El concepto de nacionalismo cívico se fundamenta en un Estado de Derecho sólido, entendido como el entramado de normas que estructuran un sistema basado en valores compartidos por todos los habitantes de un territorio. Un Estado, en su esencia, se compone de tres elementos interdependientes: el territorio físico, la nación entendida como su pueblo, y la soberanía, que representa la capacidad, el derecho y la potestad exclusiva de esa nación para establecer sus propias reglas y modificarlas según su voluntad.
Es crucial distinguir que una crisis de democracia no implica necesariamente una crisis de soberanía. Si bien la democracia ha experimentado un declive global en los últimos 25 años, esta situación no menoscaba la capacidad inherente de una nación para autodeterminarse. Este retroceso democrático se explica, en parte, por la dificultad de los sistemas políticos para satisfacer las demandas crecientes y cada vez más complejas de una población diversa y con un nivel de bienestar colectivo sin precedentes. Además, la proliferación de la autocracia como un entretenido contenido digital en las redes sociales genera una constante activación de alerta del sistema nervioso, creando dependencia y un modelo de negocio lucrativo para quienes buscan el poder político sin una agenda clara, sin visión estratégica ni experiencia en la gobernanza pública.
En este contexto, la construcción de un futuro próspero requiere una estrategia integral. El reciente libro de Ezra Klein y Derek Thompson, "Abundancia", sugiere cuatro pilares fundamentales para acercar a un país al desarrollo, al progreso social y a la riqueza en el horizonte para los próximos 25 años.
El primer pilar es la construcción de infraestructura, entendida en su sentido más amplio. Esto abarca la obra pública tradicional, pero también la creación de sistemas y soluciones innovadoras para abordar las necesidades crecientes, cambiantes y complejas de una nación sofisticada, interconectada y acelerada por la transformación digital. Construir infraestructura física y digital sienta las bases para el crecimiento y el bienestar futuro.
El segundo pilar es la inversión, que implica una apuesta deliberada por el futuro. Se trata de utilizar recursos presentes para desarrollar las capacidades que permitirán, de manera colectiva, generar mayor valor socioeconómico, político, ecológico y monetizable, con un enfoque particular en las comunidades más vulnerables. Impactar positivamente a estas comunidades genera un doble beneficio: acelera su progreso hacia sus propios intereses, al requerir una mayor creación y distribución de riqueza, y simultáneamente permite a las comunidades en condición de privilegio avanzar y crecer mediante el desarrollo de talento y la creación de encadenamientos productivos que enriquecen a toda la nación.
El tercer pilar es la innovación, que florece en un entorno propicio. Este requiere libertad para la experimentación, la aceptación del error como parte del aprendizaje y la resiliencia para intentarlo nuevamente. La diversidad de pensamiento, habilidades, experiencias, trasfondos culturales, edades e intereses es esencial para generar soluciones creativas a problemas complejos y satisfacer necesidades emergentes. Finalmente, la confianza juega un papel crucial al reducir los costos de transacción y las fricciones que dificultan la creación de nuevo valor, traduciéndose en bienestar y riqueza para la sociedad.
El cuarto y último pilar es gobernar, una disciplina que se fundamenta en un conjunto de técnicas, experiencias, la observancia de la normativa vigente, el reclutamiento de talento, el apego al principio de legalidad y el respeto por las instituciones, la ciudadanía y la naturaleza en todas sus formas. Estas no son meras restricciones, sino condiciones indispensables para una gestión eficaz del bien común desde la administración pública.
Una buena gobernanza se caracteriza por la pericia, la decencia, la estrategia, el propósito y una visión colectiva que prioriza la siembra de semillas en suelos fértiles, con la esperanza de cosechar frutos abundantes y nutritivos para las generaciones presentes y futuras. En última instancia, la coherencia de una nación y su progreso dependen de la articulación efectiva de estos cuatro pilares, cimentados en un estado de derecho robusto y un espíritu de nacionalismo cívico inclusivo y participativo.
Escuche el episodio 260 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Nacionalismo cívico”.
Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en Facebook, LinkedIn, Twitter y a nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.