Decía el segundo mejor golfista de la historia, y en eso coinciden ahora los expertos en lo humano, que lo que ayuda más al logro es enfocarse en fortalezas, en vez de en debilidades y desventajas (en el caso de este hombre, la de ser un afrodescendiente abriéndose campo en la élite del golf de los 80). 

Si pensamos en nuestro país, este principio de enfoque en fortalezas vale tanto para nuestras cualidades naturales y geográficas, como para las humanas. Y bien que nos hemos enfocado en naturaleza y geografía, y nos hemos logrado diferenciar ahí, atrayendo un turismo que otros vecinos desean y centros de servicio y manufactura, que nos han financiado el desarrollo de loas últimas décadas.

Pero, ¿alcanza esto para los próximos 20- 30 años, es decir, para la Costa Rica de nuestros hijos y nietos? ¿Estamos, como buenos padres y abuelos, dejándoles un país sostenible, a partir de lo que sí tenemos? ¿Estamos aprovechando y potenciando, todas nuestras fortalezas, en especial las humanas?

Según datos de INEC, MEP y la UCR, en Costa Rica menos del 44% de nuestros adultos en edad productiva logran un título de secundaria (menos del 12% de ellos tiene un nivel de inglés mínimo de B1), menos del 14% uno técnico, y menos del 20% uno universitario. 

Menos del 45% de nuestros adultos en edad productiva tiene un empleo formal y menos del 15% de los independientes logra un negocio estable. Y si hablamos de mujeres, 28,5% tienen empleos formales y  17,6% informales. Y un dato más: el 44,8% de nuestras familias en condición de pobreza tienen una jefa de hogar mujer.

Pero esto es como la historia de dos vendedores que fueron enviados a explorar una ciudad como potencial mercado de zapatos. Uno fue y regresó muy triste diciendo: cero posibilidades de vender: en esa ciudad nadie usa zapatos. Y el otro fue y regresó diciendo: muchas posibilidades de vender: en esa ciudad nadie usa zapatos.

Entonces, vaso medio lleno: somos un país con fortalezas por potenciar; con semillas por cuidar y ayudar a germinar. Tenemos talento, y sobre todo talento femenino intacto, que podemos sabiamente formar, potenciar y convertir en nuestro motor para el futuro. El impacto de esto para las actuales, pero sobre todo para las futuras generaciones, es inconmensurable, no sólo en términos económicos sino culturales y humanos.

Pero no es fácil hacerlo de manera sabia y sostenible. Incorporar mujeres al empleo sin atender a los hijos que quedan solos, o sus brechas educativas, o lo complejo de los horarios rotativos de las empresas y de las escuelas de los niños, sólo podría generar frustración y desgaste, de aquella fortaleza que pretendemos pulir y potenciar.

Pero de nuevo: vaso medio lleno. Hasta ahora hemos podido sostener como país, la paz social y el desarrollo de nuestras familias. Pero cuánto más podemos lograr, si como lo hicimos con el turismo, diseñamos más intencionalmente, y más inteligentemente, un modelo de desarrollo basado en la diversidad de talentos y las vocaciones profundas que nacen de historias personales, para nuestros próximos 20- 30 años; los de nuestros hijos y nietos. 

Y hay; hay experiencias y modelos a pequeña escala que están demostrando que sí podemos. De esto queremos hablar en próximos capítulos, como diría no sé quién. 

Por mientras, qué útil enfocar nuestra imaginación y nuestra intención, en un diseño-país con una propósito superior; y más útil aún, hacerlo juntos.

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