¿Quién protege la sátira? El que la monetiza.
Tres días después de que Stephen Colbert calificara como “un gran soborno gordo” el acuerdo millonario entre Paramount y Donald Trump, CBS anunció la cancelación definitiva de The Late Show. No hubo despido, pero sí eutanasia programada: el formato desaparecerá por completo en mayo de 2026, sin reemplazo.
Colbert, líder de audiencia en su franja y una de las voces más afiladas de la sátira política estadounidense, fue el primero en señalar públicamente la transacción incómoda: Paramount pagó 16 millones de dólares a Trump para zanjar una demanda débil sobre una supuesta edición manipulada de una entrevista a Kamala Harris en 60 Minutes. El pago, que bien pudo haberse rechazado en juicio, fue percibido ampliamente como una concesión para proteger una prioridad mayor: la aprobación de la fusión entre Paramount y Skydance, estimada en 8 mil millones de dólares, bajo la venia de una administración Trump en potencia.
La crítica de Colbert tocó una fibra sensible. Jon Stewart, desde The Daily Show (Comedy Central, también propiedad de Paramount), denunció la cancelación como una claudicación vergonzosa. David Letterman la calificó de “decisión cobarde”. El Gremio de Escritores de EE. UU. pidió una investigación formal. Elizabeth Warren y Adam Schiff levantaron la voz. Pero CBS insistió: la decisión fue “puramente económica”.
Y quizás lo fue.
The Late Show estaba perdiendo entre 40 y 50 millones de dólares anuales, pese a su liderazgo en rating. En un mundo de plataformas de streaming y contenido on demand, el viejo formato de Late Night simplemente no logró reinventarse. La audiencia nocturna fragmentada, los anunciantes reacios, la falta de viralidad orgánica y la rigidez del formato lineal convirtieron al género entero en un problema contable. Colbert incomodaba, sí. Pero sobre todo, costaba.
DatoD+: Según Nielsen y reportes del Wall Street Journal, la edad promedio de quienes ven televisión lineal en EE. UU. es de aproximadamente 64.6 años. Es decir, la mitad de los espectadores tiene más de esa edad.
Aquí es donde entra el contraste brutal: South Park, la comedia animada de Trey Parker y Matt Stone —más longeva, más ofensiva, más salvaje— hizo lo mismo que Colbert… y peor. En su episodio de regreso el 23 de julio de 2025, apenas un día después de firmar un contrato exclusivo por 1.5 mil millones de dólares con Paramount, South Park se lanzó con todo:
- Ridiculizó el acuerdo entre Paramount y Trump.
- Parodió la cancelación de Colbert.
- Representó a Trump desnudo y rechazado por Satanás.
- Señaló directamente al conglomerado: “¿Viste lo que pasó con CBS? ¿Querés terminar como Colbert?”.
El episodio fue demoledor, y sin embargo, Paramount no reaccionó con censura. ¿Por qué? Porque South Park imprime dinero. Es uno de los pocos activos de su catálogo que siguen generando suscripciones, visualizaciones internacionales, licencias, videojuegos, productos derivados. Trey y Matt no solo escriben chistes: poseen su contenido, negocian sus términos y facturan como nadie. Tienen libertad total no porque alguien se la conceda, sino porque se la pagan a sí mismos.
La comparación es tan sencilla como incómoda: Colbert era una pérdida. South Park es una inversión.
Podríamos hablar de principios editoriales, pero sería ingenuo. Nos guste o no la sátira no se protege por su valor democrático. Se protege por su valor contable. No fue la política lo que mató a Colbert. Fue la planilla de Excel.