En su libro “The New Constructivism in International Relations Theory”, publicado en 2022, David M. McCourt plantea que las acciones e interpretaciones, no solo de grupos sino también de individuos, moldean las relaciones internacionales, es decir, la agencia de seres humanos concretos puede, por ejemplo, influir en la política exterior.
Tal afirmación se sitúa en el marco de la tercera generación de constructivistas en el ámbito de las relaciones internacionales, quienes se caracterizan, entre otras cosas, por un retorno al interaccionismo simbólico, y darle preponderancia a cómo el ser social en las relaciones internacionales se construye mediante la interacción de múltiples agentes e incluso el papel que tienen el estigma, la vergüenza, la rabia y otras emociones en la conducción de la política internacional, y ulteriormente en cómo los Estados actúan e interactúan en la arena internacional.
Podríamos, retrotraernos a 1969, cuando un estudiante de historia llamado Jan Palach se auto inmoló en Praga, entonces parte de Checoslovaquia, como protesta frente a la invasión del bloque soviético de 1968 que suprimió la Primavera de Praga o a las inmolaciones de activistas contra la guerra de Vietnam.
En ese mismo orden de ideas, me parece relevante, en la coyuntura actual, traer a colación al joven de 25 años Aaron Bushnell, el miembro en servicio de la fuerza aérea de los Estados Unidos que grabó y transmitió en vivo su propia inmolación frente a la embajada de Israel en Washington. Un faro humano de desesperación y protesta que fue trending topic en la mayor parte del continente americano, europeo y asiático en plataformas como X, Tik Tok y Twitch, y titular en las principales cadenas internacionales de noticias, con un discurso centrado en el genocidio en ciernes en la franja de Gaza y la complicidad de los Estados Unidos, y otros países.
La acción de Bushnell, constituye una demostración crítica de la capacidad de las acciones individuales para impactar significativamente en el entramado de las relaciones internacionales, alimentando el debate público y obligando a los actores estatales a reconsiderar o modular sus posturas.
Este impacto se manifestó de manera notable en los Estados Unidos, particularmente durante el fin de semana siguiente al acto de Bushnell, coincidiendo con las primarias demócratas y republicanas en Michigan, un estado que generalmente se encuentra en disputa electoral, con una población significativa de más de 300,000 individuos provenientes o descendientes de migrantes del Medio Oriente y África del Norte, incluyendo 200,000 que se identifican como musulmanes.
La elección de más de 100,000 votantes del partido demócrata por el voto en blanco, posicionándose como la segunda opción más votada y la pérdida de más de 850 mil votos respecto a la participación en las primarias demócratas del año 2020, emerge como una protesta contundente contra el respaldo financiero y militar de la administración Biden a Israel, subrayando el profundo descontento con la política exterior estadounidense y el efecto resonante de la agencia individual en el ámbito político global.
El buen momento que viven las tesis constructivistas en las relaciones internacionales se refleja incluso en cómo referentes globales de teorías clásicas, tradicionalmente racionalistas como por ejemplo el realismo, repiensan sus enfoques. Lo anterior es notable en el trabajo de John Mearsheimer, quien, en su más reciente libro "How States Think: The Rationality of Foreign Policy", reconoce que las emociones influyen significativamente en el comportamiento estatal.
Mearsheimer en el 2023, sugirió que comprender el papel de las emociones en la política exterior es crucial para profundizar en las relaciones internacionales. Argumenta que las emociones no necesariamente socavan la racionalidad; sino que son una parte integral del proceso de toma de decisiones que refleja el elemento humano en el arte de gobernar.
Precisamente, lo anterior, se alinea con la postura que constructivistas que como Adler-Nissen en el 2016, sostienen respecto a cómo el ser social en relaciones internacionales se construye y deconstruye a través de interacciones que incluyen procesos de inclusión, exclusión y vergüenza, y cómo emociones como la rabia, la vergüenza y la humillación, ligados a procesos de basurización social y deshumanización, y las resistencias que estos generan en actores individuales o colectivos juegan un papel significativo en la conducción de la política internacional.
Las implicaciones políticas además de alimentar un clamor público, exigen una reevaluación de las posturas diplomáticas y el apoyo o la condena de las acciones realizadas por los Estados en conflictos internacionales. Con el tiempo, el peso simbólico y emocional de tales actos, interpretados dentro del marco del constructivismo de tercera generación, puede contribuir al cambio normativo, influenciando la política exterior y la evolución de las normas internacionales con respecto al conflicto, los derechos humanos y el comportamiento estatal.
Por lo tanto, la autoinmolación de Bushnell ejemplifica cómo las acciones individuales, vistas a través del lente constructivista, pueden influir significativamente en las relaciones diplomáticas y las decisiones de política exterior y demuestra que la disidencia política, la protesta y desobediencia civil, y en general los actos de disconformidad social se han vuelto cada vez más transnacionales en naturaleza y alcance.
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