Las universidades públicas deben reafirmar siempre su compromiso con el estudiantado y posicionarlo en el centro de sus acciones. Alejarse de esta obligación implica el riesgo de convertirse en instituciones vacías, alejadas de su verdadera razón de ser, atrapadas por burocracias o prioridades administrativas que desdibujan su misión social.
Posicionar al estudiantado en el centro significa diseñar planes de estudio flexibles, interdisciplinarios y ajustados a las nuevas necesidades de la sociedad, programas que promuevan metodologías participativas y respeten las particularidades de cada persona para que se conviertan en actores de la construcción de conocimiento.
Las aulas universitarias deben concebirse como espacios permanentes de análisis crítico de la realidad social y la construcción colectiva de alternativas de solución. El vínculo entre la academia, los sectores y los territorios debe ser constante; permite que el aprendizaje no se limite a la teoría, sino que trascienda las aulas y se fortalezca con el intercambio de saberes y la interacción con los actores sociales. Estas alianzas transforman vidas, familias y comunidades enteras.
Corresponde construir una universidad sin paredes, en la que el estudiantado sea el enlace entre la academia y la sociedad, y lleve la transformación a todos los rincones del país. Por esto hay que fortalecer su formación integral y humanista, fomentar el intercambio de conocimientos y saberes, y resguardar uno de los principales fundamentos universitarios: el modelo de cogobierno con la comunidad estudiantil. El objetivo final de la universidad no es solo la formación académica, sino la inserción del estudiantado en la sociedad como profesionales y ciudadanos comprometidos.
Respetar y fortalecer los espacios de representación estudiantil también es parte de la construcción de las políticas universitarias y la definición de las prioridades estratégicas institucionales. Incorporar la participación estudiantil en la gobernanza forma parte de la esencia misma del sistema de la universidad latinoamericana; la promoción de nuevos liderazgos y talentos debe caracterizar las instituciones de educación superior pública. De estos agentes han de emerger los profesionales que transformen y consoliden nuestro Estado de Bienestar. Como planteó el presbítero Benjamín Núñez, primer rector de la Universidad Nacional:
Si el estudiante es realmente sujeto y objeto del proceso educativo, (...) su contribución en la conducción de la tarea universitaria será fecunda, renovadora y esencial”.
Es esencial garantizar la permanencia del estudiantado durante su proceso educativo en condiciones dignas y con los recursos necesarios para su desarrollo integral. Se ha comprobado que el bienestar integral de las personas es clave para el máximo aprovechamiento de sus capacidades; es imprescindible implementar estrategias que fortalezcan el enfoque humanista, prioricen la salud mental, la promoción de capacidades, el impulso a la innovación, la regionalización y el compromiso social con la reinserción del estudiantado en sus comunidades.
Las universidades debe ser espacios libres de discriminación, donde se valore la diversidad en todas sus formas, se garanticen espacios seguros para todas las personas, y se promueva el diálogo y el respeto para la convivencia diaria.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.