Las recientes elecciones municipales nos permiten hacernos una idea de lo que vendrá dentro de dos años, en 2026, cuando volvamos a elegir al presidente y congresistas de la República.  Aunque nadie posee una bola de cristal, analizar posibles escenarios basados en experiencias pasadas y los recientes resultados no deja de ser divertido, y puede llegar a ser hasta útil.

La fragmentación del voto fue casi tan marcada como en la primera ronda de 2022. Liberación Nacional (el gran perdedor de la jornada, por número de alcaldías cedidas) quedó a la cabeza, con alrededor del 24% de los votos, seguido de una serie de partidos, mayoritariamente representantes de la centroderecha, cada uno obteniendo cifras mediocres, cercanas al 10%, con excepción de la Unidad Social Cristiana, que recuperó algo de vida, y logró un 19.40% (7 puntos arriba de su resultado en la primera ronda de 2022) y 5 nuevas alcaldías.  Unidos Podemos, sin embargo, al alcanzar 8 nuevas alcaldías salió “envalentonado”.  El Liberal Progresista logró solo 3 municipalidades, pero consiguió el menos seguir vigente. Nueva República solo obtuvo una alcaldía, pero en total de votos a nivel nacional obtuvo un quinto puesto.

Primeros 5 lugares, por total de votos recibidos, en las recientes elecciones municipales del 4 de febrero de 2024.

Fuente: Resultados Electorales 2024 (tse.go.cr)

Lo importante de estos números es que parece existir una propensión del electorado hacia la derecha del espectro político: 4 partidos de esa tendencia (PUSC, PUP, PLP y PNR) acumularon casi el 40% de los votos.  Por supuesto, el partido de gobierno estuvo ausente (o, más bien, inexistente).  Habrá de ver cuál es el efecto en las preferencias populares de una candidatura que sea claramente respaldada por figuras como Pilar Cisneros o miembros prominentes del gabinete (o si esto más bien le juega en contra a un virtual candidato oficialista al final del actual gobierno).  Por ahora, eso no pasa de la mera conjetura, pero nadie discutiría que esos votos también contarían como “de derecha”.

Sin embargo, la alta fragmentación del voto, en conjunto con un ambiente político polarizado y volátil —atizado por las actitudes combativas de Zapote y la desinformación esparcida a través de redes sociales desde múltiples frentes—, impide hacer vaticinios confiables; una ventaja inicial no garantiza nada. No obstante, si el pasado sirve de algo es como guía para el futuro…

En 2018, hasta un mes antes de la elección, Desanti y Juan Diego Castro lideraban fácilmente, y en solo 4 semanas todo dio un vuelco y ninguno llegó a segunda ronda.

En diciembre de 2021, el panorama según las encuestas era curiosamente similar al resultado del reciente 4 de febrero. El PLN y el PUSC aparecerían en primero y segundo lugar, seguidos de largo por Fabricio Alvarado, de Nueva República, y José María Villalta, de Frente Amplio.  El actual presidente contaba con solo un 3% o 6% del apoyo, dependiendo de la encuesta que se revisara, y apenas calificaba para entrar a los debates. Eli Feinzaig no estaba ni entre en los 5 primeros. El resultado en febrero de 2022 fue completamente distinto, lo único que no cambió fue la posición de Figueres, pero como vaticinó el expresidente Arias a manera de Crónica de una muerte anunciada, a Figueres “no le dieron los números” en la segunda ronda de abril.

El “Eli-copter” de Feinzaig hizo mucho ruido previo a la elección, pero el resultado final fue un tanto decepcionante. Lo mismo le pasó a Fabricio Alvarado, quien por su lenguaje corporal días antes de la elección parecía ya saber lo que pasaría. Lineth Saborío solo vio como los votos del PUSC migraban hacia otros partidos y no supo que decir.  Todo lo anterior lo capitalizó Rodrigo Chaves, quien se posicionó como la opción antisistema, de derecha, y con un fuerte soporte de las costas –otrora baluartes del PUSC– les robó el mandado.

Por supuesto, ese “mandado” fue robado solo a medias, una victoria pírrica, ya que el voto hiper fragmentado en la primera ronda condenó al PPSD a tener una anémica representación en la Asamblea Legislativa, donde prácticamente nada avanza con el ritmo esperado por Zapote.

Entonces, a como están las cosas, con una población que ya no se identifica con los partidos tradicionales y tomando como muestra las dos últimas elecciones, hay una muy alta probabilidad de que el mismo escenario se termine repitiendo.  “Aquellos que no aprenden de la historia, están condenados a repetirla” es la frase que viene a la mente.

Todos estos partidos de la derecha costarricense pueden volver a postularse por separado para las próximas elecciones, pero esto no pasa de ser una carrera de caballos donde se apuesta por quién va a ser el segundo lugar.  Luego, no es necesario tener mucha suerte para alcanzar la presidencia, ya que el PLN ha demostrado ser particularmente inútil para ganar una segunda ronda electoral (tiene demasiados anticuerpos). Con todo, probablemente se repetiría la misma historia de un Ejecutivo con poca representación en el congreso y tendríamos otros cuatro años de suplicio insufrible en Cuesta de Moras, enfermedad que ya el país va para dos décadas de padecer.

La solución parece obvia, aunque en política 2 + 2 rara vez sume 4: formar una coalición. Es curioso y hasta irónico que el concepto de “unidad” aún sea parte del nombre de dos de estos grupos (PUSC y Unidos Podemos), pero hasta el momento la norma es que cada quién haya buscado su camino por separado.

Si se revisan los planes y propuestas económicas de estos partidos, todos al fin y al cabo muestran una inclinación hacia políticas económicas de centroderecha, enfocadas en la promoción del emprendimiento, la eficiencia (y/o reducción) del sector público y una postura que va desde cautelosa hasta completamente opuesta hacia la introducción de nuevos impuestos.  En lo social tienen sus diferencias, pero en temas centrales para la ciudadanía, como el control de la delincuencia y el crimen organizado sus posturas vuelven a ser más coincidentes que contrarias.

Claro está, una operación para tratar de hallar un consenso de esta envergadura no ha sido planteada en la realidad política nacional desde el nacimiento mismo de la Unidad Social Cristiana allá a inicios de los 80. Ya se empiezan a escuchar voces con esta intención, principalmente del presidente del PUSC, Juan Carlos Hidalgo.  Sin embargo, la idea apenas surge y ya empieza a enfrentar sus primeros tropiezos ¿Será posible navegar un mar de egos, dimes y diretes, desinformación y teorías conspirativas propagadas por redes sociales y que quede algo íntegro y útil al final? Quién sabe, pero si los líderes de estos partidos lo consiguen, podrían tener un buen chance de obtener una victoria en las próximas elecciones, o, al menos, reducirían significativamente la volatilidad del electorado, y quedarían así en mejores condiciones de medir su progreso durante la campaña y trazar una estrategia efectiva para perseguir esa victoria.

De otra forma, se aplicaría la máxima de Einstein: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”.  Cada uno apostaría por su caballo, a sabiendas solo uno puede ganar, y solo les queda rezar para que su equino no se tropiece a 20 metros de le meta, como ya les ha pasado a muchos desde tiempos de Otto Guevara.

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