En los últimos días, ha habido en Costa Rica y el mundo una gran consternación ante los lamentables acontecimientos de Venezuela. El tema de las elecciones va más allá del fraude, los asesinatos y la represión, que nos duele a todos. Por desgracia, nada de esto fue de la noche a la mañana. El irrespeto a la voluntad popular y la sistemática violación a los derechos humanos se vienen dando desde hace bastante tiempo.
Hace ya muchos años que Venezuela perdió su democracia. Quizás décadas atrás era impensable para nuestros hermanos venezolanos que esto les pudiera llegar a suceder y, sin embargo, sucedió con todo el dolor y sufrimiento que esto ha conllevado. Como la historia de cualquier nación, la historia venezolana es compleja y multifactorial. Por ello podría ser muy pretensioso tratar de resumirla en unas cuantas líneas. Aun así, ante la coyuntura actual, vale la pena de hacer el esfuerzo de repasarla, a modo de reflexión, solidarizándonos con ellos y teniendo en mente que ningún país, incluyendo Costa Rica, está exento de poder pasar por episodios más o menos similares.
A inicios del siglo XIX, Venezuela tuvo un antes y un después con el descubrimiento de petróleo en sus tierras. Esto vino a incidir de forma directa en todo el desarrollo socioeconómico y su situación política desde aquel entonces hasta los tiempos actuales.
Paralelo a las riquezas producidas por el llamado oro negro, la economía de Venezuela se fue centralizando en dicho recurso, descuidando con ello otros tipos de fuentes de ingresos como la agricultura. En ese entonces esto no parecía importante pues el crecimiento económico iba en firme ascenso.
En los años 50 Venezuela era el cuarto país más rico del mundo. A pesar de ello, esta primera mitad del siglo XIX estuvo marcada por inestabilidad política. Fue hasta el año 1958 que se derrocó al dictador vigente, se instauró por fin la democracia y se firmó el llamado “Pacto de Punto Fijo” entre los principales partidos políticos. Con él los partidos predominantes de ideología social socialdemócrata y social cristiana, se garantizaban estabilidad política mediante la alternancia en el poder.
Posterior a ello la bonanza petrolera continuó en ascenso. En las décadas de los 60 y 70 el crecimiento económico era el mejor. Al país se le apodó la Venezuela Saudita. Era un país rico y próspero. Su clase media y alta se desarrolló de gran forma. Bajo ese modo de vida era impensable que dentro de algunas décadas Venezuela perdiera su democracia y que toda su economía se desplomara. Si alguien le hubiese preguntado en aquel entonces, habría respondido, “eso no es posible, eso son cosas que pasan en otros países, pero aquí no.”
En 1973, la bonanza tocó su punto más alto pues la guerra en Medio Oriente hizo que los precios del petróleo se dispararan. Esto alentó a que, entre tanta plata, el gobierno gastara e hiciera despilfarro. De igual forma, para seguir gastando de forma descontrolada se endeudó con la esperanza de que, de mantenerse los precios del crudo, podría pagar con facilidad. No obstante, en los 80 el precio del petróleo se desplomó. Lo que había sido una fiesta se convirtió en hambruna y el país entró en una profunda recesión. Para peores, en los buenos tiempos, y ante lo excesivo del dinero, se propició la corrupción en las esferas políticas. Se generó ineficiencia en el aparato estatal y no se invirtió lo suficiente en desarrollo humano y social puesto que lo que prevalecía era que los ricos se hicieran más ricos y la diferencia de clases se exacerbó. Sin duda esto generó un gran descontento popular.
Para contrarrestar la difícil situación económica el gobierno quiso introducir medidas de austeridad las cuales no pudieron implementarse por ser altamente impopulares. En el año 1989 se produjo una gran ola de protestas y saqueos lo cual se conoció como el Caracazo. Cientos de personas murieron a manos de las fuerzas de seguridad.
En esta coyuntura de crisis socioeconómica, corrupción y malestar generalizado hacia la clase política dominante empieza a emerger la figura de Hugo Chaves, un joven de la brigada de paracaidismo del ejército. En el año de 1992 este joven lidera un intento de golpe de Estado. Si bien falló, esto lo catapultó a la fama, haciéndose una figura ya bastante popular. Seis años más tarde, Chaves se presenta como candidato a las elecciones.
