El justamente muy bien reputado demógrafo Luis Rosero Bixby publicó hace unos días en La Nación el artículo “El Lado bueno de la caída de la natalidad”. Señala aspectos muy importantes de los que no solo debemos aprovecharnos para mejorar el bienestar nacional dada la transformación demográfica en que estamos insertos, sino también que nos sirven para atender paulatinamente al menos alguna parte de los costos que representa el envejecimiento de la población, y la futura caída de la proporción de la población que podrá integrarse a la fuerza laboral.
He publicado en esta columna Horizonte Abierto en Delfino.cr al menos dos artículos que se refieren directamente a esta transformación radical de la estructura de nuestra población que ya se está dando, y que tendrá negativos y grandes impactos durante este siglo.
En la primera, “El acelerado cambio demográfico nos obliga a efectuar profundas transformaciones” publicada el 23 de junio de 2023 indiqué que con los datos entonces disponibles la rápida disminución en la proporción de nacimientos en nuestro país, lo mismo que los incrementos en la expectativa de vida y en la mortalidad de jóvenes “nos deben mover a la reflexión, al estudio de alternativas y a la acción”.
Me refiero en ese artículo a que la radical transformación de estructura etaria de la población haría imposible mantener a mediano plazo la forma actual de financiar las pensiones de los jubilados; al aumento de los costos de las prestaciones de salud a una población más envejecida que padece enfermedades prolongadas que demandan mucha atención, hospitalización y medicamentos; a la necesidad de universalizar la red de cuido infantil para aprovechar el bono demográfico creado por la incorporación de mujeres la la fuerza laboral; a la transformación del sistema tributario que se requerirá; a la pertinencia de hacer estas transformaciones tomando en cuenta la necesidad de mejorar la atención a los adultos mayores en mayor pobreza y a la pérdida de capacidad innovadora que acarrea una población más envejecida, lo que a su vez obliga a mejorar mucho la cobertura y calidad de la educación y la preparación para el trabajo de la población.
Hice referencia a la gran importancia de aprovechar la necesidad imperiosa de empezar a atender los impactos de esta transformación demográfica de manera gradual pero con una visión general, y que, como lo había expresado varias veces en años anteriores, se debería continuar la transformación de nuestra seguridad social, que tuvo con la Ley de Protección al Trabajador su punto más relevante después de la pionera legislación social del Dr. Calderón Guardia en los años cuarenta. Para ello señalé la importancia de llegar a acuerdos políticos y técnicos para establecer una pensión básica universal.
Un año después, el 21 de julio de 2024, el segundo artículo se tituló “El cambio demográfico es aún más dramático de lo que esperábamos”. Considerando la información del INEC que recién se había publicado y que determinó que se aceleraba el envejecimiento de la población las consideraciones de mis artículos anteriores se tornaban más urgentes y relevantes.
Pero tiene razón don Luis Rosero.
Hay elementos positivos que se dan en los primeros años de esta caída en la fertilidad que facilitan el bienestar. Además, la disminución en la presión por atender población dependiente joven dada la drástica caída de natalidad libera recursos, que se pueden emplear tanto para mejorar la educación a una población joven menor, como para utilizarlos en la creciente población dependiente adulta.
El Dr. Rosero señala que son las mujeres jóvenes las que han disminuido increíblemente rápido la natalidad y que esto en buena parte se produce por la drástica caída en el embarazo adolescente. Esto lleva a que estas jóvenes que han cambiado su comportamiento “están priorizando su educación y desarrollo personal”. Desdichadamente, los datos todavía no señalan que esa ventaja ya se esté dando. Los datos de escolaridad neta en secundaria de 2013 a 2023 tanto en tercer ciclo como en educación diversificada indican que ha aumentado más la de hombres que la de mujeres. Y eso a pesar de que, para el período de esa comparación entre escolaridad neta de hombres y mujeres, los nacimientos de madres de 19 años o menos han pasado de 12924 a 4555, con una disminución de casi dos terceras partes.
El segundo elemento positivo es la oportunidad que brinda la disminución de la proporción de población dependiente en la niñez y en la adolescencia. Esta circunstancia deberíamos aprovecharla para mejorar la primaria universalizando la enseñanza de un segundo idioma y de las asignaturas especiales. En 2020 solo un 8,4% de las escuelas tenían un currículo completo.
Además, con esos recursos deberíamos aumentar la escolaridad neta en educación secundaria y terciaria en lo que nos hemos ido rezagando, y para fortalecer la preparación de los docentes, ejecutando la obligación legal ya establecida de evaluar sus capacidades al contratarlos, y para darles apoyo durante el primer año de labores, así como con la formación complementaria que se demuestre necesaria con una adecuada evaluación de sus tareas.
Finalmente, el Dr. Rosero Bixby señala que la caída en la natalidad aumenta la duración del bono demográfico. Este bono es el resultado del crecimiento más rápido de la población productiva con relación al crecimiento de la población dependiente. Esto se da porque la disminución del crecimiento de la población dependiente joven es mucho mayor que el aumento de la población dependiente adulta durante varios años. Don Luis indica que en lugar de terminar el bono demográfico en 2026 como se estimaba, ahora durará hasta 2038.
Esta prolongación del bono demográfico lo mismo que la liberación de recursos por la disminución de personas dependientes niñas y jóvenes deberíamos aprovecharla para ayudar a financiar la transición a un sistema de pensión básica universal.
Con ese fin también se debería utilizar la disminución del gasto en pensiones del sector público de los regímenes que están en proceso de extinción desde las reformas de la última década del siglo pasado. Como no entran nuevos pensionados a esos regímenes con la muerte de los beneficiados el monto requerido es cada vez menor.
Estas circunstancias facilitan la evolución hacia un sistema de pensión básica universal. Sería un crimen no aprovecharlos.
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