Desde hace varias semanas diversos medios de comunicación y analistas de conflictos han dirigido su atención hacia la contraofensiva que las fuerzas militares ucranianas han iniciado en diversas partes del este de Ucrania. La contraofensiva ha sido motivo de muchas especulaciones dado a que los medios de comunicación han colaborado con el gobierno ucraniano en su intención de no divulgar mayores detalles sobre la contraofensiva que puedan jugar en contra de los intereses ucranianos.

El pasado fin de semana la atención puesta en la contraofensiva ucraniana se elevó por completo. El líder del controvertido grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, los cuales llevan luchando en territorio ucraniano desde 2014, puso entre las cuerdas al régimen de Vladimir Putin cuando ordenó la avanzada de sus tropas hacia Moscú con la intención de “liberar a Rusia de la corrupción” que ha destruido el país.

A pesar de que Prigozhin detuvo el avance de sus tropas unas horas después de iniciado el avance hacia Moscú, la debilidad mostrada por Rusia durante dichas horas ha puesto de manifiesto ante los ojos del mundo la vulnerabilidad de podría llegar a tener Putin. El ejército regular ruso fue incapaz de evitar que los mercenarios tomaran la importante ciudad de Rostov y que avanzaran sin resistencia cientos de kilómetros hacia Moscú.

Ahora bien, la decisión final de Prigozhin de interrumpir tan solo unas horas después su avance de tropas hacia Moscú, para, según él, “evitar un derramamiento de sangre”, y una salida negociada, pueden incluso también despertar una serie de contradicciones que señalarían a Putin como el principal orquestador de esta escalada de tensión. ¿Sería Putin capaz de utilizar y posteriormente eliminar del conflicto armado a su principal socio en la guerra de Ucrania para fortalecer su imagen pública en Rusia? ¿Permitiría Putin que los rusos apoyaran, aunque fuera por unas horas, a los mercenarios de Wagner antes que a sus propias fuerzas armadas? ¿Y también si Prigozhin verdaderamente quiso hacer una rebelión contra el estado ruso por qué se echó para atrás tan rápidamente?

Las respuestas a estas preguntas puede que seguramente nunca las tengamos. Pero lo que ha quedado claro es que Putin sigue en el poder, pero se ha expuesto ante los ojos del mundo y la propia Rusia su vulnerabilidad. El Kremlin se defiende argumentando que querían evitar un mayor derramamiento de sangre y encontrar una salida negociada, a pesar de que al inicio de la rebelión Putin advirtió de que “la respuesta sería contundente y que los amotinados sufrirían un inevitable”, algo que ahora sabemos que no ha ocurrido.

La figura de Prigozhin, un exconvicto y exvendedor de perritos calientes, que pasó más de una década encargándose del catering de Putin en actos oficiales, y que tiene una fortuna a base de contratos con el gobierno, llevaba mucho tiempo generando recelo en el Kremlin. Sus acalorados discursos atacando a generales de alto rango de negarles ayuda militar a sus combatientes y dejarlos morir no han pasado desapercibidos en Rusia.

A pesar de ello los mercenarios de Wagner eran la principal herramienta con la que contaba Putin para continuar con la guerra en Ucrania y con ello mantener cierta maniobra para controlar el grado de involucramiento de las fuerzas armadas rusas en Ucrania, el futuro inmediato supone que Putin ha optado por eliminar cualquier riesgo que ponga en tela de juicio su liderazgo.

A pesar de que la salida negociada evidencia la debilidad de su posición, ya que el “inevitable castigo” no va a suceder, ya que el acuerdo supone la salida de Prigozhin y algunos de sus mercenarios a Bielorrusia o incluso adherirse al ejército ruso, difícilmente veremos una nueva rebelión contra Putin.

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