Ante la disconformidad y malestar del pueblo, su discurso sobre una revolución bolivariana en la que prometía derrotar a la clase política tradicional, eliminar la corrupción y los privilegios de las castas, así como eliminar la pobreza caló profundamente en el pueblo. Tenía un perfil que difería mucho del político tradicional. Era carismático y hablaba con gran elocuencia y con verbo fuerte. Su estilo confrontativo y de polarización convenció a muchos.
Había quienes que, en su desesperación e ignorancia, lo veían como el elegido de Dios. Es este apoyo irracional que le permitió ganar las elecciones. Sin embargo, esto no fue suficiente. Para poder poner en práctica sus ideas, convocó a referéndum para decidir convocar a una constituyente y así modificar la Constitución a su antojo, ya que la institucionalidad le resultaba un fastidio. En el referéndum privó la indiferencia pues el abstencionismo fue muy alto y ello facilitó que ganara el sí.
La nueva Constitución, como era de esperarse, implicaba un fortalecimiento al poder presidencial donde incluso alargaba su período constitucional. Con los ingresos petroleros, implementó programas sociales para favorecer a los más desposeídos. Esto a su vez resultaba en una inversión para ganar y mantener su popularidad. Por otra parte, nacionalizó industrias claves como las del petróleo. El gobierno también confiscaba empresas o tierras de ciudadanos particulares y de esta forma lograba tener el control de los recursos del país. Esto le permitía contar con lo suficiente para comprar votos, pagar sobornos y enriquecerse él y los suyos. La corrupción que en su momento prometió erradicar ahora era su propia corrupción.
Naturalmente, esto generó descontento en buena parte de la población. En el 2002 se dio un intento de golpe de estado que fue revertido gracias al apoyo militar y popular. Poco tiempo después, la oposición promovió una huelga general, sin embargo, el gobierno rápidamente retomó el control.
Además de la nueva Constitución hecha a su medida, las instituciones democráticas y los medios de control le estorban a Chaves. Argumentaba al respecto que el sistema estaba arraigado para que las élites y casta mantuvieran sus privilegios. Al propio tiempo sostenía que sus iniciativas no avanzaban en la Asamblea Nacional por lo que empezó a gobernar por decreto a través de lo que se denominó las normas habilitantes, creadas por la Constitución para darle poderes extraordinarios al presidente. Con el nombramiento de magistrados afines a él en el Tribunal Supremo, fue tomando el control en todos los poderes. Si bien hubo elecciones, él también controlaba el Tribunal Electoral.
Hugo Chaves tuvo años de bonanza por alza en los precios del petróleo, pero luego con la crisis del 2008 los precios se vinieron abajo drásticamente. Al propio tiempo, las empresas nacionales de electricidad y agua se volvieron menos productivas, lo que provocó apagones y escasez de agua. Sin embargo, la crisis económica de entonces, la pobreza, la desigualdad y la corrupción eran culpa de otros, nunca de él. Todos los males se debían al neoliberalismo y a Estados Unidos que se atrevía a criticarlo. El único camino para que haya patria es el socialismo, sostenía. La expropiación de empresas se hizo como un juego, cuyo resultado usualmente era sus cierres o quiebras por ineficiencia o corrupción.
La crítica era vista por él como una conspiración mediática en su contra. Canallas dirían algunos por estos rumbos. Ante esto, sometió a la prensa a lo que él denominaba responsabilidad social, alineándola así a la fuerza, a su propia conveniencia.
Todo esto le permitió poner en práctica su revolución bolivariana. Tomó control de la petrolera PDVSA que, aunque ya el Estado se la había apropiado, estaba controlada por opositores por lo que despidió a más de 18 mil y en su lugar nombró a sus allegados. En estos nombramientos prevalecía más la lealtad hacia el líder, que la capacidad. Esto generó protestas de la oposición, a las que se le aplicaba represión.
