La falta de rigor con la comunicación veraz o verificable por parte de regímenes gubernamentales de tendencia populista y autocrática que emergen en las Américas y el mundo está forzando una transformación profunda en la forma como se relaciona la ciudadanía con el Estado. De la era de la post-verdad podríamos estar pasando a la era de la post-presidencia, donde lo que dice la persona que ocupa la jefatura de estado ya no tendría valor debido a la alta probabilidad de que sea falso, engañoso o con afán manipulador. De ahí lo que seguiría es el post-Estado, donde la ciudadanía caería en un escepticismo colectivo crónico donde habría que ver para creer lo que el gobierno hace, y dejaría de tener validez lo que el gobierno dice y los políticos prometen.
Esto hace más pertinente hoy que nunca la precisión en el diagnóstico de conflictos, que no son otra cosa que incompatibilidades que requieren del diálogo y de herramientas disponibles para la creación de escenarios futuros de prosperidad. Si antes nos maravillaba la capacidad de software para la toma de decisiones bajo incertidumbre en el diseño de algoritmos informáticos, hoy nos debe llamar la atención el potencial de la inteligencia artificial (IA) para elaborar millones de simulaciones en una tarde a partir de diagnósticos precisos de los conflictos.
Por ejemplo, ¿qué sucedería si se elaborara una simulación para determinar en qué porcentaje de escenarios la pérdida de calidad académica en el sistema de educación pública agravan la situación de inseguridad que vive el país? ¿O simular millones de escenarios para proyectar, en la creciente prolongación de la longevidad en países como Costa Rica, qué tipo de seguridad social se necesitaría para el resto de este siglo? ¿O modelar, tras millones de iteraciones computacionales, cuánto debe invertirse en restauración de capital natural para sostener la creciente masa de talento que está migrando al país en el contexto de aceleración de la crisis climática global?
Más que promesas y proyectos de ley o iniciativas de creación de políticas públicas, lo que necesitamos, con carácter de urgencia, es el desarrollo de sistemas de gobernanza que aumenten la transparencia y la rendición de cuentas a todo nivel. Como analogía al ser humano, ¿cuáles hábitos podemos crear para que robustezcan nuestro bienestar? Se dice que las organizaciones son tan fuertes como el más débil de sus sistemas. ¿Cómo está nuestro estado de derecho, nuestra democracia, nuestros servicios públicos, nuestro medio ambiente, nuestro recurso hídrico? ¿Mejoran o empeoran?
Lo fundamental es comprender que el mejoramiento de la gobernanza sucede desde el hogar hasta la iglesia, pasando por las asociaciones de vecinos, el cumplimiento de las normas de tránsito, las Asadas (asociaciones administradoras de los sistemas de acueductos y alcantarillados comunales), asociaciones de desarrollo integral (ADIs), gobiernos locales, empresas privadas, organizaciones de la sociedad civil, entidades autónomas y, por supuesto, en los grandes poderes de la República que le dan balance al estado chequeándose unos a otros.
Ya estamos grandes. Me refiero a nosotros, la nación costarricense, en su ser democrático, pacífico y libre. Entendemos muy bien que las intenciones guían nuestro recorrido, y se manifiestan a través de la palabra. Las palabras, cuales encantos o hechizos, condicionan nuestras obras. Usarlas de manera impecable nos permitirá realizar las obras por las que seremos recordados, más allá del discurso y de la promesa.
Escuche el episodio 210 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Post-estado”.
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