En el contexto actual de América Latina, donde diversas naciones enfrentan crisis migratorias provocadas por regímenes autoritarios, los esfuerzos por preservar y fortalecer la democracia se vuelven cada vez más urgentes. Según Vázquez de Peña la democracia, reconocida ampliamente como la forma de gobierno que mejor garantiza los derechos humanos y la participación ciudadana. Que requiere una defensa activa y constante.

En ese sentido, organizaciones como el Grupo IDEA, en colaboración con la Universidad Miami Dade en Florida, Estados Unidos (MDC), han asumido un papel relevante en la promoción de la cultura democrática en la región. Durante el tercer seminario virtual de Gobernanza Global que cada año organizan dichas instituciones con el fin de promover la libertad asistieron varios expresidentes latinoamericanos. Donde se debatieron ampliamente temas fundamentales para la región, como la estabilidad política, la seguridad, el desarrollo económico, el avance de la inteligencia artificial y la defensa de los derechos humanos.

Uno de los ejes recurrentes en las intervenciones fue la relevancia de la fe, el amor a Dios, al prójimo, y las prácticas judeocristianas como fundamentos morales de la democracia. Esta propuesta, aunque en apariencia noble, me genera profunda preocupación desde una perspectiva jurídica, histórica y de derechos fundamentales.

Me inquieta que líderes políticos y figuras públicas aboguen por el impulso institucional de prácticas religiosas específicas, en este caso particularmente las cristianas. Incluso se mencionó promoverlo de forma sociopolítico lo cual plantea interrogantes legítimos: ¿No supondría esto un retroceso respecto al derecho individual a creer o no creer? ¿No estaríamos promoviendo, de manera indirecta, una visión única del mundo, con el riesgo de caer en formas de discriminación religiosa, racial y cultural?

La historia ha sido el ejemplo del peligro con la imposición de visiones religiosas. Basta recordar la conquista europea. Pretender reinstaurar modelos donde una religión predomina desde el poder político no solo representa un riesgo a la libertad de conciencia, sino que resucita lógicas de exclusión incompatibles con los valores democráticos modernos.

Quiero dejar claro que este análisis no responde a una afiliación política ni religiosa. Mi interés es estrictamente jurídico y ético. Considero que los esfuerzos por fortalecer la democracia deben enfocarse en promover valores universales como la ética, la filosofía, la igualdad, el respeto y la tolerancia. La mentalidad que sostiene que una religión es superior a otra ha sido históricamente fuente de guerras, conflictos y división. Hoy, América Latina necesita sanar, no fragmentarse aún más.

Además, culpar a determinadas prácticas religiosas de los problemas políticos de una nación o pretender que el cristianismo es la única vía para la redención social contradice los principios del pensamiento ilustrado, donde la razón, la educación y la igualdad fueron entendidos como pilares de la libertad. Recordemos que fue bajo esos ideales que se construyeron los cimientos de los derechos humanos modernos.

La implementación de una educación basada en la ética, los valores cívicos y los derechos humanos resulta crucial para superar los desafíos que enfrenta América Latina. Prevenir discursos y políticas que pretendan imponer una religión desde el Estado es una medida necesaria para resguardar la neutralidad religiosa y proteger la diversidad.

Por ello, desde mi visión, sostengo que debemos retomar y fortalecer una visión de Estado verdaderamente democrático, donde la libertad de practicar una religión—o de no practicar ninguna—sea plenamente garantizada. Intentar imponer un sistema religioso desde el poder político no solo vulneraría derechos fundamentales, sino que abriría la puerta a una mentalidad extremista, discriminatoria y ajena a los intereses de un Estado democrático. En el contexto actual de América Latina, donde diversas naciones enfrentan crisis, el asegurar la libertad de religión es necesaria para consolidar una verdadera democracia y así salvaguardar las demás libertades, desde la premisa del pensamiento ilustrado.

Escribo este articulo con el respeto que la Virgencita se merece y el nuestro Jesús, dedico este artículo a Santa Ana y Santa Martha con mi corazón. Pero con la fe de que creencias espirituales no se confundan con la razón, para que los lideres, politicos y legisladores sepan disernir la diferencia, asegurando el respeto por la libertad.

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