De Londres al Valle de la Estrella, la radio como motor de la democracia

Durante la Segunda Guerra Mundial, tres palabras emitidas por radio confirmaban que Gran Bretaña y la Resistencia seguían en pie. “ This… is London” comenzaba diciendo el locutor a una hora exacta cada día, tan exacta que los relojes de Europa se ajustaban a los cinco sonidos de “pip” cortos, un pip largo de la BBC.

La radio transmitía noticias, instrucciones o advertencias, aunque hubiera que escucharlas a escondidas. El inicio de la transmisión incluía un patrón de sonidos que algunos reconocían de inmediato como la “V” de “victoria” en código Morse. A veces, al cierre del programa, una pieza musical funcionaba como mensaje codificado para la resistencia polaca, francesa u otra. La radio informaba, coordinaba y sostenía la red básica de resistencia europea. Sin las señales radiofónicas transmitidas desde Londres, ese llamado a la resistencia habría sido imposible de organizar y Europa imposible de liberar.

En el país, la primera transmisión data de 1920 y fue el país pionero en toda América Latina. Las radios se volvieron cotidianas y necesarias, incluso más difundidas que Internet. Era la única forma, además del cine y el periódico, de enterarse de lo que ocurría en el propio pueblo y el mundo, de escuchar música o programas de entretenimiento. Las familias se reunían alrededor del aparato para seguir las emisiones, como más tarde lo harían frente a la televisión. Hoy, por las señales de radio escuchamos a Bad Bunny, a la Bichota y a la música plancha en cualquier punto de la GAM.  La radio nos acompaña igual que hace 100 años: cambiamos de estación para buscar la noticia, la música o el programa que nos entretiene. Esa diversidad, esa pluralidad que damos por “natural”, es lo que nos sigue llevando a la radio. Llamamos a la emisora y nos conceden un saludo, una canción o una declaración de amor. Confiamos en la radio porque conocemos al locutor y sabemos que podemos interpelarlo. Tiene un propósito social, educativo y democrático. La radio instruye.

Pero es también, para muchas comunidades fuera del Valle Central, la única vía para enterarse de campañas de vacunación o de la llegada de los ATAP (Asistente Técnico de Atención Primaria) de la CCSS. En un país como Costa Rica, con infraestructura frágil y vulnerable a desastres naturales, la radio es necesaria en cada casa y en cada pueblo. Si ocurriera un terremoto, sería la radio la que garantizaría acceso inmediato a información crítica, porque la radiodifusión no depende de servicios en la nube ni de suministro eléctrico: existen receptores autónomos que funcionan por energía mecánica y, gracias a un dínamo y a circuitos de transistores, permiten recibir la señal del emisor. La radio conecta.

La pluralidad de visiones y de voces es lo que sostiene una democracia. Recuerdo un viaje en carro por Cuba hace unos años. Una sola radio estatal transmitía discursos de Fidel que duraban siete horas, (el que dio en Naciones Unidas en 1960 de 4 horas y 29 minutos ha sido el más largo de la historia de esa organización!). No solo era aburridísimo solo poder oír una estación de radio, sino que también era desolador. Apagábamos y prendíamos, apagábamos y prendíamos para ver si ya esa única emisora había dejado de transmitir el discurso oficial. Fue una muestra clara de lo que significa castrar la expresión, base misma de la libertad. La pluralidad de radios y accesos a la transmisión y a su escucha es parte intrínseca de la democracia. La radio oxigena.

Ahora bien, se acerca el 1.º de diciembre, día de la Abolición del Ejército, fecha de orgullo nacional. Ese recorrido comenzó en una radio en julio del 42, cuando don Pepe criticó al gobierno de Calderón y fue exiliado por hacerlo. Lo que logró decir ese día, ese evento, nos cambió el país. La libertad de expresarse a través de medios públicos es uno de los pilares fundamentales en un país libre, que no se nos olvide. La radio es democracia.

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