En los cursos de introducción o principios de economía se analiza principalmente el funcionamiento de economías de mercado que operan en competencia perfecta, pero también hay un espacio para estudiar el funcionamiento de los mercados que, por estructuras de costos o restricciones legales, se denominan monopolios (mercado con un único oferente) u oligopolios (dos o más oferentes, pero aún en estos casos se tiene control de precios y sobre todo si hay un modelo de oligopolio líder-seguidores y se trata de la empresa líder).
Por estructura de costos, en este caso particular, se hace referencia a que tengan costos fijos altos y costos variables bajos —es decir el proceso de investigación y desarrollo es relativamente caro, comparado con el costo de producción de cada dosis (esto es monopolio u oligopolio natural)— cuando además justo por esa inversión en investigación inicial, se han generado las patentes tanto para incentivar la investigación y el desarrollo, como para proteger los derechos sobre los productos de estos procesos.
Es decir, aunque hay monopolios que existen porque así lo establece la ley, también hay monopolios y oligopolios en los que las legislaciones nacionales no tienen mucho que hacer, claramente Costa Rica no tiene poder para regular los precios de los productos fuera de nuestras fronteras como en el caso de las casas farmacéuticas y menos cuando la demanda es altísima en todo el mundo. ¡Toca negociar!
Ahora bien, ¿qué implica negociar en un mercado de oligopolio? Lo primero es mostrar que hay algo que se denomina excedente del consumidor, que se refiere a las alternativas de clientes o consumidores —que forman la curva de demanda— que presentan opciones de pago iguales o superiores a las que se tendría en el precio de equilibrio en competencia perfecta —ya aclaramos por qué la estructura de negocio de las vacunas, en particular estas para prevenir la enfermedad COVID-19, no opera con esta característica—. Esto sin olvidar que parte de la negociación, también incluye el volumen y nuestra escala poblacional es reducida.
Así entonces, en resumen —y según la teoría económica— la casa farmacéutica tendría dos opciones:
- Vender la cantidad de vacunas que maximice sus ganancias, —cantidad menor a la que está colocando hoy en el mercado—, a un precio muy elevado (sí a todos a igual precio pero a un precio prácticamente prohibitivo para muchos países y posiblemente Costa Rica, si hubiese podido comprarla, por ejemplo, y de pronto con suerte, hubiese sido únicamente para la población mayor de 80 años y para personas servidoras del sector de salud pública).
- Extrayendo el excedente de cada consumidor o país, lo que permite una venta de mayor cantidad de vacunas y además, que quienes tienen un excedente mayor al del precio que operaría en competencia perfecta, pero menor al que se tendría si las casa farmacéuticas sólo discriminaran por cantidad óptima, puedan tener acceso a las vacunas, de modo que se obtenga mayor cobertura para la población.
Entonces podríamos decir que dadas las características del mercado todos ganamos: gana cada país porque puede tener una cobertura mayor que si se adquiriera al precio súper restrictivo —todos a igual precio— que optimizaría las ganancias de la casa farmacéutica; pero también hay que decirlo, la casa farmacéutica gana porque todos hablamos de ella, usamos sus vacunas y se da una distribución que tiene mayor alcance para la población, es una solución ética y comercialmente razonable, y esa es la razón por la que se establece la confidencialidad: cada país paga de acuerdo a sus posibilidades o excedente de pago.
Es relevante anotar que nuestro país con los recursos que tiene y el volumen de compra debido al tamaño poblacional, pudo hacer una compra importante y además que Costa Rica junto con México y Chile, fue de los primeros países de América Latina en recibir vacunas de la casa farmacéutica Pfizer.
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