César Rendueles, tiene cincuenta años recién cumplidos, el pelo corto, desordenado, la barba apenas crecida, los anteojos pequeños, por donde unos ojos inquietos esperan preguntas que contestará casi con militancia. Es español, doctor en Filosofía, profesor de Sociología y científico titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ha sido docente en la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Carlos III, autor de diversos libros, es uno de los más destacados pensadores del panorama actual. Estuvo de visita en Costa Rica en el marco de un proyecto de investigación sobre energías renovables de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). El pasado 6 de febrero ofreció la conferencia “El odio a la igualdad” en el Centro Cultural de España que marcó el inicio del seminario “Tribus del odio”, que reunirá a expertos nacionales e internacionales a lo largo del año 2025.
Conversamos al final de una tarde fría de algunos de los temas que aborda con lucidez.
Vivimos en una sociedad estructurada en torno a ganadores y perdedores. Esta lógica, heredada de décadas de mercantilización y neoliberalismo, ha convertido nuestras vidas en una competición constante, la modernidad ha expandido esta lógica competitiva a todos los aspectos de la vida, generando profundas desigualdades. Los ganadores sienten que no deben nada a nadie, creyendo haber triunfado en una competición justa, mientras que los perdedores, por más esfuerzo que hagan, cargan con la culpa de su fracaso.
Hace una pausa, sonríe, tiene algo de timidez en sus movimientos. Nos traen café, estamos solos en la terraza al aire libre de una cafetería.
Hay un estudio muy interesante realizado por unos economistas de quienes eran las familias más ricas en Florencia hace quinientos años, en el Renacimiento y encontraron que un porcentaje enorme de las familias más ricas, más pudientes de la Florencia actual eran exactamente las mismas que hace cinco siglos, porque la riqueza y el poder permanecen en el tiempo y es lógico porque son familias que tienen todas las herramientas del mundo para mantenerse en esa posición y en ese sentido los pobres tienen que hacer mucho más esfuerzo. La meritocracia, vendida como el ideal igualitario, es en realidad un mecanismo de perpetuación de estas desigualdades. En educación, por ejemplo, los hijos de familias ricas pueden permitirse fracasos y aun así acceder a las mejores universidades, mientras que un error en la trayectoria de un estudiante pobre puede significar el fin de su educación.
En su libro “Contra la igualdad de oportunidades” (Seix Barral 2020), argumenta que la meritocracia es una trampa que perpetúa la desigualdad en lugar de corregirla, explorando las razones éticas, económicas, sociales y medioambientales para aspirar a una sociedad más equilibrada.
El llamado igualitarismo profundo busca una alternativa a la falsa meritocracia. No se trata solo de garantizar un punto de partida equitativo, sino de atender las necesidades individuales para que todos puedan desarrollar su máximo potencial. Este concepto implica limitar las desigualdades extremas y reducir la competición desmedida. Durante algunas décadas tras la Segunda Guerra Mundial, este modelo prevaleció en diversos países, pero con el tiempo se degradó, dando paso a una élite meritocrática que, en realidad, solo reproduce las mismas desigualdades de siempre.
La noche se viene encima y todo parece normalizado, los pocillos de café ya vacíos, las primeras estrellas en el cielo. Pienso lo que se ha normalizado en Costa Rica, el crecimiento de la desigualdad, el descrédito de los partidos políticos, la falta de reacción social, la falta de diálogo, de tolerancia.
El mito del emprendedurismo también ha sido una herramienta de legitimación de estas desigualdades. Al final la meritocracia es un sistema de legitimación de la desigualdad, es una justificación a posteriori de las desigualdades que tratan de decir, bueno, quien tiene más, quien tiene más prestigio, quien tiene más dinero, es porque se lo ha ganado, por su talento, por su capacidad de liderazgo, por su talento empresarial, eso es sistemáticamente falso, hay algunos casos por supuesto que sí, hay excepciones de gente que ha surgido de la nada y a través de una mezcla de esfuerzo, suerte, talento ha llegado a posiciones de privilegio pero son minorías diminutas. La realidad es que la principal vía para hacerse rico sigue siendo heredar la riqueza.
Observo la calle, los espacios públicos que nos pertenecen, allí sí cobra sentido el concepto de “los comunes”, el cual desarrolla en su último libro “Comuntopia” (Akkal, 2024), donde explora ideas relacionadas con los bienes comunes, y los modelos de gestión colectiva.
