Parece que quienes hemos creído que una serie de cosas sustantivas se pueden hacer mejor en Costa Rica, dejamos de ser un puñado para hoy formar parte de la mayoría o por lo menos, de la minoría mayor.

Con gran sabiduría y a un alto costo, nuestros antepasados nos legaron esta República Democrática con su Estado de Derecho en la que, de acuerdo con las reglas básicas en que basamos nuestra convivencia en sociedad, contenidas en la Constitución Política, se respeta la autoridad de los gobernantes que escogimos, hayamos votado por ellos o no, y si no estamos de acuerdo con lo que hacen, podemos manifestarlo con respeto y hasta buscar y promover a otros y votar por ellos en las siguientes elecciones, todo un lujo cívico, impensable siquiera para gran parte de la humanidad.

La educación de los habitantes, tanto como la confrontación democrática y el debate serios, son requisitos vitales para el buen funcionamiento de la República, porque su Gobierno necesita contar con el apoyo informado y racional de la mayor cantidad posible de ciudadanos para llevar a cabo las acciones más importantes de su gestión, el cual es ideal obtener de previo a las elecciones.

¿Estamos hoy realmente ante el colapso de nuestro sistema republicano?

Podemos al menos afirmar con preocupación que nuestro Estado es cada vez más inoperante en asuntos sustantivos, lo cual incluye hacer respetar algunos de los derechos que nos da la Constitución.

Pero no todo es blanco o negro. Por ejemplo, si vemos con cuidado, a pesar de la desigualdad tan grande que tenemos en la distribución del ingreso, también tenemos mucho camino recorrido en el sendero de la solidaridad.

Recurro a un análisis del último informe sobre el Índice de Progreso Social (IPS), escrito por Roberto Artavia Loría, en el que afirma:

Costa Rica ha sido un campeón histórico del progreso social. El país siempre ha estado entre los tres del mundo más eficaces en convertir su crecimiento económico en progreso social.  En otras palabras, cada dólar de PIB per cápita “ha comprado” más progreso social en Costa Rica que en 160 de las 162 naciones que se midieron este año.

Sin embargo, la coyuntura económica y social que estamos viviendo advierte que nos hemos adentrado más de lo conveniente en caminos que llevan hacia un despeñadero, lo que hace de éste un momento crucial para replantearnos temas relevantes y tomar decisiones que nos permitirían dar la necesaria marcha atrás para continuar por el sendero del progreso.

En primer lugar, es imperativo y urgente reorientar la mayor parte de los recursos que hoy dedicamos a programas de asistencia social, directamente hacia generación inmediata de empleo para las personas con menor nivel educativo.

Sería ideal hacerlo a través del sector privado. Sin embargo, si eso no resultara viable, el Estado tendrá que hacerlo directamente. El hambre no espera y si queremos tener paz social, tenemos que encontrar rápidamente una manera más digna que el asistencialismo para compensar las carencias de ese grupo creciente de seres humanos (ya hoy el 25% de la población), tan poco afortunados en la vida que han quedado excluidos de los beneficios de nuestro desarrollo.

No debemos perder el norte por atender a pseudoanarquistas que se dedican a quejarse de todos los gobiernos, a renegar irresponsablemente de los partidos y a hacer generalizaciones despectivas sobre los políticos. Tampoco debemos tolerar a quienes se dedican a hacer quedar mal y desprestigiar al gobierno de turno para poder ganarle en las próximas elecciones.

Ese tipo de intervenciones devalúa el quehacer político, con lo cual disminuyen las posibilidades de contar con gente bienintencionada y capaz para gobernar el país.  En última instancia, solo causan daño a todos y lo que es más peligroso, provocan inestabilidad social y violencia callejera, que abren espacio a individuos y grupos que quieren imponernos valores que no son afines a los que tenemos la mayoría de los costarricenses.

El antídoto político es que los ciudadanos comunes llenemos el vacío democrático, asumamos nuestra cuota de responsabilidad y participemos de la política de altura, decente y trascendente, aunque sea con algo tan sencillo como organizar grupos para discutir y elaborar sobre estos temas y para buscar e impulsar a personas con pensamientos afines a los nuestros para que nos representen.

En medio de esta pandemia y con el Estado sobre endeudado, cada día que dejemos pasar sin tomar las decisiones valientes que la realidad impone, reduce nuestro espacio de maniobra. A nada bueno conduce criticar y no hacer el esfuerzo de participar de la creación de alternativas serias que mejor representen nuestros anhelos y propósitos.

Aprovechemos la luz que arroja el Informe sobre el IPS y el mismo análisis, que cito de nuevo:

La importancia del progreso social es enorme, y cada vez más, pues le permite a una nación enfocarse de manera clara respecto a en cuáles leyes, políticas e instituciones sociales debe invertir y trabajar para seguir transformando el crecimiento económico en progreso social de la manera más eficiente posible. En términos prácticos, utilizado en esta forma, el IPS es una medida progresista y mucho más completa del desarrollo de una nación, al permitir analizar simultáneamente el crecimiento económico y su impacto en el bienestar.

Y agrega:

Si se llegara a dar que el progreso social cayera más en Costa Rica que naciones con menos programas sociales, será otra muestra de que las instituciones que en algún momento la hicieron avanzar con fuerza, han perdido su eficacia y productividad y ahora son más lastre que impulso para el desarrollo sostenible del país.

Para asegurar que Costa Rica avance hacia un desarrollo inclusivo, sólido y moderno, respetuoso con la Naturaleza y las personas, se necesita de los esfuerzos coordinados de muchos de nosotros.

Debemos hacer entender al sector público el propósito de su existencia y ponerlo a servir con eficiencia al resto de la población y a apoyar de manera efectiva a todos los trabajadores, públicos y privados, con cuyo esfuerzo diario se genera la riqueza de la que vivimos todos.

De igual importancia es asegurar los desempeños del Estado y del sistema económico, los cuales deben medirse estrictamente, en términos de progreso social.

Analicemos todos cuáles leyes es necesario cambiar para enderezar el rumbo y negociemos y trabajemos juntos para cambiarlas.  Si es necesario introducir cambios a la Constitución, y hagámoslo de manera ordenada.  Busquemos, promovamos y votemos por diputados y gobernantes que nos representen y se comprometan a realizar los cambios.

¡No desaprovechemos nuestra democracia!

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