Las medidas del gobierno erosionan la diversidad informativa, expulsan del espectro a emisoras regionales, comunitarias, religiosas y culturales, y abren la puerta a una concentración inédita del patrimonio radioeléctrico. La SUTEL simplemente ejecutó los lineamientos que el gobierno emitió para la subasta de frecuencias para televisión y radio. Y fue esa decisión política del gobierno la que provocó un desastre para el pluralismo mediático del país. Esta no es una discusión técnica, sino democrática.
Lineamientos hechos para quienes pueden pagar, no para quienes cumplen una función social. El Gobierno definió lineamientos que favorecen abrumadoramente a los grandes conglomerados de comunicación y resultan imposibles de asumir para pequeñas emisoras que históricamente han sostenido la vida cultural y social de comunidades enteras. En lugar de políticas diferenciadas, mecanismos de transición o criterios basados en función social, se impuso un modelo estrictamente financiero: un “sálvese quien pueda” donde sólo sobrevivirá quien más dinero tuvo para ofertar.
Pero el espectro radioeléctrico es un bien público y su administración no puede obedecer a la lógica de quien pague más, sino a la obligación del Estado de garantizar diversidad, accesibilidad y pluralismo. Nada de eso ocurrió. El Gobierno optó por diseñar un proceso que dejó apenas 17 frecuencias FM nacionales, 3 regionales, 1 AM nacional y 4 canales de televisión nacional. El mensaje fue claro: que compitan todos… aunque sólo puedan ofertar los más poderosos.
Las consecuencias son inmediatas: apagón informativo en lo rural. El impacto ya es evidente. Pequeñas emisoras comienzan a anunciar su salida del aire. No estamos hablando de actores ricos ni poderosos. Estamos hablando de radios que, en comunidades rurales, a veces son la única fuente de información inmediata, el espacio donde se anuncian emergencias, la llegada del médico o la doctora, actividades comunales, alertas climáticas o decisiones municipales.
Cerrar esas emisoras no es solamente cerrar un negocio: es desmantelar la infraestructura comunicativa más accesible para miles de personas que no tienen cable, no tienen internet estable y no tienen alternativas. En 2023, el 54% de la población rural no contaba con televisión por cable, por ejemplo. ¿Qué pasa con ellas cuando las emisoras locales desaparecen? Quedarán informadas sólo quienes puedan pagar más.
Una política que vulnera derechos humanos fundamentales. Este diseño afecta derechos protegidos por la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Lo hace de al menos tres maneras: Restringe la libertad de expresión y el acceso a la información al reducir la diversidad de voces y limitar el alcance de medios pequeños que permiten participación comunitaria; debilita la libertad de prensa al concentrar el espectro en manos de unos pocos operadores capaces de absorber los costos; y en el caso de las emisoras religiosas impacta la libertad de religión pues este derecho protege no sólo las creencias, sino también los medios mediante los cuales se difunden.
Desde el chavismo se quiere instalar la idea de que las emisoras pequeñas eran irregulares, improvisadas o de poca seriedad. Un discurso tan clasista como desconectado de la realidad. La verdad es que esas emisoras son esenciales para la vida comunitaria, cultural y religiosa del país. Muchas han operado por décadas ofreciendo cobertura local que ningún medio proporciona. En su afán por atacar a sectores específicos terminaron fortaleciendo exactamente a quienes decían combatir: los grandes grupos de comunicación. Lo que comenzó como un intento de castigar voces incómodas terminará consolidando un oligopolio mediático.
El espectro pertenece al Estado y a la gente, no a los más poderosos económicamente. No se trata de conflictos políticos entre empresas o de supuestas decisiones de mercado. Se trata del derecho de la ciudadanía a vivir en un país donde las voces se multiplican, no se extinguen. El espectro radioeléctrico pertenece al pueblo y administrarlo exige más que recaudar dinero: exige proteger la diversidad, la historia, la cultura y la democracia.
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