El pasado 17 de octubre, varios medios de comunicación alertaron sobre la muerte de gran cantidad de peces en la laguna Madre de Dios, que está ubicada en la desembocadura del río Pacuare, hacia el noreste del distrito de Bataán, en Matina de Limón. Las fotos y videos tomados por los mismos pescadores no muestran peces pequeños, sino peces adultos, que vienen a reproducirse a este estuario, tanto desde el mar como desde los tres cuerpos de agua dulce que lo alimentan: el río Pacuare, el río Madre de Dios y el canal de Bataán.

Una breve investigación de internet muestra, al menos, ocho incidentes asociados a muertes de peces en el sitio, reportados desde el 2003. Es en esa fecha que el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (Iret-UNA) comenzó a monitorear y trabajar de la mano con las comunidades reportando y denunciando, una y otra vez, la muerte de fauna acuática y los impactos en la salud de los pobladores de la zona. ¿Qué han hecho al respecto el Ministerio de Salud, el Ministerio de Ambiente y Energía y el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), durante más de 20 años? Nada.

Pérdida de biodiversidad e impactos en la salud

Henry Knight tiene más de 25 años de pescar en la laguna. En registros verbales y audiovisuales de Iret-UNA, del año 2019, Henry describe el impacto ambiental:

Cuando, llegamos aquí no sacábamos los botes pequeños porque nos daba miedo que los robalos saltaran y los hundieran. Había por todo lado. Hoy, si yo veo un robalo saltando en la laguna llamo a mi mujer, porque es algo mágico, es un milagro”.

Después concluye:

Llegaba la bananera y llegaba la contaminación. Uno iba viajando por el río y una avioneta pasaba rociando el banano y aquella cosa le llegaba a uno, lo tocaba, como cuando empieza a llover poquito…”.

Sobra decir que es prohibido rociar a las personas y a los ríos con agroquímicos. Los estudios de Iret-UNA indican que la biodiversidad que había en 2014 se redujo a la mitad en el 2016 y que, desde entonces, no se ha recuperado. Es por eso por lo que Henry Knight ve cada vez menos robalos, corvinas, roncadores, lubinas y mojarras. Pero hay otros efectos que son más sigilosos, más silenciosos, producto de una exposición continua y de largo plazo a estas sustancias tóxicas.

Cerca de la laguna viven, al menos, unas 100 familias. Un estudio realizado en 2018 por Iret-UNA mostró que las mujeres que vivían más cerca de las plantaciones bananeras y, por ende, más cerca de las irrigaciones de un fungicida llamado Mancozeb, tenían más manganeso en su pelo. Sus hijos tuvieron un desarrollo socio emocional deficiente. El estudio señala que dentro de las aulas de centros educativos cercanos a las plantaciones bananeras había presencia de plaguicidas como HerbiLifo y otras sustancias tóxicas.

Es decir, la exposición asociada a estas irrigaciones ha producido efectos en la salud de los vecinos. Estos pobladores están expuestos a estas sustancias por múltiples vías, ya que los agroquímicos que se aplican en las plantaciones de piña y de banano se movilizan hacia los ríos. Allí se acumulan en las algas que sirven de alimento para los peces que, a su vez, alimentan a los pobladores.

Falta de voluntad política

En el caso de la laguna Madre de Dios, gracias al apoyo de Iret-UNA, las comunidades se han implicado directamente en la denuncia y en la comprensión de lo que está ocurriendo en su entorno. Aunque este es uno de los pocos casos que se denuncian, probablemente   existen muchos más, desconocidos, asociados a las más de cien mil hectáreas dedicadas al cultivo de banano y piña.

Poco se dice sobre las más de 58 muertes por intoxicación por plaguicidas, ocurridas entre 2010 y 2020, y sobre la falta de estudios epidemiológicos que evalúen los efectos crónicos de la exposición a estas sustancias. Así lo señala un diagnóstico realizado en 2022 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Recientemente, dentro del contexto de la participación de Costa Rica en la COP 16 de biodiversidad en Cali, se ha señalado el avance nulo en relación con la meta 38 de su Estrategia Nacional de Biodiversidad 2016-2025 (ENB2), en la que se había fijado que, para el 2020, habría “una tendencia a la reducción de consumo neto de agroquímicos en el país, a partir de la implementación de prácticas sostenibles". Además, según el PNUD, el país utiliza 20 de los 22 plaguicidas más peligrosos del mundo.

La grave situación que existe en la laguna Madre de Dios es el resultado de años de negligencia e inacción en relación con la gestión de los agroquímicos en el país. Tras más de 20 años de denuncias constantes, los pobladores de Bataán han visto impactada su salud por las aplicaciones aéreas de agroquímicos y otras posibles fuentes de exposición a estas sustancias.

Es necesario actuar. Encontrar a las empresas responsables de incidentes con agroquímicos en ambientes fluviales es complejo, porque hay muchas que podrían ser la fuente del problema. Por lo que es necesario enfocarse en la prevención. La estrategia de biodiversidad incluye todas las acciones necesarias. Es fundamental que el MAG brinde asistencia técnica de calidad a los agricultores, para que desarrollen prácticas agrícolas más sostenibles. Luego, junto al Ministerio de Salud, deberá prohibir otros agroquímicos catalogados como muy tóxicos, como ya hizo con el clorotalonil, y controlar que las empresas sigan lo establecido en el reglamento de uso de plaguicidas. Solo así tendremos poblaciones sanas y un país que merezca celebrar su biodiversidad.

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