una amenaza global.
La RAM provoca fallos terapéuticos, mayor mortalidad y costos elevados de atención. En Costa Rica se estima que muere una persona por día debido a infecciones por bacterias resistentes; en 2019, más de 6 millones de muertes en el mundo se asociaron a este problema, y para 2050 podrían alcanzar los 10 millones anuales.
En 2015, la Organización Mundial de la Salud lanzó el Plan de Acción Mundial contra la RAM, y Costa Rica elaboró su propio plan nacional 2018-2025, próximo a vencer.
Nuestro país ha avanzado en cuatro áreas clave:
- Diagnóstico microbiológico: los laboratorios han mejorado la detección de patógenos y genes de resistencia mediante métodos moleculares y, más recientemente, secuenciación genómica. Sin embargo, es necesario ampliar estas capacidades y formar profesionales en bioinformática e inteligencia artificial.
- Vigilancia nacional: el Centro Nacional de Referencia de Bacteriología coordina una sólida red de laboratorios, aunque requiere más personal, infraestructura y la incorporación de laboratorios aún no integrados.
- Optimización del uso de antimicrobianos (PROA): algunos hospitales y clínicas aplican estos programas, esenciales para garantizar terapias adecuadas, pero su cobertura es insuficiente.
- Receta digital: su reciente implementación mejora la trazabilidad del uso de antibióticos y permitirá conocer mejor los patrones de prescripción.
Aun así, persisten grandes vacíos: el país cuenta con datos consolidados de perfiles de resistencia de solo algunos microorganismos patógenos y carecemos de información sobre el consumo total de antimicrobianos y la calidad de su prescripción. La integración de diagnóstico automatizado, expedientes digitales y vigilancia nacional permitiría una imagen real del problema. La academia debe aportar formación e investigación para apoyar la toma de decisiones.
El desafío también involucra a la medicina veterinaria y a la producción agropecuaria, donde la RAM se dispersa sin barreras entre ambientes, animales y humanos.
Por ello, las instituciones de salud y agricultura deben liderar políticas basadas en evidencia, con financiamiento y un marco normativo actualizado. El Decreto 41.385-S requiere ser evaluado, renovado y fortalecido para convertirse en una acción política de mayor peso.
En la Semana de Concientización sobre el Uso de los Antimicrobianos 2025, el llamado es claro: “Actuar ahora: proteger nuestro presente, asegurar nuestro futuro”. Mañana es demasiado tarde.
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