Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el medio PassBlue.

Más de la mitad de los haitianos vive por debajo del línea de pobreza, enfrentando enormes desafíos diarios debido a la infraestructura inadecuada, la falta de recursos y la violencia arraigada causada por pandillas criminales y la ausencia de un gobierno estable.

Las enfermedades transmitidas por el agua siguen siendo una de las principales causas de muerte en Haití, y recientes estadísticas muestran que más de un tercio de la población aún no tiene acceso a agua potable segura, mientras que casi dos tercios se enfrentan a servicios de saneamiento no adecuados o inexistentes. Las instalaciones a menudo son inaccesibles para personas con discapacidades, lo que agrava los problemas de salud pública.

La descarga generalizada de desechos humanos y contaminantes en los ríos —la principal fuente de agua en Haití para beber, cocinar y limpiar— provoca una contaminación severa. Esta falta crítica de agua limpia es uno de los problemas más urgentes del país, agravado por la crisis política y de seguridad en curso. Aunque organizaciones como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) siguen apoyando los esfuerzos en agua y saneamiento, la inestabilidad y violencia persistente en Haití plantean serios obstáculos, haciendo del acceso al agua potable una amenaza urgente y no resuelta para la salud pública y la estabilidad.

La desalinización —el proceso de eliminar la sal del agua de mar— podría ser una solución viable a la escasez de agua. Este tipo de agua puede hacerse adecuada para el consumo humano y la irrigación, pero la desalinización requiere de gran consumo de energía. Un enfoque más sostenible sería utilizar desalinización con energía solar, lo cual podría abordar tanto las necesidades energéticas como las de agua. Los costos de la energía solar y los sistemas de almacenamiento de energía han disminuido considerablemente con los años, lo que hace de esta una opción más factible y ecológica para enfrentar la crisis de agua en Haití.

Haití recibe una media anual de 1,400 a 2,000 milímetros de lluvia, que, con la infraestructura adecuada, podría proporcionar una fuente confiable de agua potable para la población. Sin embargo, este potencial sigue estando en gran medida sin explotar, ya que tanto la comunidad internacional como el propio gobierno haitiano han pasado por alto la necesidad de sistemas de recolección de agua adecuados y el apoyo relacionado.

La escalada de violencia en Haití ha desencadenado graves crisis económicas, elevando los precios y empeorando la pobreza. Las pandillas han interrumpido el suministro de alimentos, paralizando en ocasiones la economía mediante amenazas a los civiles y bloqueos de carreteras, conocidos localmente como peyi lok, como táctica para detener las actividades comerciales. En Artibonito, la principal región productora de arroz de Haití y un centro de violencia creciente, un líder de pandillas emitió múltiples amenazas en las redes sociales, advirtiendo que los agricultores que regresaran a sus campos serían asesinados. Como resultado, el Programa Mundial de Alimentos informó una gran reducción en las tierras cultivadas en Artibonito en 2022. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para 2023, la producción agrícola había disminuido drásticamente, con rendimientos de maíz un 39 % menores, arroz un 34 % menos y sorgo un 22 % menos en comparación con el promedio de cinco años.

En estas circunstancias desafiantes, la transferencia de tecnología para la agricultura vertical en interiores, sistemas de acuicultura de recirculación y la producción de arroz resistente a la salinidad para las comunidades costeras podrían desempeñar un papel importante en el fortalecimiento de la seguridad alimentaria de Haití. Las granjas interiores, utilizadas con éxito en Singapur y los Países Bajos, pueden producir alimentos durante todo el año con un mínimo de agua y terreno. Se requeriría una inversión inicial de entre 100,000 a varios millones de dólares, idealmente respaldada a través de asociaciones con organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos, las comunidades locales haitianas y organizaciones no gubernamentales. Tales colaboraciones serían esenciales para asegurar fondos sostenibles, fomentar la participación comunitaria y proporcionar la experiencia necesaria para el éxito del proyecto.

Los sistemas de acuicultura de recirculación permiten la cría de peces en entornos controlados, reduciendo la presión sobre los recursos marinos. Este enfoque ha sido efectivo en Estados Unidos y Noruega, y establecer un sistema a pequeña escala en Haití podría costar entre 200,000 a 500,000 dólares. El arroz resistente a la sal, como el cultivado en áreas propensas a inundaciones en China y Bangladesh, también podría beneficiar a las comunidades costeras haitianas. Estos proyectos podrían lanzarse mediante asociaciones con instituciones de investigación agrícola, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

La carne cultivada en laboratorio es otra innovación para abordar la escasez de proteínas, aunque los costos actuales, de 10 a 20 dólares por kilogramo, la presentan como una opción a largo plazo. La producción de carne cultivada en laboratorio ha visto éxitos iniciales en países como Estados Unidos, donde las regulaciones y el financiamiento para la investigación apoyan la innovación.

El internet de las cosas —una red de dispositivos físicos que pueden comunicarse entre sí y con la nube sin intervención humana— y las tecnologías de inteligencia artificial podrían apoyar la agricultura en Haití, permitiendo una supervisión remota y gestión eficiente. Estas tecnologías, ya utilizadas en otras regiones en desarrollo, podrían costar entre 50,000 y 100,000 dólares para una operación a pequeña escala, apoyada por asociaciones con empresas de tecnología y proveedores locales de telecomunicaciones.

Mientras el Consejo de Seguridad de la ONU extendió el mandato de la fuerza multinacional liderada por Kenia para combatir la violencia de pandillas en Haití, la situación de seguridad sigue empeorando, dificultando la entrega de ayuda humanitaria vital como agua potable, alimentos y medicinas. La seguridad por sí sola es solo el inicio para resolver los problemas socioeconómicos más profundos de Haití, y es esencial un enfoque integral que combine el alivio inmediato con estrategias a largo plazo para el desarrollo económico, la reforma política y la resiliencia climática. Abordando tanto los síntomas como las causas profundas de las crisis de Haití mediante compromisos con innovaciones científicas e inversiones, la comunidad internacional puede ayudar a guiar al país hacia la estabilidad y la autosuficiencia.

Los haitianos merecen los enfoques más sofisticados para satisfacer sus necesidades más básicas lo antes posible.

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