La Cumbre del Clima de Bakú (COP 29) ha llegado a su fin. La financiación climática ha sido la principal prioridad de esta reunión, o lo que es básicamente, establecer la cantidad de dinero que los países del Norte global están dispuestos a dar a los países empobrecidos para que dejen de usar combustibles fósiles a partir de 2030.
El inicio de la COP 29 evidenció la brecha existente entre los países enriquecidos y los empobrecidos. Mientras que los Estados del sur global exigían a los países ricos una cifra concreta de dinero, los países ricos eludieron por días hablar de números y demandaron que se hablara más de cómo recortar emisiones de gases invernadero.
La presidencia de la cumbre encabezada por el azerí Mukhtar Babayev, propuso la cifra de 250.000 millones de euros en ayuda económica que deben aportar los países ricos a los países empobrecidos, lo cual no sentó nada bien en las delegaciones de muchos de los Estados del Sur global.
Javier Andaluz, responsable de Cambio Climático de Ecologistas en Acción, resumía que esta propuesta no podía ser asumida por los países pequeños insulares y América Latina. Incluso señaló que dicha propuesta “parece una estrategia de la presidencia de la COP para plantear un objetivo inicial tan bajo que cualquier otra cosa que salga en las horas siguientes, por muy pequeña que sea, se sienta como un éxito”.
La disputa entre una mayor financiación para los países empobrecidos no solo ha hecho que la COP 29 haya sobrepasado su teórica hora de cierre, si no que una vez más ha dejado en evidencia la falta de interés político en cuanto a mencionar a los combustibles fósiles en sus textos. No ha habido ninguna referencia directa que se refiera al abandono de los combustibles fósiles. Incluso al inicio de la cumbre el propio presidente de Azerbaiyán, Ilham Alyev, llamó a los combustibles fósiles “regalo de dios”.
Tras una prórroga caótica, la COP 29 cerró un acuerdo en que los países enriquecidos se comprometen a aportar 300.000 millones anuales a partir de 2035 para que los países empobrecidos puedan recortar sus emisiones de CO2 y se adapten a la crisis climática. Dicha cifra representa 50.000 millones de dólares más que la propuesta inicial y a su vez también reconoce que los países del Sur global precisan de 1,3 billones de dólares anuales.
La cumbre estuvo muy cerca de ser un fracaso total en su día de final de cierre. El grupo de estados insulares, incluyendo Islas Marshall, y el grupo de países menos desarrollados se levantaron de la mesa al ver que los países enriquecidos seguían sin moverse de la propuesta inicial de 250.000 millones. El incremento de dicha cifra y la mención a que se desarrollará un plan para llegar al 1,3 billones, llamado “Hoja de ruta hacia los 1,3 billones”, que contiene “transferencias e instrumentos que no generen más deuda”, ha sido esencial a la hora de llegar a un acuerdo vago que en el fondo ha evidenciado la falta del multilateralismo y responsabilidad sobre las formas en adoptar el acuerdo.
La COP 29 ha evidenciado un año más lo que el norte opulento se niega ni siquiera a mencionar y que por consiguiente se ha convertido en la palabra tabú en este tipo de cumbres: los combustibles fósiles. La única mención a los combustibles fósiles en esta cumbre, al igual que en el año pasado en Dubai, es transicionar fuera de los combustibles fósiles, sin nombrar al petróleo, el carbón o el gas.
Las Cumbres del Clima siguen demostrando año a año la falta de soluciones políticas reales hacia soluciones que mitiguen los efectos del cambio climático. Mientras no se discutan alternativas a nuestro sistema económico actual será casi imposible evitar en el futuro inmediato catástrofes como las vistas en Valencia en semanas recientes.
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