De los diferentes cursos acción que el futuro podría tener, algunos podrían parecerse mucho al presente. Otros podrían tender a un deterioro o retroceso respecto a la actualidad. Luego están aquellos escenarios de mejoría que superarían a la realidad conocida. Esto es un hecho, no un pronóstico ni un acto de fe. ¿Podemos elegir un mejor futuro? ¿Cómo hacemos para que el futuro sea mejor que hoy?

Las mejoras individuales y colectivas no suceden de manera espontánea. Por el contrario, las grandes mejoras resultan de muchos pequeños esfuerzos constantes que se hacen todos los días por varios años. La educación, por ejemplo, es la suma de miles de pequeños esfuerzos diarios. ¿Podríamos decir lo mismo de la salud física o mental? ¿Qué tal la gobernanza pública?

El mejoramiento es una actitud. Quiere decir que tenemos la potestad y libertad de elegir mejorar en cada instante. También es una destreza que se desarrolla. Podríamos visualizarlo como un método que nos ayuda a ser eficaces alcanzando nuestros objetivos. Quizás sea además una aspiración, como quien hace de la excelencia un hábito, un comportamiento aprendido que le va forjando el carácter y, eventualmente, va construyendo una identidad personal o nacional.

Primero, necesitamos saber quiénes somos y luego quiénes querríamos ser. ¿Somos o no somos de los que aspiran a la excelencia en todo lo que hacen? ¿Somos de los que prefieren el bienestar al malestar? ¿Somos de los que transforman conflictos en prosperidad? ¿Somos de los que diseñan políticas públicas que impactan a la mitad más vulnerable de la población? ¿Somos de los que celebran los logros colectivos?

Este año 2021 es crucial para Costa Rica porque estamos en medio de una pandemia que puso a prueba a la nación, al Estado y al Gobierno. Requeriremos de enormes esfuerzos para rediseñar el aparato económico que no logró evitar la peor crisis económica en 40 años. Nuestro sistema político adolece de un conjunto de falencias sólo explicables como la obsolescencia o incapacidad de adaptarse a los tiempos. Seguimos eligiendo a los jefes públicos de turno de la misma forma como se hacía hace cien años a pesar de todo lo que han avanzado otras instituciones, la tecnología y el propio conocimiento humano. ¿De qué formas podríamos enriquecer la democracia para que fuera un mecanismo más funcional operando en las complejidades sistémicas?

Estamos a unos cuantos meses o años de llegar a puntos de no retorno en la transgresión de los límites planetarios que sostienen la red de vida en el planeta. Los esfuerzos de mejoramiento requeridos hoy en día para garantizar futuros más prósperos son de dimensión y alcance global. El planeta Tierra necesita parecerse lo antes posible a Costa Rica en cuanto a su vocación regenerativa de ecosistemas, desmilitarización, democratización de valor social.

La convergencia, acumulación y agravamiento de estos y otros conflictos reducen nuestro margen de maniobra y capacidad de gestión para transformarlos. El factor más valioso para la creación de nuevo valor, generación de bienestar y transformación en una nación es el tiempo y nos estamos quedando sin él. Cada hora de cada día que pasa, el tiempo se agota ya sea que lo hayamos empleado de manera productiva o lo hayamos dilapidado.

Desde que soy adulto, hemos dilapidado décadas enteras en las que pudimos haber mejorado significativamente como nación y no lo hicimos. Esta generación no puede darse el lujo de perder una década más. Por eso tenemos que ganarnos esta década con esfuerzos que aspiren a la excelencia, al bienestar, a la transformación, cada día, convencidos de que existe la posibilidad de que algunos escenarios del mañana pintan mejor que hoy. Será aún más probable que suceda si hacemos hoy lo que corresponde para lograrlo.

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