Por todo lado se escucha que la democracia liberal está en crisis y esa es la realidad que se está viendo. Aunque se base en valores como la libertad, el pluralismo y la participación, la realidad también dicta que está emergiendo una versión democrática en donde la ética también se vuelve secundaria. Para nada se sugiere que la democracia sea inmoral, sino que su crisis también implica que la ética deja de ser un criterio relevante para votar, gobernar o fiscalizar.

En la política las conductas anti-éticas se están normalizando, llevando a la sociedad a tolerar comportamientos que antes eran inadmisibles: corrupción, conflictos de interés, mentiras sistemáticas, manipulación, agresividad, polarización. Además, esto impulsa a la sociedad a la tendencia global de buscar el “menor de los males” lo que naturalmente lleva a dejar de lado los estándares éticos.

Los impulsos a la sociedad también son los impulsos a la ciudadanía al ejercer una de las garantías más elementales en una democracia: el derecho a elegir. El detalle es que ahora el voto racional que consideraba elementos éticos también evoluciona a un voto emocional, identitario o contestatario. La desinformación, la polarización, la agresividad desde el ejercicio del poder reducen el peso de los elementos éticos que pueden considerarse en el ejercicio del voto. Ahora, muchas personas son impulsadas a votar en contra de alguien en lugar de evaluar sus propuestas. Todos estos elementos terminan convirtiéndose en incentivos perversos en el sistema democrático dándole peso al populismo, la simplificación del os problemas con promesas inviables o la misma confrontación entre la población.

La desinformación, la polarización, la agresividad y el populismo también fomentan una crisis en la legitimidad en los órganos de control típicos en una democracia liberal con el debilitamiento de todas las entidades encargadas de los contrapesos. En la Democracia Anti-Ética el ideal es que el político esté por encima de las instituciones. Así, las instituciones terminan sirviendo al político y no defendiendo a la ciudadanía de los abusos de poder que se puedan cometer. En las instituciones, la ética y la integridad deja de tener importancia con el fin de satisfacer a los políticos y las personas que no se alineen terminan siendo sustituidos por aquellas que demuestren lealtad política.

En la Democracia Anti-Ética también existe otro gran afectado: la prensa independiente y con ella, la libertad de expresión de la ciudadanía. Los políticos también tienen que estar por encima de la libertad de expresión, anhelo potenciado con discursos manipuladores, difusión descarada de noticias falsas desde fuentes oficiales o bien estrategias de intimidación en contra de las personas que tengan una voz opositora.

El cortoplacismo también tiene su cuota de responsabilidad. En la Democracia Anti-Ética la carrera electoral se centra en ganarla bajo cualquier medio, dejando de lado principios, valores o estándares éticos. Contrarrestar esta tendencia parece una tarea titánica que implica fortalecer la transparencia, promover liderazgos éticos, promover la participación informada de la ciudadanía y lo más complicado que se dejó perder: una educación cívica que fomente el pensamiento crítico desde las escuelas. El famoso dicho que establece que construir es muy difícil y destruir es sumamente sencillo es la realidad: la Democracia Liberal que se construyó después de años de lucha, de reconocimientos de derechos, de fortalecer el verdadero poder del ciudadano frente a los políticos está colapsando rápido.

¿Para qué está sirviendo la ética en la política? Como conclusión, ya no es un estándar, ahora la finalidad es golpear al enemigo político. Se condenan las faltas del otro y se justifican o invisibilizan las del propio bando. En la Democracia Anti-Ética la política es personalista, la figura del líder está por encima de todo lo demás, la era de la posverdad implica que las opiniones sobre sus faltas pesan más sobre la realidad y se perdonan. La nueva realidad es que la ética en la política deja de ser un principio y se convierte en un arma.

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