Históricamente, las sociedades han gestionado recursos a través de estructuras comunales. En el mundo moderno, estas prácticas evolucionaron en políticas públicas de bienestar, como la sanidad y la educación públicas. No obstante, en las últimas décadas, los Estados han sido cómplices en la privatización de estos bienes comunes, debilitando la estructura colectiva en favor de grandes empresas. El concepto de "los comunes" ha resurgido en respuesta a esta tendencia. En Chile, la fallida nueva constitución incluyó la categoría de "bienes comunes naturales", otorgando protección legal a los recursos hídricos del país y evitando su privatización con la idea de que esos recursos estarían por encima de la soberanía del Estado, el Estado tenía la obligación legal de cuidarlos pero no podía privatizarlos por ser suyos, eran más que públicos, eran comunes, como una forma de blindar esos bienes. Eso también es comunalizar. Este tipo de iniciativas buscan recuperar la idea de lo público como un bien común, gestionado con participación y supervisión ciudadana.
Lo observo en silencio, le quiero contar por ejemplo del escándalo sobre permisos de tala en Gandoca-Manzanillo, pero debo seguir adelante, pregunto su opinión sobre la situación política internacional, suspira, se acomoda el abrigo, el frio se ha acentuado.
Estamos viviendo los efectos de la descomposición del proyecto neoliberal, neoliberalismo es una palabra horrible, hemos abusado tanto de ella que ya no significa nada, pero digamos que ese proyecto de globalización vinculado a la mercantilización, a la apertura de fronteras, todo eso que pasó desde los años ochenta hasta 2008, 2009, que fue un proyecto que consiguió convencer a mucha gente de que le iba a proporcionar prosperidad material por un lado y por otro, concordia, paz…todo eso se ha descompuesto, la crisis del 2008, la crisis del COVID, la crisis ecológica, lo ha hecho saltar por los aires, nadie se lo cree ya, y lo que tenemos es una especie de péndulo muy parecido a lo que ocurrió en los años treinta, un péndulo que se ha desplazado por el lado malo de la historia hacia el miedo, hacia el rencor, hacia los afectos tristes, hacia la búsqueda de soluciones de alguna forma individuales, ahí donde lo colectivo ha fracasado individualmente buscamos figuras de autoridad carismáticas que nos protegen, son figuras muchas veces muy bizarras, muy grotescas. Se ha instaurado la desvergüenza del mal que es muy característico del fascismo.
Nos alejamos de la cafetería, es viernes y la ciudad se renueva ahora de energías nocturnas. Caminando me hago la ilusión de dejar atrás las desigualdades, compartiendo un espacio común.
Costa Rica es un caso único en la región y prácticamente único en el mundo, interesantísimo por muchos motivos. Primero porque ha tenido el desarrollo de un estado social muy sólido sobre todo muy consensual, eso es muy importante, no solo sólido en el sentido de que ha conseguido permanecer en el tiempo con sus sombras, con su luces, con sus problemas, pero que formaba parte de la identidad política colectiva, de la cultura del país y ha conseguido resistir allí donde la mayor parte de los estados de bienestar europeos desaparecieron o se vieron extremadamente debilitados a partir de los años ochenta, lo cual tiene aún más mérito teniendo en cuenta la historia de la región, de Centroamérica y de toda Latinoamérica y eso, por ejemplo, ha tenido un efecto muy importante en las políticas medioambientales lo cual demostró que apostar por las políticas de bienestar, por las políticas públicas, es la mejor garantía de que se van a desarrollar políticas medioambientales igualmente sólidas, es prácticamente el único país del mundo o al menos de occidente que sigue teniendo una matriz energética eléctrica prácticamente controlada por el sector público o cooperativo, que además está muy integrado en la consciencia de la gente.
Nos detenemos en una esquina, antes de despedirnos, le comento del momento que vive el país, de la polarización, de los ataques del gobierno actual a la institucionalidad, a los valores consensuados que mencionaba y con los que se ha construido nuestra democracia.
Como está pasando en todo el mundo, se enfrenta a amenazas, amenazas que vienen de la derecha populista, que vienen de personas que no ven posible avanzar por el lado bueno de la historia para tratar de afrontar la gran amenaza que vivimos colectivamente toda la humanidad, literalmente toda la civilización. Eso implica defender las conquistas sociales y ambientales que han permitido que Costa Rica sea un referente internacional.
Me cuenta que hablando por ejemplo con taxistas, cuando le mencionaban al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y todos conocían lo qué era, eso es algo inimaginable en España, recalca con incredulidad, que la institución que controla la energía la conozca todo el mundo y que eso genere un cierto orgullo de lo que ha representado.
César Rendueles se aleja con las manos en los boslillos de su abrigo, es un peatón más entreverado en el péndulo de la ciudad.
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