He dedicado más de 30 años de mi vida profesional a la industria publicitaria, desempeñando roles clave como creativo, director creativo, director de cuentas y gerente general en agencias líderes de Costa Rica y Centroamérica. He tenido el privilegio de ganar importantes premios, tanto nacionales como internacionales, y sé, por experiencia propia, lo que estos galardones significan: reconocimiento, validación, orgullo de equipo y, por qué no decirlo, oportunidades de negocio.
Pero también sé que un premio, por sí solo, no define la integridad de una agencia ni la calidad real de su trabajo. En una industria donde las ideas lo son todo, la honestidad es el piso mínimo para que esas ideas puedan trascender.
Las noticias recientes que han sacudido al medio publicitario costarricense —por un lado, la celebración de tres campañas premiadas en Cannes; por otro, la denuncia de un presunto engaño— me obligan a alzar la voz. Porque no se trata solo de quién ganó, sino de cómo se ganó. Y en esto no puede haber grises.
El daño es colectivo, no individual
Cannes Lions es, sin duda, uno de los escenarios más prestigiosos del mundo para la creatividad publicitaria. Ser parte de ese festival —ganando o simplemente compitiendo— es un sueño para muchos. Pero cuando se juega con las reglas, cuando se exageran resultados, se distorsiona la realidad o se simulan campañas que no existieron tal como se presentaron, no solo se daña la reputación de quien lo hace. Se arrastra a todo un sector que viene luchando por tomarse en serio como parte estratégica del desarrollo empresarial y social del país.
Cuando una agencia miente en Cannes, no solo pierde su credibilidad: arrastra a todo un ecosistema.
La industria publicitaria costarricense necesita reconocimientos, claro está. Necesita motivar a sus equipos, atraer talento, inspirar a sus clientes. Pero necesita, sobre todo, honestidad. Porque la credibilidad no se gana con trofeos, sino con trabajo real, resultados comprobables y principios firmes.
Hoy más que nunca, frente a estos hechos, los líderes del sector tenemos la responsabilidad de defender los valores que nos trajeron hasta aquí. Porque de nada sirve un metal dorado si el reflejo que devuelve no es el de nuestra verdad profesional.
Sí, necesitamos premios. Pero no a costa de nuestra alma.
Costa Rica tiene agencias brillantes que no necesitan mentir para brillar. A ellas, a los jóvenes que ingresan a este oficio y a los clientes que exigen excelencia con ética, les digo: la única estatua que perdura es la de la credibilidad. Defenderla es —y seguirá siendo— nuestro mayor premio.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.