La semana pasada Estados Unidos y el Talibán firmaron un acuerdo para el retiro de las tropas estadounidense antes de 14 meses, tras las conversaciones que comenzaron en setiembre de 2018. Con esto se espera poner fin a una operación militar de 19 años. Pero el aspecto medular del pacto es el inicio de un diálogo inter-afgano que acabe con cuatro décadas de conflicto y se logre la reconciliación entre los distintos actores de un país con una compleja geopolítica. Por eso no es un acuerdo de paz, sino una iniciativa para “traer la paz a Afganistán”. En diplomacia el lenguaje es clave.
Detrás de la firma hay muchos asuntos que marcan un giro, como parte de la construcción del nuevo orden internacional del siglo XXI. Entre ellos el cambio de Washington en su posición sobre no negociar con grupos que califica de terroristas. Otro es una variación en la proyección global estadounidense, para darle mayor importancia a la confrontación directa con las superpotencias, en la que predomina el nacionalismo y populismo de Trump, frente a una cada vez más sólida relación Moscú-Pekín. Por eso hay que leer con cuidado el resultado de la visita de Trump a India (23-24 de febrero).
Esto es parte de un reacomodo de esferas de influencia, que está modificando la arquitectura del sistema mundial heredado de la II Guerra Mundial (Conferencia de Yalta, 1945); pero también el fin de lo que se conoce como el “excepcionalísimo estadounidense” y del mundo posestadounidense tras el fin de la Guerra Fría. La política exterior y el proyecto hegemónico de Washington están en crisis, la cual se profundiza día a día por la iniciativa de Trump. La inquietud en esta cuestión es si el orden global podrá ser establecido sin una confrontación armada sistémica.
Para acercarse al escenario que genera el plan de Washington y la milicia del Talibán hay que tener cuenta que Afganistán ha sufrido múltiples invasiones a lo largo de la historia. Desde los persas hasta Estados Unidos, pasando por los británicos en el siglo XIX, y sin olvidar los griegos, árabes y mongoles; y por supuesto la intervención soviética en 1979. Moscú buscaba tener una salida al océano Índico, pero la guerra afgano-rusa se convirtió en el “Vietnam soviético”, pues la oposición armada recibió el apoyo de Washington. En 1989 la URSS se retira y Estados Unidos apoyó a un débil Gobierno, facilitando el surgimiento del Talibán, con lo que se inició un nuevo conflicto armado.
El escenario geopolítico afgano es complejo, por su ubicación geográfica, por la diversidad de actores, muchos de ellos tribales, incluidos los llamados “señores de la guerra”. El mosaico de tribus está compuesto por, entre otros, pueblos uzbekos, tayikos, hazaras, nuristaníes y baluchíes. En la cultura afgana predomina la lealtad, el linaje, la etnia y la familia, por lo que la comunidad es más importante que el Estado. También operan redes criminales, dedicadas a la producción y tráfico de opio (principal fuente de ingreso para los agricultores afganos), dificultando la gobernabilidad y gobernanza del país. Sino se consideran todos esos factores no podrá haber paz en Afganistán.
En la frágil coyuntura mundial, este acuerdo tiene un lado positivo, porque podría servir de ejemplo para resolver otros conflictos en la región; pero también posee múltiples riesgos. Hay que tener en cuenta el rol de Pakistán y otros países islámicos. El Talibán propone crear un Estado con base islámica (lo que no queda claro en qué consiste, o si se acerca a un califato o emirato). Por eso, en este momento hay más preguntas que respuestas, y más inquietudes que certezas.
En geopolítica existen países que surgen como Estados para generar balances regionales, lo cual depende de su topografía y sus rutas para conectar a los vecinos. Los países con geografías que impiden el desarrollo de infraestructura vial son difíciles de gobernar, porque se dificulta la integración territorial. Afganistán es precisamente uno de esos casos; por eso a lo largo de la historia todas las potencias invasoras han fracasado y las tribus siguen siendo las protagonistas. ¿Será esta la ocasión en que pueda llegar la paz al país?
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