“Un accidente”. La frase más escuchada cuando ocurre una tragedia. La Real Academia Española define accidente como un suceso eventual que modifica “el orden regular de las cosas” (párr.1). Los accidentes ocurren diariamente; por ejemplo, salir de la casa y caerse en las escaleras, o pisar de más el acelerador del automóvil e impactar al vehículo que tenemos adelante. Son accidentes. Pero ¿será un accidente bajar del bus en medio de un diluvio, resbalarse y ser arrastrado por la corriente hasta ser absorbido por una alcantarilla? A eso yo no le llamaría “accidente”, sino “violencia”.

Galtung habla sobre dos formas de violencia: la personal y la estructural. Al primer tipo lo define como aquel en donde existe un actor, el cual comete la violencia de forma directa, de manera personal. Al segundo lo describe como aquel que no implica un actor, sino que forma parte de la estructura del sistema, entendiendo esto como las instituciones encargadas del poder. La violencia estructural pasa desapercibida por las personas, permanece oculta.

Tanous, Asi, Hammoudeh, Mills y Wispelwey también abordan la violencia estructural y se encargan de definirla como las normas en que las sociedades fomentan la discriminación por medio de sistemas mutuamente inequitativos que afectan aspectos de la vida cotidiana, por ejemplo, la educación, la atención médica, la justicia penal, o incluso el libre tránsito por las calles y aceras.

Ahora bien, podría continuar dando referencias sobre autores que han tratado el concepto de violencia estructural, pero de eso no se trata este texto.

El pasado 10 de junio, en horas de la noche, mientras regresaba a su hogar, un adulto mayor de 69 años sufrió un infierno al haber sido absorbido por la corriente del caño, que desembocó en una alcantarilla sin tapa, por la cual este hombre desapareció. A pesar de la respuesta casi inmediata de los rescatistas, el adulto mayor no pudo ser socorrido esa noche. Fue hasta el día siguiente, el 11 de junio, cuando se reiteró la búsqueda en horas de la mañana y lograron hallar el cuerpo de la víctima a escasos metros de la alcantarilla por la que cayó.

Este hecho conmovió al país. Diversos medios de comunicación siguieron la nota esos días. Entre lo que se logra leer de sus redacciones, están los posibles culpables de esta tragedia. Hacen llamados a instituciones como las municipalidades de Goicoechea y Tibás (el acontecimiento ocurrió en Llorente de Tibás), así como al Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT). No obstante, en noviembre del 2022, se reportó otro incidente sobre una muerte por caer en una alcantarilla. Esta vez sucedió en Barranca, Puntarenas. Un adulto mayor de 76 años cayó con su bicicleta dentro de una alcantarilla llena de zacate y falleció.

Como se puede observar, estos son dos casos bastante similares, con dos años de diferencia, en dos lugares diferentes. Pero ¿cómo se relaciona todo lo anteriormente expuesto? La violencia estructural ha estado presente en las calles y aceras del país desde hace años. Galtung plantea que la violencia estructural se manifiesta como poder desigual y que ocasiona oportunidades de vida desiguales. Difícilmente se observa una alcantarilla sin tapa en lugares como Escazú, pero es muy normal ver esta situación en sitios como Tibás, Guadalupe y Coronado (en este último se reportó recientemente una alcantarilla sin tapa cerca del parque central, a un lado del paso peatonal). Las publicaciones son las mismas: las instituciones se culpan entre ellas en lugar de hacerse responsables, mientras que la ciudadanía lamenta los hechos, busca culpables y luego olvida lo ocurrido.

Estos “accidentes” que alteran la regularidad de las cosas simplemente no pueden continuar llamándose así, son claros ejemplos de violencia estructural, que afecta a cualquiera que transite esas zonas. Pero es por esta misma regularidad que ya no se habla de lo sucedido, las personas olvidan las tragedias, y sólo las retoman hasta que ocurre otro hecho lamentable. Este desinterés social, me atrevería a decir, es parte de la violencia estructural, ya que, tal y como lo plantean Tanous, Asi, Hammoudeh, Mills y Wispelwey, las estructuras de la sociedad no brindan equidad entre los grupos, por lo cual, mientras el más privilegiado goza de poder caminar libremente por la acera, sin importar si está lloviendo o no, la población menos privilegiada muchas veces no tiene una parada de autobús edificada, y se ve obligada a bajar en cualquier lugar, sin importar si pone en peligro su vida o no.

La violencia estructural, o el asesino silencioso, seguirá estando presente mientras exista un sistema de poder en la sociedad, es algo inevitable, pero sí se puede evitar olvidar estos hechos lamentables, y así, no propagar esta problemática.

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