Hace ya algunos años se viene hablando del envejecimiento de la población, cual marinero que alerta “¡Iceberg a la vista!” Pero ¿qué implicaciones tiene a nivel de los sistemas de salud?

A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace el rango de personas en la adultez mayor que, junto a la disminución en las tasas de natalidad, hacen que las poblaciones tiendan a envejecer. Como consecuencia, los sistemas de atención en salud se enfrentan a un panorama ampliamente diverso y complejo de la atención de los adultos mayores. Algunas de estas complejidades se asocian a la comorbilidad (la presencia de dos o más condiciones de salud en una misma persona), la polifarmacia (el empleo de múltiples medicamentos), la atención desintegrada de diferentes profesionales de salud y/o el vaivén de la persona entre diferentes modalidades de atención. Esta situación supone un incremento en la sobrecarga de los sistemas de salud y un impacto en su sostenibilidad financiera, teniendo implicaciones en la calidad de la atención y en la necesidad del cuido informal y la atención domiciliaria.

Al ser la edad el principal factor de riesgo para experimentar demencia (un deterioro cognitivo multidominio causado por diferentes enfermedades, como el Alzheimer), se espera que el número de personas con trastornos neurodegenerativos aumente. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2050 el número de personas que vive con demencia se habrá triplicado a nivel mundial, alcanzando 139 millones de personas con esta condición. Este incremento contribuye en gran medida al aumento en la atención de personas dependientes y con discapacidad entre todas las enfermedades; por ejemplo, según la OMS ya para el 2019 la enfermedad de Alzheimer se ubicó entre las primeras 10 causas de mortalidad a nivel mundial, y en 2021, el Global Burden of Disease Study la ubicó como la 25ª causa de años de vida ajustados por discapacidad (AVADs, o DALYs por sus siglas en inglés) en todo el mundo.

En el año 2023, la Organización Panamericana de la Salud publicó que el aumento previsto más alto sobre la prevalencia de la demencia en América Latina y el Caribe será en la región de Centroamérica. Siendo una consecuencia del incremento en la proporción de personas mayores de 65 años en el istmo. En cuanto a Costa Rica, se cuenta con un estudio del año 2013 que indica que la prevalencia fue de 4,1% de demencia y 8% de deterioro cognitivo leve (Wesseling, C., et al., 2013). Para el 2021, Costa Rica era uno de los únicos cuatro países de Latinoamérica que contaba con un plan nacional sobre demencia. Este plan, titulado “Plan Nacional para la Enfermedad de Alzheimer y Demencias Relacionadas Esfuerzos Compartidos 2014-2024”, estaría finalizando este año, lo que nos brinda la oportunidad para repensarnos cómo enfrentar esta situación en los próximos años.

Ante este panorama, se abre la necesidad de dictar una ruta que nos permita evitar un impacto directo contra el iceberg, de tal manera que podamos desarrollar estrategias de afrontamiento ante un inevitable envejecimiento de la población e incremento de la prevalencia de demencia. Esta ruta debería considerar los siguientes cuatro pilares: prevención, diagnóstico temprano, sensibilización y reducción del estigma, capacitación de profesionales en atención primaria y cuidadores informales. Algunos de los temas que se deben abarcar en un futuro plan:

  • Dirigirnos hacia una atención de salud integrada, centrada en la persona, en la que las distintas modalidades de atención se integren, incluyendo los centros de larga estancia y servicios de asistencia a domicilio, para cubrir las necesidades y preferencias de los adultos mayores a lo largo de su vida.
  • Combatir el estigma y sensibilizar a la población (ver el recién publicado Informe Mundial de Alzheimer 2024 de Alzheimer’s Disease International). Se sigue relacionando a la demencia con el envejecimiento normal, lo que retrasa el diagnóstico, la atención temprana y la determinación de decisiones anticipadas, que son primordiales para el acceso a tratamientos farmacológicos (ej., tratamientos antiamiloides) y no farmacológicos que pueden retrasar la progresión de la enfermedad en etapas tempranas.
  • Capacitar a los profesionales de atención primaria para un adecuado y temprano diagnóstico de las personas y proveerlos de recursos de apoyo para los familiares.
  • Desarrollar herramientas de capacitación y apoyo para familiares y cuidadores informales, cuyo rol es clave para evitar la sobrecarga atencional y financiera de los sistemas de salud y permiten a la persona con demencia vivir por más tiempo en su ámbito familiar.
  • Trabajar en la prevención de los 14 factores de riesgo modificables identificados por The Lancet Commission para la prevención de demencia. Un 45% del riesgo podría eliminarse si se actúa sobre estos factores.
  • Invertir en investigación, de tal manera que contemos con datos actualizados sobre la prevalencia de demencia y el verdadero estado de los recursos de atención disponibles (ej., residencias de larga estancia), permitiendo crear políticas públicas basadas en evidencia enfocadas en mejorar la calidad de la atención y trabajar sobre la prevención. Además, de la posibilidad de contar con informes nacionales actualizados de la situación en el país.
  • Crear una base de datos de fácil acceso y disponible para toda la población de los recursos a nivel nacional para la atención de personas con demencia y para la capacitación y apoyo a los cuidadores.
  • Crear grupos de expertos por experiencia (personas que viven con demencia y cuidadores informales) que participen en el desarrollo de las políticas públicas nacionales y que formen parte de los equipos de investigación en temas relacionados.
  • Incorporar en el sistema educativo nacional (público y privado) programas de salud cerebral que trabajen sobre la prevención de factores de riesgo, fomentar estilos de vida saludable, combatir el estigma y mejorar la detección temprana de los síntomas, además de desarrollar habilidades personales y profesionales para enfrentar eficazmente los retos que traen las poblaciones envejecidas.

Que no nos pase lo del Titanic y, a pesar de que el iceberg parece todavía estar lejos, implementar muchas de estas acciones lleva tiempo y negociación.

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