El día 17 de octubre del 2022 envié un artículo de opinión a este medio de comunicación con el título: “Ucrania ha perdido la guerra”. En él, tras un profundo análisis de la realidad estratégica y geopolítica, argumentaba como especialista en el tema, que Ucrania no tenía ninguna posibilidad de vencer a Rusia, una potencia nuclear con una capacidad militar y económica abrumadoramente superior. Esto, a pesar del apoyo masivo del Estados Unidos de Biden y Europa, que inyectaron millones en ayuda militar y financiera a un país sin los medios para sostener una guerra prolongada contra Moscú.

Sin embargo, este medio de comunicación rechazó la publicación de mi artículo, señalando:

Revisando las referencias, la mayoría son de hace más de un mes (y las principales de hace más de tres), lo que, ante un evento dónde todo se mueve aceleradamente, hace que el artículo no tenga relevancia actual, por ejemplo, fue en junio (hace casi cuatro meses) que estos expertos dieron la guerra por pérdida del lado ucraniano, pero ahí siguen, y desde entonces más bien han recuperado terreno que estaba en manos rusas, por lo que vale preguntarse qué tan acertadas eran sus valoraciones en ese momento. En estas condiciones no es posible publicar el artículo enviado”.

De manera que, por aquella razón de la “antigüedad de la fuente”, no podían publicar dicho artículo. Me gustaría ver si siempre son así de rigurosos con todos los artículos que reciben y publican. En aquel momento, mi perspectiva no fue censurada por falta de sustento o rigor, sino porque simplemente no encajaba en la narrativa dominante que Occidente promovía: una Rusia aislada, sancionada, debilitada y condenada a la derrota.

Hoy, la realidad ha demostrado lo contrario. Ucrania ha sufrido enormes pérdidas humanas y materiales, su contraofensiva ha fracasado, y el apoyo occidental ha comenzado a menguar ante la evidencia de que esta guerra no puede ganarse en el campo de batalla. Ahora, el presidente Donald Trump ha retomado los diálogos con Moscú, iniciando un proceso que apunta a poner fin al conflicto con una clara victoria de Rusia en todos los frentes: territorial, militar y diplomático.

El tiempo ha confirmado de manera contundente e irrefutable lo que expuse en aquel artículo no publicado. No quisiera pensar que la libertad de expresión en muchos medios de comunicación no es un derecho absoluto, sino una concesión limitada por los intereses ideológicos y políticos de quienes controlan la información. No quisiera pensarlo de un medio que dice ser alternativo y abierto. De ninguna manera me gustaría creer que la censura de mi análisis fuera parte de una estrategia más amplia para silenciar visiones que desafían la narrativa oficial de occidente respecto a este tema puntual, ya que esto iría en contra de todos los valores que dice defender nuestra sociedad abierta y democrática.

Es fundamental que el debate público sobre temas geopolíticos no esté condicionado por prejuicios o por la conveniencia de ciertos actores. La guerra en Ucrania ha sido una lección dolorosa sobre las consecuencias de ignorar la realidad por apego a una ficción política. Si queremos construir un mundo basado en el entendimiento y la paz, es imprescindible que todas las voces sean escuchadas, incluso aquellas que incomodan o desafían las creencias predominantes. La censura no solo es un ataque a la libertad de expresión, sino un obstáculo para comprender el mundo tal como es, y no como algunos quisieran que fuera.

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