La elección del nuevo secretario general de la OEA el próximo 10 de marzo ha reanimado el tablero geopolítico en el continente. Los países de la región han visto sacudidas sus agendas con un Estados Unidos vehemente con las nuevas prioridades e intereses de Trump de nuevo al mando. Las relaciones bilaterales se han enfrentado a conflictos relámpago por temas como la migración, la seguridad, el comercio y los vínculos con China; y pareciera que el sistema multilateral regional será sujeto de réplicas de estas tensiones con la OEA como principal foco de atención.
El pasado 3 de febrero venció el plazo para que los Estados presentaran a sus candidatos para optar por la Secretaría General de la OEA. A pesar de esto, el estatuto del Organismo —también conocida como Carta de la OEA— permite que el mismo día de la elección se presenten candidaturas. Esta sería, eventualmente, la única forma en que Rodrigo Chaves podría proponer al canciller Arnoldo André Tinoco. Sin embargo, partiendo de que actualmente existen dos candidatos confirmados, quienes poco a poco van sumando votos, las posibilidades de que Tinoco gane la elección son sumamente estrechas. Entre los postulantes oficiales, se encuentran el canciller paraguayo, Rubén Ramírez y el ministro de Relaciones Exteriores de Surinam, Albert Ramdin.
Ramírez, por su parte, comparte la visión del magnate norteamericano. Condena notoriamente los regímenes de Nicaragua, Venezuela y Cuba; apoya a Israel frente a las amenazas de Hamás e Irán, y ha planteado la necesidad de frenar la influencia china en la región. Por otro lado, Ramdin ha demostrado cercanía con el régimen comunista de Xi Jinping, simpatiza con los regímenes de Maduro, Díaz-Canel y Ortega-Murillo, y no ha declarado ninguna condena a los ataques terroristas de Hamás a Israel del pasado 7 de octubre de 2023. Ambos candidatos se enfrentarán en menos de un mes para definir el reemplazo del actual secretario general, Luis Almagro, quien está pronto a concluir su segundo mandato consecutivo.
Si bien ambos candidatos tienen visiones contrapuestas en cuanto a la política global, sus planteamientos sobre el futuro de la OEA parecen ser -hasta el momento- propuestas más aterrizadas. Ramdin ha hecho saber que su intención es “recuperar la confianza en la institución”, mientras que se ha comprometido a repartir cargos entre sus aliados electorales. Ramírez, por su parte, ha señalado la importancia de sostener un diálogo permanente y asegurar los fondos necesarios para el funcionamiento del Organismo.
En esta línea, cabe destacar que, en 2023, cerca del 54% del presupuesto del Fondo Regular de la OEA provino de cuotas de Estados Unidos. A esto deben sumarse cerca de $35 millones en asignaciones a Fondos Especiales del Organismo. Esto convierte —por mucho— a Estados Unidos en el mayor “financista” de la OEA. Este punto resulta especialmente importante partiendo de las posturas que Trump ha tomado en las últimas semanas sobre la austeridad y reducción del gasto en el exterior. Por lo tanto, se ha creado un escenario ideal para un cierto tipo de coerción económica que podría influir en la elección del futuro secretario general de la OEA.
En cuanto a los votos necesarios para asegurar la victoria, el número mágico para los candidatos es 18. La OEA está conformada, actualmente, por 34 Estados que tienen derecho a un voto cada uno sin importar su tamaño o población. Por lo tanto, con 18 votos se alcanza la mayoría necesaria para declarar al ganador. Hasta el momento, Ramírez cuenta con el respaldo de Paraguay, Estados Unidos, El Salvador y Argentina. A esta lista es probable que se les sumen Canadá, Ecuador, Guatemala, Costa Rica (siempre y cuando Tinoco no se postule) y Panamá. Ramdin, en cambio, asegura contar con el apoyo de los Estados del CARICOM (Caribbean Community), quienes sumarían 14 votos (en caso de participar en bloque). Si bien, hipotéticamente, Ramdin contaría con el apoyo de Cuba, Nicaragua y Venezuela, estos no cuentan con un estatus de miembros activos, por lo que no pueden ejercer su derecho al voto.
Sin lugar a duda, la carrera por la Secretaría General de la OEA estará llena de propuestas y contrapropuestas con tintes geopolíticos. Dos candidatos diametralmente opuestos harán lo posible para sumar votos en una campaña que podría polarizar a la región en dos bandos cuyas cabezas se disputan la hegemonía regional y global. Los países indecisos, por su parte, tienen el potencial de moldear esta campaña inclinando la balanza hacia un lado u otro a cambio de réditos electorales y concesiones geopolíticas. Esta es, en su más simple expresión, una elección que podría demarcar nuevas fronteras de influencia en una arquitectura global que, a la luz de todos, está evolucionando sin precedentes.
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