En los tiempos de la temprana muerte de Chaves, el país había caído en despilfarro, corrupción e ineficiencia estatal. Previo a fallecer, nombra como su sucesor a su vicepresidente y exministro de relaciones internacionales, Nicolás Maduro, hombre de su confianza, pero con menos carisma que él. Para su llegada al poder se hacen elecciones en las cuales Maduro infligió las normas electorales utilizando fondos estatales para su campaña.
También hizo todo lo posible para demonizar a su oponente a la vez que se presentaba como el elegido. Maduro gana las elecciones por estrecho margen en unas muy dudosas elecciones. Las protestas estallaron, pero fueron reprimidas con mucha violencia, llevadas a cabo en buena medida por bandas progubernamentales, conocida como colectivos, las cuales el régimen avalaba considerándolas pilar fundamental en la defensa de la Patria.
Con Maduro, la crisis económica se agudiza. La PDVSA se politiza más, entregándoselo a los militares. Su falta de carisma es contrarrestada con el fortalecimiento de su poder. Ha gobernado básicamente por decreto. En 2015, la oposición gana las elecciones de la Asamblea, sin embargo, Maduro hace de ello una burla irrespetando la Constitución y nombrando otra Asamblea Constituyente. Todo crítico era visto como su enemigo, por lo que la libertad de prensa y las violaciones de derechos humanos estaban a la orden del día. Paralelamente la delincuencia aumentó y la economía se desplomaba cada vez más. Iniciaba la época de los grandes éxodos de venezolanos hacia otras naciones. Dado su autoritarismo, Maduro enfrenta sanciones internacionales principalmente de Estados Unidos y la Unión Europea. Esto ha afectado aún más su economía sin lograr el objetivo de verlo caer.
Ante la crisis económica, Maduro toma el camino fácil pero fatal de imprimir más billete. Pronto se desataría una hiperinflación descomunal en la que se dio una gran escasez de alimentos, medicamentos, y un colapso de los servicios básicos. Las múltiples protestas masivas eran enfrentadas por Maduro con más represión y violencia. Asesinatos, detenciones arbitrarias y tortura para los opositores era lo común. La gente tenía que hacer colas por las noches para conseguir comida pero era prohibido tomar fotos a las estanterías vacías. Artículos básicos como el pan o el papel higiénico eran a menudo imposibles de encontrar, dejando a la gente desesperada. La desnutrición infantil alcanzaba cifras descomunales.
Ya a este nivel, la popularidad de Maduro se había diezmado y la oposición, aunque dispersa, se fortalecía. Vinieron las elecciones de la Asamblea parlamentaria del 2015 que fueron ganadas por la oposición. Ya esto era algo importante y se pensaba que con ello se podía cambiar el rumbo. Sin embargo, tenían mucho en contra. Mientras que la oposición controlaba el Congreso, Maduro y sus partidarios controlaban todo lo demás. El nuevo Congreso no asumiría el poder hasta el próximo mes, por lo que Maduro utilizó este tiempo para llenar el Tribunal Supremo, añadiendo trece nuevos miembros y con ello mantener el control sobre dicho Tribunal el cual despojó a la Asamblea de sus poderes legislativos y en su lugar se impuso una Asamblea Constituyente que eliminaría el Parlamento y las elecciones libres. En otras palabras, obtiene un poder absoluto y sin contrapesos. Esta Asamblea Constituyente fue elegida en julio de 2017 en unas elecciones totalmente falseadas bajo la complacencia del Tribunal Electoral, operado a su vez bajo su absoluto control.
Los líderes de la oposición eran enviados a prisión o al exilio. Maduro programó la elección 8 meses antes del final de su mandato, así que si algo salía mal, tendría tiempo de sobra para solucionarlo. La falsa elección ocurrió y Maduro se juramentó de nuevo en 2019. El congreso en el que la oposición tenía mayoría absoluta, proclamó a Juan Guaidó como presidente, considerando que él era el jefe de Congreso y que la Constitución decía que si no había Presidente legítimo electo era él quien debía asumir la presidencia. Al final, lo que prevalecía era el respaldo de los militares. Desde tiempos atrás, Chávez se había asegurado que los militares se beneficiaran generosamente de la Revolución Socialista a partir de sobornos y del control del petróleo. Esto le permitió mantenerse en el poder.
