Desde 1979 con la primera Conferencia Global del Clima en Ginebra, o desde 1988 con el origen del IPCC, o tal vez desde 1992 con la adopción de la Convención de Cambio Climático y la Cumbre para la Tierra en Río. Desde ese momento la narrativa sobre el cambio climática y la relación humana con el uso de los recursos planetarios ha ido evolucionando y el foco de atención ha ido cambiando de una temática a otra. Evolución que responde a cómo se ha ido robusteciendo el conocimiento científico sobre el impacto, la escala y la interseccionalidad entre las distintas variables globales y locales. Es en este contexto donde hoy la narrativa manifiesta la necesidad de un enfoque en la crisis climática manera interrelacionada con y la crisis de biodiversidad, porque en pocas palabras, no hay manera de resolver una sin la otra.
Los seres humanos han cambiado enormemente el sistema terrestre, cada año se producen emisiones adicionales de dióxido de carbono, metano y otros gases de efecto invernadero, que continúan ascendiendo y nos alejan de los objetivos globales por limitar el calentamiento global y sus encadenados impactos negativos. El cambio climático que estamos experimentando, junto con el uso intensivo y la destrucción de los ecosistemas naturales a través de las actividades humanas, ha provocado una pérdida sin precedentes de biodiversidad que continúa empeorando día con día.
La crisis climática y la crisis de la biodiversidad a menudo son consideradas dos crisis separadas. No lo son. Hoy, es importante dar un nuevo giro al manejo político, y dirección que damos a estos dos temas. Debemos entender la interrelación de estas dos crisis como un espacio importante para actuar con mayor encadenamiento y escalamiento de impacto. No es coincidencia que los últimos documentales de Sir David Attenborough sean sobre migraciones y la afectación en los movimientos de especies de la mano con la temática de crisis climática.
Las especies y los ecosistemas están en riesgo por el impacto del cambio climático. Flora y fauna enfrentan factores de estrés debido a cambios en su entorno, aumento de temperatura, eventos más extremos, alteraciones temporales de fenómenos que los incita a cambiar sus hábitats y sus patrones para responder a los cambios experimentados. Estos cambios, pueden provocar una disminución de la población o, en casos extremos, pero cada vez más comunes, la extinción. Al mismo tiempo, la pérdida de biodiversidad afecta el sistema climático. Los ecosistemas desempeñan funciones esenciales en el ciclo del carbono y su absorción. Con la degradación de ecosistemas, sus influencias reguladoras del clima sobre las temperaturas locales, regionales y globales también se ven afectadas o disminuidas.
Las dos catástrofes, climática y de biodiversidad en su interdependencia se amplifican mutuamente. Por qué deberíamos entonces tratarlas separado? Por el contrario, tenemos la oportunidad de plantear soluciones justo en su interseccionalidad para abordar ambas crisis y mitigar sus impactos, de evitar duplicar esfuerzos en un contexto de urgencia, y limitados recursos.
La evolución de la narrativa nos desafía a promover aún más colaboración interdisciplinaria, entre académicos, sector privado, instituciones, sociedad civil y muchos otros, que hasta el momento solíamos estar enfocados en una crisis o en otra.
Así mismo, esfuerzos aislados con enfoques unidimensionales pueden resultar contraproducentes, una solución bien intencionada para combatir el cambio climático que busque bajar emisiones podría afectar o sacrificar ecosistemas y biodiversidad resultando en un impacto negativo mayor. Caso que ha sucedido cuando proyectos de energía renovable mal planificadas se expanden a tierras ambientalmente sensibles e importantes para una región.
Identifiquemos y trabajemos sobre los puntos de intersección en cada geografía, en cada tema, en cada sistema. Abordemos juntos el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, entendiéndolo como una nueva forma de diseñar y aplicar política pública, innovación tecnológica, y gobernanza. Sin importar si estamos tratando zonas rurales dedicadas a la agricultura en el norte de Costa Rica luchando con los monocultivos y la perdida de corredores biológicos, o en Sao Paulo, en megaciudades buscando disminuir sus emisiones de carbono y una mejor relación con el medio natural, cada espacio puede tener sus aplicaciones a esta nueva narrativa.
Unir el accionar de ambas crisis puede parecer ambicioso debido a la complejidad de cada una de ellas, sin embargo, ya se empiezan a vislumbrar áreas para iniciar este nuevo enfoque, una combinación ambiciosa de reducción de emisiones, medidas de restauración y protección, gestión inteligente del uso de la tierra y promoción de competencias interinstitucionales entre los actores políticos. Pero sobre todo una evolución de la consideración de biodiversidad reducida a refugios aislados para la biodiversidad y en cambio sean parte de una red terrestre y marítima que interconecte regiones, que posibilite las migraciones de especies, que permita las dinámicas naturales sistémicas y que posibilite la interrelación con las actividades humanas bajo un enfoque de responsabilidad y balance.
La narrativa puede y seguirá evolucionando. Muy atrás quedaron los documentales de Planet Earth en el 2006 con imágenes del medio natural que hoy parecen romantizados. La realidad nos exige ver imágenes más crudas, las aves marinas en peligro de extinción debido a que las madres alimentan sin darse cuenta de plástico a sus polluelos, o los osos polares cada vez más débiles porque deben nadar lo que antes caminaban para encontrar comida. El foco de atención podrá volver a cambiar, pero cada giro es una nueva oportunidad de potenciar acciones que nos acerquen a los objetivos globales. Con la ayuda de modelos innovadores podemos garantizar tanto formas de uso que preserven los recursos como un suministro seguro de alimentos y servicios para la humanidad. Con recursos finitos, apuntar los esfuerzos eficientemente es clave para seguir avanzando.
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