Es difícil concentrarnos en la conferencia climática de la ONU de este año (COP27) en medio de un contexto de crisis global y múltiples eventos que llaman la atención inmediata. Los efectos económicos postpandemia, la invasión rusa de Ucrania, el creciente costo de la vida, desastres climáticos sin precedentes provocando interrupciones, niveles históricos de lluvia, calor, sequía, incendios y tormentas que impactan todo el planeta; son solo algunos de los temas que compiten por atención.
Al mismo tiempo, estas crisis marcan la urgencia para que los países trabajen y coordinen esfuerzos para acelerar la acción climática y recobrar confianza en el trabajo global colectivo hacia la resolución de uno de los mayores desafíos de la humanidad.
Volvamos a la COP27. La conferencia se lleva a cabo en Egipto, del 6 al 18 de noviembre. La primera semana dejó un par de temas los cuales quiero resaltar sobre la evolución de las prioridades que han dominado las conversaciones climáticas en las convenciones a lo largo de los años. Una perspectiva desde nuestro contexto, en Costa Rica, en Latinoamérica, en el sur global.
Inicio desde la agenda de la Convención de este año. Las agendas pueden decirnos cómo los países ven las prioridades de gobernanza climática debido a que son el resultado de consenso. Un consenso obtenido habitualmente posterior a largas discusiones. Los temas que están formalmente en la agenda garantizan el inicio de negociaciones bajo procesos que habilitan la toma de decisiones. Por el contrario, cuando un tema queda fuera, normalmente es un alto dentro de la Convención, y un tema en el cual es difícil conseguir avance.
La convención inició el domingo 6 de noviembre con el consenso de incluir formalmente “loss and damage” (pérdidas y daños), posterior a un largo debate y gran presión por parte de los países en desarrollo por su inclusión. El tema se enfoca en la compensación a las naciones y regiones de bajos ingresos y bajas emisiones por los impactos del daño climático. Este tema es prioridad para las naciones más vulnerables, sin embargo, históricamente algunas naciones poderosas se han opuesto a la inclusión del tema y a la creación de mecanismos formales de financiación de pérdidas y daños. La incorporación de este tema es un gran avance, no obstante, debemos esperar al resultado de las conversaciones de estas dos semanas y las potenciales decisiones y compromisos reales en la materia.
Al avanzar los años, es cada vez más claro ver el impacto en eventos climáticos, pero además el avance científico y tecnológico nos permite el entendimiento cada vez más preciso del peso de cada sector y actividad humana, de cada nación y de cada industria. A partir de esto, es innegable la responsabilidad que los países desarrollados tienen por la condición actual, y la urgencia de justicia climática y de un compromiso hacia una respuesta monetaria a los impactos anuales del cambio climático. Un debate histórico y una conversación más compleja de lo que debería ser.
El tema es de gran importancia debido a que las prioridades en materia climática suelen ser disimiles entre naciones desarrolladas y subdesarrolladas. Las naciones desarrolladas han estado inclinadas hacia el avance de temas de mitigación de gases, y las subdesarrolladas son quienes han impulsado un balance por temas también de adaptación climática y recuperación de los impactos por los eventos climáticos extremos. Por ahora, la inclusión de “pérdidas y daños” es solo el primer paso. Es lo mínimo ante la certeza que ya existe alrededor de la crisis climática.
Este año marca un cambio. Sin duda alguna la conversación global climática, inclinada históricamente hacia mitigación, ha logrado evolucionar a temas de adaptación y respuesta a los impactos climáticos. No solo al incluir “perdidas y daños” en la agenda, sino al ver algunos de los resultados de la primera semana de la Convención. En los primeros días, se dieron avances en compromisos por proteger a cuatro mil millones de personas de los riesgos climáticos. La Presidencia de la COP27 lanzó la Agenda de Adaptación de Sharm-El-Sheikh, la cual está compuesta por una lista integral de tareas pendientes a nivel mundial para ayudar a mejorar la resiliencia de más de cuatro mil millones de personas frente a los riesgos e impactos potenciales de los eventos climáticos, un enfoque en las comunidades más vulnerables al clima.
Asimismo, apoyado en la presión de múltiples líderes en sus discursos, se ven avances en planes de acción para la implementación de sistemas de alertas tempranas como parte de los esfuerzos en adaptación climática. Las alertas tempranas efectivas sobre los cada vez más intensos y frecuentes eventos climáticos extremos son parte de las acciones en adaptación que permiten un enfoque más inclusivo para los territorios y poblaciones más frágiles. Una cobertura total global de sistemas de alerta temprana es la ambición de la ONU, quien guía y estimula los compromisos de las naciones hacia acciones concretas que permitan materializar el objetivo.
Los primeros días han dejado también discursos fuertes y frases sentidas por parte de los líderes de la conversación climática, y de cada nación. Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, dijo que “estamos en la carretera hacia el infierno climático con el pie en el acelerador”, haciendo eco a los últimos informes del avance en emisiones así como lo ejecutado hasta el momento con los compromisos globales para detener el calentamiento global. Su discurso fue directo instando a los líderes mundiales a “cooperar o perecer”. Discursos fuertes que tratan de presionar acuerdos cada vez más ambiciosos.
Es fundamental que los tomadores de decisiones (líderes de más de 170 países, acompañados de miles de asistentes de distintos sectores) progresen las conversaciones, y lleguen a compromisos cada vez más desafiantes. Compromisos no pensados desde la posibilidad, sino desde la necesidad y la responsabilidad, desde el balance necesario entre acciones de mitigación, de adaptación y de recuperación, desde la urgencia y las distintas realidades de la crisis climática en los distintos territorios.
Decisiones y compromisos que para que se materialicen y tengan el impacto adecuado, deben traducirse en montos de financiamiento adecuado, en herramientas y plataformas claras, en sistemas y marcos de cooperación. En justicia climática como centro de cada paso de los planes de acción.
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