Cualquiera se cuestionaría, ¿cómo es posible que esto suceda y donde está la oposición? Para quienes vivimos en democracia esto es difícil de entender, pero bajo ese contexto, cualquier hombre que criticara al gobierno no solo era su enemigo sino que era arrestado y encarcelado. Existía una red de espías cubanos para detectar cualquier disidencia. La tortura de prisioneros era cosa de todos los días. Como sucede con muchos dictadores, Maduro usaba el miedo como herramienta para estar en el poder.
Ante semejante situación, muchos venezolanos han migrado a otros países. Se estima alrededor de 6 millones. Es común que en Costa Rica y en otros países se discrimine al inmigrante. Lo que no siempre se comprende el drama humano que ha llevado a estas personas dejar atrás su vida y familia y arriesgar su propia integridad en travesías peligrosísimas con tal de sentirse a salvo o tener ellos y los suyos algo con que alimentarse. Cada migrante tiene su propia historia difícil y compleja. Nadie puede estar 100% seguro de que algún día nosotros o los nuestros podamos llegar viviendo como migrantes ilegales con todo lo que ello conlleva.
El problema de Maduro es que su historia no solo es pasado, sino que también es presente. Conociendo lo que ha sucedido es más fácil entender que la derrota en las recientes elecciones no iba a ser fácilmente reconocida por él y que el fraude era lo más previsible. Aunque ya el apoyo popular ha caído drásticamente, el ejército y las redes del narcotráfico lo mantienen en el poder. No sabemos cuándo será, pero lo más probable es que tarde o temprano Maduro terminará juzgado y encarcelado por crímenes de lesa humanidad. No obstante, para entonces, ya el daño estará más que consumado.
Muchos menosprecian y pretenden sacudirse del riesgo de caer en desgracias semejante diciendo que es culpa del comunismo. Bajo esta tónica, piensan absurdamente que basta con cerrarle el portillo a los partidos de izquierda cuando en realidad la causa de estas desgracias está en la pérdida de la democracia y esta se puede perder independientemente de la ideología de quien gobierne. Las dictaduras modernas, con todas las desgracias y sufrimiento que traen, son tanto de izquierda como de derecha. Ya no llegan por golpes de Estado, sino que llegan a través de elecciones libres y democráticas. La era del internet no vino a ser necesariamente la era del conocimiento. Es la era de la desinformación, mentira y manipulación que se divulga fácilmente a través de las redes sociales con tanta eficiencia. Las imperfecciones de la democracia, la corrupción y las crisis de los partidos tradicionales son aprovechadas principalmente por líderes populistas en Latinoamérica para engañar y manipular a los incautos. De igual forma, estos procesos no se dan de la noche a la mañana. Empiezan de forma paulatina dando pequeñas señales hasta que poco a poco la población se va acostumbrando.
Utilizar el aparato estatal para vengar a quienes critiquen al líder; polarizar; fomentar el odio hacia el adversario; dinamitar puentes en lugar de recurrir al diálogo; afectar negativamente la libertad de prensa; beneficiar descaradamente a sus financistas; descuidar sospechosamente la seguridad y el narcotráfico; tratar a sus críticos como enemigos; atacar a los medios de comunicación que lo adversen y beneficiar a los que hablen bien; desdeñar y atacar sistemáticamente la institucionalidad democrática y los medios de control tales como el poder judicial, legislativo, ente contralor de las finanzas públicas, tribunal constitucional, entre otros; así como recurrir una y otra vez a la mentira y manipulación para perseguir sus fines y mantener popularidad, son todas señales peligrosísimas del camino errado de erosionar una democracia. Cualquiera pensará que esto es una exageración.
Justo previo a las elecciones que llevaron a Hugo Chaves al poder hubo una famosa entrevista del periodista Jorge Ramos al incipiente líder venezolano en el que él afirmaba tajantemente que en menos de que terminaba su período constitucional como presidente entregaría el poder; que jamás iba a nacionalizar empresa alguna y que jamás controlaría los medios de comunicación o coartaría la libertad de prensa. Muchos le creyeron, le apoyaron y pensaron que los miedos de perder la democracia eran exagerados. Es a nosotros a quienes nos corresponde velar por nuestra propia democracia ante cada señal de riesgo. A nadie más.
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