La Violencia

El reciente asesinato ocurrido en Guachipelín de Escazú el pasado lunes 3 de junio abrió un debate en nuestro país sobre la violencia directa, cruda y visible. Este tipo de violencia suele ser aprovechada por políticos populistas y grupos de presión para dirigir la atención hacia sus propios intereses, reforzando sesgos y prejuicios. No es sorprendente, considerando que una revisión de los datos del OIJ sobre crímenes violentos en los últimos cincuenta años revela casi cincuenta crímenes impactantes: violadores seriales, desapariciones y homicidios, asesinos seriales de mujeres indigentes, homicidas múltiples, casos de saloneras de casino en Escazú, y homicidios de menores en Sarapiquí, entre otros. Cada crimen presenta circunstancias diversas y complejas.

Sin embargo, este tipo de violencia explícita no es la única que afecta a nuestra sociedad. A menudo, se culpa superficialmente a las circunstancias sin profundizar en sus raíces. Además de estos crímenes notables, existen otros tipos de violencia que hemos normalizado y que pasan desapercibidos. Por ejemplo, el caso del hombre que desapareció tras bajarse de un bus y caer en una alcantarilla el 10 de junio, para luego ser encontrado muerto, se percibe como un accidente o una triste anécdota, pero no como violencia, aunque realmente lo es.

Estas consideraciones, sumadas a la experiencia de recibir, a través de un chat de seguridad comunitaria, un video en el que se mostraba de manera explícita la muerte de una adolescente durante un altercado me hizo caer en cuenta de que hay algo que no estamos comprendiendo correctamente. Aquello era violento en sí mismo, y revictimizaba a esa niña y a su familia.

Comprender

En 1969, Johan Galtung, matemático y sociólogo noruego, publicó un artículo fundamental para comprender la violencia más allá de lo aparente, cuestionando las definiciones tradicionales de paz y violencia. Galtung propuso que la violencia tiene varias dimensiones interconectadas, describiéndolas como el triángulo de la violencia: la violencia directa, la violencia estructural y la violencia cultural.

La violencia directa es la forma más visible y reconocible, implicando actos físicos o verbales que causan daño o sufrimiento de manera inmediata y tangible. Es la más fácil de identificar. La violencia estructural, en cambio, está arraigada en las estructuras sociales, políticas y económicas de la sociedad. Es tan normalizada que pasa desapercibida y se manifiesta en condiciones y sistemas que perpetúan la desigualdad, la injusticia y la opresión sin necesidad de un acto directo. Incluye la distribución desigual de recursos, oportunidades y poder, marginalizando y excluyendo a los grupos más vulnerables.

La violencia cultural se refiere a las formas de violencia arraigadas en las normas, valores, creencias y prácticas culturales. Se manifiesta a través de ideologías dominantes, estereotipos, discriminación y exclusión cultural que perpetúan la opresión y la desigualdad. Marginaliza a grupos étnicos, religiosos, de género y culturales, e impone normas y prácticas que limitan la libertad y la autonomía de las personas. Esta violencia es invisible, operando de manera simbólica e influyendo en nuestras percepciones, identidades y relaciones.

Galtung amplió la definición de violencia, incluyendo todos aquellos obstáculos que dificultan la realización plena de las potencialidades humanas. Así, por ejemplo, mientras que la muerte por cólera, dengue o tuberculosis en el siglo XVIII no se consideraría violencia estructural, la muerte por estas enfermedades en la actualidad sí lo es.

La violencia estructural beneficia a unos pocos y excluye a muchos. La falta de aceras adecuadas, un sistema de transporte público decente, paradas de autobuses apropiadas y una contraloría activa de sus servicios son formas de violencia. Las inundaciones de calles que dificultan la movilidad de las personas también lo son. Las estructuras sociales, políticas y económicas que limitan el potencial humano y perpetúan la desigualdad y la injusticia son formas de violencia. Esto incluye situaciones donde quienes regulan son juez y parte, como en el caso del sector del transporte público.

La Paz

La trampa de nuestra época empieza porque se valoran más los videos de TikTok de 10 segundos que las bibliotecas o la discusión de temas profundos, se profundiza cuando se reducen los presupuestos de los centros de estudio, el sistema educativo y el Ministerio de Cultura.

Es crucial comprender, valorar y entender las distintas formas de violencia, para ello no debemos ni podemos quedarnos en la superficie, debemos cuestionar, preguntar y retar las frases rápidas, el señalamiento individual de actos específicos de violencia; abordar las verdaderas causas de la violencia. Más leyes o cárceles y menos presupuesto para el bienestar no son soluciones de nada.

Paz y violencia están interrelacionadas; el concepto de paz va más allá de la mera ausencia de violencia. Debe abarcar la justicia social, la equidad y la armonía en las relaciones humanas. Alcanzar la paz es posible, pero solo desde un enfoque interdisciplinario que combine teoría y práctica para abordar los conflictos de manera comprensiva y total. La paz implica justicia social, equidad y armonía en las relaciones humanas, espacios de encuentro, la promoción de soluciones alternativas para los conflictos y una actitud profunda y reposada de las verdaderas raíces de la violencia. Es esencial que trabajemos juntos para construir una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.

Entender y abordar la violencia en todas sus formas es crucial para construir una sociedad más pacífica y justa. No podemos ignorar las violencias estructurales y culturales que afectan a nuestro país y nuestras comunidades; debemos esforzarnos por crear un entorno donde la paz, la justicia y la equidad sean los pilares fundamentales.