Decía el presidente Chaves hace unos cuantos meses atrás, que ellos no iban a destruir el tesoro nacional en la costa sur de Limón, pero que tampoco estaban de acuerdo en dejárselo a los “monitos”.
¡Ay, qué pena, presidente! ¿Adivine qué? Los monitos se quedan y al jaguar le toca irse.
Deben estar usted, el ministro Tattenbach y Allan Pacheco Dent, furiosos por el fallo que dictó la Sala Constitucional este miércoles, donde anunció, por fin, la suspensión de las concesiones y los permisos en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo.
Pero los únicos furiosos serán ustedes, porque, al contrario, somos muchos más los que celebramos esta acertada decisión, que representa una importante victoria para la lucha ambiental que han dado muchas personas en este país por años. Una victoria también contra un sistema político que ha sido cómplice y silencioso de la destrucción acelerada que ha ocurrido en este lugar.
Hoy somos muchos los que estamos contentos de que los monitos y la demás fauna van a seguir disfrutando de la gran riqueza natural, de los bosques, arrecifes coralinos, pastos marinos, playas, esteros, manglares, pantanos y lagunas. Estamos contentos porque ya no vamos a tener que seguir viendo imágenes de tucas de árboles saliendo de ese lugar a altas horas de la noche con destino incierto.
Contentos porque los vecinos de Puerto Viejo ya no van a recibir amenazas de ser “baleados” por denunciar los hechos. Contentos de que por fin van a respetar y a conservar nuestro tesoro ambiental.
Al escribir estas líneas no puedo dejar de pensar en todas las personas que dedicaron su vida a la lucha ambiental y que hoy ya no están. Personas que en su mayoría fueron vilmente despojadas de esta tierra por el simple hecho de defender el bien y la verdad.
Tampoco puedo dejar de pensar en Anacristina Rossi, quien fue la encargada de exponernos por primera vez de forma literaria, pero clara, directa y concisa lo que allí estaba ocurriendo. Su novela, más que contarnos una historia, nos hace sentir en carne propia la rabia y el coraje por la injusticia.
Finalmente quiero cerrar con esto:
Presidente, estoy de acuerdo con usted en la importancia de generar progreso y prosperidad en las zonas rurales de nuestro país, pero esas decisiones deben equilibrarse siempre con la protección ambiental y el desarrollo sostenible, no con las presiones económicas.
Usted actuó mal y lo sabe. Estas son las consecuencias de sus actos. Sepa que el bien siempre va a triunfar por encima del mal, el odio y lo dañino.
Que este fallo nos recuerde siempre la importancia del activismo ambiental y la protección de los recursos naturales frente a actividades humanas que resultan dañinas para nuestra sociedad. Este planeta es lo único que tenemos, cuidémoslo.
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